sábado, 6 de diciembre de 2008

Karl Barth desde la cárcel


¡Señor, Dios nuestro! Tú nos mandas esperar y apresurarnos en vistas al gran día de tu manifestación total y salvadora en el mundo, entre nosotros, los hombres, en tu comunidad, también en nuestros corazones, y en nuestra vida también. Nos miramos en el vacío cuando dirigimos la vista a este día de la luz eterna. Tú ya lo has hecho apuntar, al nacer como el débil y todopoderoso niño Jesús, haciéndote hombre como nosotros. Y ahora vamos a celebrar pronto una vez más la Navidad, pensando en este apuntar de tu gran día.

Ayúdanos, haznos el regalo de que nos reunamos una vez más como es debido, que reflexionemos y examinemos cómo debemos ir a tu encuentro, ya que tu venida es ahora ya inminente, para que después, nuestra celebración de navidad no se reduzca a un teatro estéril, sino que por el contrario, sea un esplendoroso, serio y gozoso encuentro contigo.

Nos es necesario sentirnos sacudidos por estas reflexiones prenavideñas, y ponernos en movimiento. Pero, con toda seriedad, sólo tú puedes hacer esto en nosotros. Por esto te pedimos que no nos dejes solos en esta hora, sino que te hagas presente con tu fuerza. Te invocamos con las palabras que, por medio de tu mismo Hijo, has puesto tú en nuestros labios: Padre nuestro...

«A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío» (Lc 1, 53)

Queridos hermanos: La semana pasada, en el diario Migros "Wir Brückenbauer" (Nosotros, constructores de puentes), bien conocido de muchos de vosotros, leí en un reportaje, bajo el título "Navidad de los presidiarios", la frase siguiente: "La fiesta del amor y de la paz no es que encaje muy bien en una prisión". Lo que uno seguía leyendo, era ciertamente muy conmovedor, pero sin fuerza alguna, y estoy contento de que aquí no me parezca tan deplorable, como me pareció lo que describe este artículo. Se ha de protestar contra aquella frase. No estoy del todo seguro de que la celebración de la navidad encaje en la Seo o en la Engelgasskapelle, donde la celebran las personas más distinguidas. Pero estoy completamente seguro de que aquí encaja y, por lo tanto, de que encaja en una prisión. Estuvo bien que ya hubiera escogido antes mi texto para este domingo. Escuchadlo otra vez: A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío.

Él ha hecho esto: él, que se ha interesado por su pueblo de Israel, y con él, de toda la tierra, sin merecerlo, por pura bondad. Él, que quería mantener y consumar fielmente la alianza establecida con los hombres. Él, que no sólo ha expresado en palabras, sino que ha puesto en obra con poder, su gran amor al mundo creado por él. Él, que hizo brillar su luz en medio de nuestra tiniebla. Él, que ha dado una esperanza eterna a todo lo que vive. Él ha hecho esto, al hacerse hombre, al hacerse niño, como uno de nosotros, en la ciudad y en el pesebre de Belén. Él ha hecho esto. Y no dice que él quiere hacerlo y lo hará, sino que él ya lo ha hecho. Por lo tanto, fijaos bien: si eres un hambriento, ya te ha colmado de bienes. Si eres un rico, ya te ha despedido de vacío. Así es como sucedió allí, así se decidió y se realizó la separación al nacer el Niño Jesús. De esta manera se hizo allí la selección y, por lo tanto, se dijo sí y no, se amó y se odió, se aceptó y se rehusó. Los hambrientos fueron colmados allí de bienes, y los ricos fueron allí despedidos de vacío. Y el doble mensaje de adviento es éste, que se proclamó allí y se proclama hasta el día de hoy: que Dios se porta así con los hambrientos y con los ricos.

Los hambrientos. ¿Qué gente es ésta? Un hambriento es evidentemente uno a quien le hace falta lo más necesario. No alguna cosa bonita y hermosa de la que quizás pudiera estar privado, sino lo más necesario, de lo que no puede privarse. Y además, no tiene medios ni posibilidades de procurárselo. No puede sino derrumbarse y precipitarse hacia la muerte. Entonces tiene hambre. Y está sobrecogido del temor de morirse de hambre.

Lo más necesario para él puede ser un pedazo de pan y un plato de sopa, como para tantos en Asia lo es un par de manos llenas de arroz. Todos vosotros ya habéis visto fotografías de mujeres y niños hambrientos en la India, en África... ¿Ha sufrido quizás uno u otro de vosotros alguna vez hambre semejante? Pero me parece que por el momento, desde que estáis en esta casa, vuestro problema no es éste.

Lo más necesario que puede faltarle a un hombre, puede ser también una vida que él considere que vale la pena ser vivida. Pero lo que él ve, es una vida mal empleada, perdida y corrompida. Entonces tiene hambre. Lo más necesario que le falta, podría ser simplemente un poquitín de alegría. Mira alrededor, y no encuentra nada, absolutamente nada, que realmente pudiera causarle alegría. Y tiene hambre. Lo más necesario podría consistir sencillamente en que nadie lo ha amado de verdad. Y no se encuentra nadie que pueda apreciarlo. Y así tiene hambre. ¿Y si lo más necesario que le faltara fuera una buena conciencia? ¿Quién no desearía y debería tener una buena conciencia? Pero ¿y si uno sólo puede tener una mala conciencia? No puede sino tener hambre. Lo más necesario para él podría ser el poder estar completamente seguro de alguna cosa. Pero en él sólo hay dudas, y alguna vez le amenaza la desesperación. Por esto tiene hambre. Lo más necesario de todo podría ser para él, arreglar sus cuentas con Dios. Pero lo que hasta ahora ha oído decir de Dios, no le dice nada. A partir de aquí, no puede empezar a hacer nada, ni quiere saber nada de eso. Y ahora tiene hambre de estas cosas tan importantes.

De estos hambrientos oímos decir ahora: los colma de bienes. Por lo tanto no les ha dado sólo un "engaña bobos", ni solamente un bocado, ni se ha limitado a un regalo de navidad, barato o caro, ni a las migajas que caían de la mesa del señor, como las que recibió el pobre Lázaro (Lc 16, 21). No, él los ha alimentado y los ha deleitado hasta la saciedad. Como se dice en uno de nuestros cánticos: «les ha enviado desde el cielo una lluvia torrencial de amor». De ellos, de los más pobres, ha hecho los más ricos. Y lo ha hecho, haciéndose su hermano, convirtiéndose él mismo en un hambriento, que ha gritado por ellos y a favor de ellos: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15, 34). Él se puso en lugar de ellos, poniendo a ellos en su lugar, para quitar de ellos y tomar sobre sí toda su debilidad, todo su error, todo su pecado, toda su miseria.

Él, a sus expensas, intervino a favor de ellos contra el diablo, contra la muerte, contra todo aquello que entristecía su vida y la hacía perversa y tenebrosa. Ha quitado de ellos todo esto y lo ha tomado sobre sí, para darles a cambio lo que era suyo: la majestad, la gloria, la alegría de los hijos de Dios. A un hambriento, como aquel cobrador de impuestos pecador, lo hizo bajar del templo a su casa, transformado en un hombre justo y cabal (Lc 18, 14). A un hambriento como aquel pobre Lázaro, lo elevó como a un verdadero santo, al seno del santo padre Abrahán (cf. Lc 16, 22). Lo llamó a su servicio, como hizo entonces con Pedro, después de haber salido a pescar inútilmente durante toda la noche (cf. Lc 5, 5.11). Le dio la bienvenida en la casa paterna como hijo pródigo: no con la mirada aniquiladora de un maestro de escuela severo, sino, tal como se menciona expresamente en la historia de aquel hijo, con el alborozo de la música y haciendo sacrificar el ternero cebado (cf. Lc 15, 22 s.). «Él nos ha hecho todo esto para mostrarnos su gran amor. Por esto se alegra toda la cristiandad y le da gracias por siempre».

¿Qué sociedad es ésta: "la cristiandad"? Nada menos que la comunidad de los hambrientos, que pueden alegrarse y dar gracias de que Dios los haya colmado de bienes. ¿Por qué precisamente a ellos? Pues porque están hambrientos y se sienten perdidos, y porque él ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 10).

Los ricos. ¿Quiénes pueden ser esos ricos de quienes se habla a continuación? "Ricos". Cuando oímos esta palabra, lo primero que pensamos es en gente que tienen un montón de acciones, una gran cuenta corriente en el banco, una hermosa casa aquí en Basilea o en las cercanías, con cuadros auténticos, antiguos y modernos, en las paredes y, probablemente, también una casa de vacaciones junto al lago de Vierwaldstátter o en el Tessin, quizás también, un Mercedes fenomenal, y un televisor de los más caros; y de cosas agradables como éstas, todas las que queráis. Si todo esto les basta, si con todo esto se consideran consolados y seguros, si consideran que el sentido de la vida es buscar estas cosas, tenerlas y disfrutarlas, en este caso, pertenecen sin duda alguna a aquellos de quienes se habla aquí.

En el sentido aquí indicado, los ricos no son solamente éstos, sino que, tanto si tienen cuentas corrientes o cosas por el estilo, o no, son todos los que con su sabiduría y poder, creen que pueden dominar la vida, "manipularla", como se dice hoy día. Ricos, en el sentido que se indica aquí, son todos los que se tienen por sabios e inteligentes, por buenas personas (cf. Rom 12, 16). Todos los que, como el fariseo en el templo "se sienten seguros de sí pensando estar bien con Dios" (Lc 18, 9), todos los que se creen que han de dar gracias a Dios porque no son como estos o aquellos bribones, y piensan poder anunciar a los cuatro vientos lo bueno que han hecho o hacen (cf. Lc 18, 11 s), todos los que andan por ahí con la pretensión de que Dios y los hombres deberían estar de veras contentos de ellos. Éstos son los ricos de quienes se habla aquí.

Y precisamente se dice ahora de ellos: los despide de vacío. ¡Los pobres ricos! No les ha hecho nada malo. No les ha quitado nada de sus riquezas. Pero tampoco les ha manifestado nada bueno. Sólo los ha despedido, como se despide a uno que se ha equivocado de número de teléfono, o al que en la calle ha ido a dar con una dirección equivocada. Solamente los ha dejado estar y los ha dejado marchar con todos sus trastos. No los encontró interesantes, no podía emplearlos. No tenía nada que decirles y que darles ¡a los pobres ricos! Sí, entonces fue así. Lo que sucedió en el establo de Belén, no importó nada a estos ricos. Y lo mismo ha seguido pasando hasta el día de hoy, La Navidad no puede hacer feliz a estos ricos. Se puede decir que la fiesta del amor y de la paz no encaja con ellos.

Pero con esto, hermanos míos, no hemos acabado aún con el doble mensaje de adviento, y os pido de todo corazón que prestéis atención, que reflexionéis, que os toméis en serio aquello en que vamos a seguir fijándonos.

En primer lugar: No todos los que aparentemente tienen hambre son realmente hambrientos. Hasta en la más grande miseria, en una grave enfermedad y hasta en la cárcel, uno puede ser una persona contenta y satisfecha, sin que los demás se den cuenta de ello. Hasta en el borde de la muerte, hasta en los lugares más impensables en que los hombres pueden encontrarse, existe gente más que satisfecha de sí misma, gente que se siente segura, sana y felices de sí mismas. Y bastantes también, que se creen ser justos. Y hasta existe algo enormemente malo, y es, que uno puede hasta coquetear con su miseria, y reconocer y hacer constar casi con satisfacción, que uno es un pobre y perdido pecador. No sólo existen fariseos normales y corrientes. Existen también —yo ya me he encontrado con algunos de ellos— publicanos fariseos. Dios los ha despedido también de vacío hace tiempo, por más que adopten actitudes lastimosas y por bien que se encuentren. Estos hambrientos aparentes no han de maravillarse, si la Navidad no les dice ni les trae nada. La Navidad sólo tiene algo que decir y que traer a los que realmente están hambrientos.

En segundo lugar: Los pobres ricos, de la clase que sea, actúan, y sólo pueden actuar así, como si fueran ricos, siendo en realidad también ellos, muy, pero muy pobres. Con su riqueza se engañan a sí mismos, a Dios y los demás, aparentando lo que no son. Pues ningún hombre estará satisfecho de verdad, de lo que él es y de lo que tiene, aunque tenga la cuenta corriente en el banco, o su mercedes, o su honradez o su piedad. Nadie es de verdad su propio dueño, nadie se forja su felicidad, o, díganlo como quieran todas estas expresiones, nadie es su propio salvador. Mientras no actúe así, o si creyendo ser algo y durante el tiempo que actúa así desprecia a Dios, es uno a quien Dios, como prueba de su gran bondad para con todo el género humano, ha pasado por alto, ha despedido de vacío. Mientras haga esto, sólo podrá ver cómo Dios colma de bienes a los demás, a los hambrientos, pero no puede celebrar la Navidad con alegría; para él han cantado en vano los ángeles.

En tercer lugar: Pero existe también una esperanza para los ricos de todas clases, despedidos de vacío provisionalmente. El pobre rico no debería actuar como si tampoco le faltase a él lo más necesario, como si tampoco fuera él un hambriento. Bastaría con que reconociese y confesara que tampoco él es una persona inteligente, sabia y distinguida, y muy de veras se reconociera como una criatura muy infeliz, inútil y miserable. Sólo le bastaría con colocarse, abierto y sinceramente, al lado del publicano —del publicano auténtico, naturalmente, no al lado de aquel falsificado—: allá, donde también el salvador está directamente a su lado. Por lo tanto, sólo le bastaría querer saber y estar convencido de esto: ¡Dios mío, ten compasión de mí, pecador! (Lc 18, 13). De un solo golpe quedaría transformado. Ya no sería más un pobre rico, sino un rico pobre, uno de los que se dice en el evangelio: dichosos vosotros, los pobres (Lc 6, 20). También él sería colmado de bienes. Entonces oiría y captaría lo que decía el ángel a los pastores: Os traigo una gran alegría que lo será para todo el pueblo. Hoy os ha nacido un salvador q(Lc 2, 10). Y entonces podría juntarse a la alabanza de todas las legiones del ejército celestial: Gloria a Dios en el cielo paz en la tierra a los hombres, que él quiere tanto (Lc 2, 1 ). Por otra parte ¿sabéis cual es la señal segura de que uno está liberado de su mentira, es un auténtico hambriento y, por lo tanto, un hombre ya colmado de bienes, un rico pobre? Si tiene manos y corazón para los demás hambrientos de toda clase. Por ejemplo, el que en la India, África y en otras partes, halla millones, que no tienen pan, sopa y arroz. Vuestro problema será también entonces su propio problema. Entonces reconocerá en este hombre a su hermano y a su hermana, y actuará de acuerdo con esto. Haciendo esto, podría celebrar y celebraría para sí una Navidad gozosa.

Y ahora pues, la invitación a celebrar la Navidad se nos dirige a todos nosotros. Mira, voy a llegar enseguida (Ap 22, 7.12), dice el Señor —el Señor Jesucristo, el Señor Sebaot, junto al cual no existe ningún otro Dios—, y prosigue: Acercaos a mí los que estáis rendidos y abrumados, y yo os daré respiro (Mt 11, 28). «Venid acá, los pobres y miserables, colmad libremente las manos de vuestra fe. Aquí están todos los buenos regalos y el oro, es con ellos con los que debéis solazar vuestro corazón». Venid tal como sois, como auténticos hambrientos. No actuéis como si no lo fuerais.

Y ahora ya podemos acoger la desconsoladora frase que mencioné al empezar y metérnosla en la cabeza: en una casa habitada por gente fatigada y agobiada, por pobres y miserables que tienen hambre de verdad encaja bien la fiesta de Navidad. ¡Sólo en una casa como ésta! En una casa como ésta, con toda seguridad. Amén.

Por Karl Barth

23 de diciembre de 1962, cárcel de Basilea

miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN



TEMA 1
(Curso impartido en el STPSP)


Iniciamos nuestro curso de liturgia con una breve reflexión sobre la oración. Juan Calvino mencionó que “la alabanza y la acción de gracias deben ir siempre unidas a nuestras oraciones”(1) , de este modo no podemos pensar en el culto cristiano sin pensar inmediatamente en la oración. De hecho en ocasiones se ha definido el culto como la “asamblea de oración”. Cuando nos reunimos como pueblo para orar estamos adorando, celebrando, pidiendo y dando gracias a Dios, siguiendo a Calvino, cuando juntamos las peticiones y las acciones de gracias a Dios:

"Le manifestamos nuestros deseos, pidiéndole no solamente lo que se refiere al aumento de su gloria y a ensalzar su nombre, sino también lo que mira a nuestro servicio y provecho. Al darle gracias, celebramos con alabanzas sus beneficios y mercedes, protestando que todo el bien que tenemos lo hemos recibido de su liberalidad".(2)

De este modo, nos damos cuenta que estamos llamados continuamente a ofrecerle culto a Dios porque no faltan los motivos para agradecerle o bien para clamar a El. Sin embargo, ya desde aquí podemos ver que la oración es también expresión de la historia, de lo que Dios ha hecho, de lo que está haciendo y lo que hará; en consecuencia, el culto tiene una dimensión histórica profunda, es tiempo de manifestación de Dios como en la llamada de Moisés (Éx 3-4), Isaías (Is 6) o Jeremías (Jer 1) o los demás profetas en donde se nos dice específicamente el tiempo histórico en que tal manifestación de Dios ocurrió: “En el año en que murió el rey Uzias vi yo al Señor…” (Is 6:1). A esta manifestación de Dios hay una respuesta, un servicio, un movimiento, que les convierte en profetas, o mensajeros. De este modo, como menciona Xabier Pikaza:

"La oración se vuelve así fuente de futuro. Siendo palabra de Dios y respuesta activa del humano, ella es lugar de realización histórica. Dios no se encuentra en el puro mundo, ni en la interioridad extra-mundana, sino en la misma tarea de la comunidad creyente y orante que traza su camino de futuro desde la misma Palabra divina".(3)

La oración histórica se vuelve comunitaria, ya que el orante, al comunicarse, al unirse con Dios en la oración se vincula con su pueblo tornándose así en una comunidad de orantes, ya que la experiencia del encuentro con Dios se expresa en la oración comunitaria en donde “se celebra y se recuerda la presencia de Dios tanto en la palabra compartida como en la celebración del misterio”.(4)

Aunque la oración es colectiva en el culto, es dirigida únicamente a Dios, a aquel que nos ha hablado, que nos confronta y en esta confrontación nos descubrimos “desnudos”, como “hombres que tienen labios inmundos y habitan en pueblo que tiene labios inmundos”. En esta situación no estamos solos, contamos unos con otros, “la oración no nos puede alejar de los hombres, no puede sino unirnos más a ellos porque se trata de una cuestión que nos concierne a todos”, decía Kart Barth (5) , pero aún ello es gracias a Dios.

La oración es un Don de Dios, por lo cual, cuando oramos, hacemos uso del ofrecimiento de Dios que nos confronta nuevamente, al ser una gracia de Dios, el ser humano la toma porque se reconoce como necesitado de dicha gracia.

"Cuando oramos, nuestra condición humana nos es revelada, sabemos que estamos en angustia y en esa esperanza; Dios nos coloca en esa situación, pero al mismo tiempo el viene en nuestra ayuda. La oración es pues la respuesta del hombre cuando comprende su miseria y sabe que el socorro se aproxima".(6)

Pero oramos “Padre nuestro”, no “padre mío”. Es decir, es una oración comunitaria. Jesús mismo lo indicó, cuando oren, digan “Padre nuestro”. “Esta es una exhortación de cuán fraterno afecto debemos tener los unos para con los otros, pues todos somos hijos de un mismo Padre, y con el mismo título y derecho de gratuita liberalidad”.(7)

Pero también la oración nos muestra un aspecto central del culto y es que es un diálogo. El que ora, cree, no es un monólogo, sino que Dios está presente, El escucha y responde de algún modo. La oración consiste en ese intercambio entre el nosotros de los orantes y el tú de Dios. Dios habla, escucha y responde. “Dios habla a los hombres para revelarse; responde cuando el hombre se le dirige. En este caso Dios es quien habla primero. La oración es entonces, de alguna manera, una respuesta”.(8)

La oración comunitaria es la que más trabajo exige de nosotros, ya que es nuestro tiempo de hablar. Después de escuchar la voz de Dios, nos corresponde dirigirnos a El y esta oración ha de ser nuestra palabra, ya D. Bonhoeffer decía:

"Nuestra oración por ese día, por nuestro trabajo, por nuestra comunidad, por las miserias y los pecados particulares que pesan sobre todos, por las personas que nos están encomendadas. ¿O tal vez no deberíamos pedir nada para nosotros? ¿Sería inadmisible la necesidad de orar en común y con nuestras propias palabras por nosotros? Sea como fuere, es imposible que cristianos llamados a vivir bajo la autoridad de la palabra no acaben por dirigir, también unidos, sus oraciones personales a Dios. Presentarán a Dios las mismas preces, la misma gratitud, la misma intercesión, y deberán hacerlo con alegría y confianza".(9)

Pero hay que aprender a orar. Los discípulos se acercaron a Jesús y le pidieron que les enseñara a orar. Nosotros también ahora debemos ir a Jesucristo. Orar no es sólo desahogar el corazón sino encontrar a Dios, con el corazón lleno o vacío y la oración en comunidad ha de ser la oración de todos, no la de un individuo que la pronuncia. Al que se le encomienda orar por la comunidad es importante que comparta los intereses y preocupaciones de la comunidad:

"Es preciso que comparta la vida diaria de la comunidad, que conozca sus afecciones y necesidades, su alegría y gratitud, sus ruegos y esperanzas. Tampoco debe ignorar su trabajo y sus problemas que éste acarrea. Ora como un hermano en medio de otros hermanos. El no tomar su propio corazón por el de la comunidad, exige lucidez y vigilancia. Por esta razón será útil que reciba continuamente ayuda y consejo de los demás y que recuerde en su oración esta necesidad, aquel trabajo, a tal persona determinada. De este modo la oración se transformará cada vez más en la oración de todos los que forman la comunidad".(10)

Es importante notar que la oración es la actividad que nos une como pueblo, que nos permite alzar la voz hacia el Señor y es además el don por el que el Señor nos capacita para dialogar con El. Nuevamente, la oración es una actividad de comunidad, de pueblo de Dios porque la experiencia personal con Dios está abierta a la experiencia en comunidad con Dios, así es estar dispuestos a dar de la propia experiencia y a recibir de la experiencia de otros con Dios.

"A priori puede ya decirse que Dios es Dios de un pueblo y que la experiencia de Dios tiene que ser hecho por todo un pueblo. En lenguaje más sistemático tiene que decirse que no hay ninguna experiencia personal concreta que agote el misterio de Dios y que entre las experiencias personales concretas de todo el pueblo de Dios puede ir acercándose asintóticamente al encuentro con Dios en plenitud […] Nadie debería ser tan timorato que pensase no tener nada que ofrecer a otros de su propia fe, y nadie debiera ser tan presuntuoso como para pensar que no puede recibir para su propia fe la de los otros".(11)


De esta manera podemos decir que nosotros, somos templo de Dios, espacio de invocación y presencia que es a la vez acogido por Dios mismo como morada, templo “místico” del Señor, es decir, lugar consagrado. Como J. Daniélou afirma:

"El templo no es un simple edificio, sino el lugar consagrado; y si se le considera en sus perfecciononamientos sucesivos, lo primero es el templo cósmico, con la presencia de Dios en el universo; a continuación, el templo mosaico, habitación de Dios en el tempo de Jerusalén; después el templo crístico, presencia de Dios en la persona de Cristo; más tarde, templo místico, Dios en el corazón de los cristiano elegidos; y finalmente, el templo escatológico".(12)

Cuando oramos como pueblo y rogamos al Dios y Padre celestial en los tiempos de angustia, nos convertimos en espacio de consuelo y esperanza, pero no por nosotros mismos, sino por lo que la cercanía de Dios, un Dios que a veces se oculta y que en medio de su pueblo, sin embargo, está. Es el Dios de Jesucristo el que responde para sanar al enfermo, para perdonar el pecado, para liberar al oprimido y para levantar al caído. La oración en común es vital y da sentido a la iglesia, así frente a la búsqueda de Dios, la iglesia ha de ser una “iglesia santuario”, como dice Ronaldo Muñoz:

"Un espacio humano donde el pueblo y cada uno puede encontrarse con su Dios, una escuela de oración y adoración “en espíritu y en verdad”, un camino compartido para crecer en la fe y el conocimiento del Dios de la vida, del Dios del reino predicado y encarnado por Jesucristo. La capillas y los templos materiales pueden ser espacios de acogida y signos visibles. Pero es la comunidad misma, con sus rostros y su fraternidad concreta, con su oración y sus celebraciones bien “situadas”en la vida, la que tiene que constituir para el pueblo el”cuerpo” de Cristo” y el “templo del Espíritu”, el espacio humano donde encontrarse con el Dios vivo".(13)

Como podemos apreciar, la liturgia nos lleva a un plano colectivo, a una verdadera relación entre los miembros de una comunidad, entre el miembro y el cuerpo. Tomamos en nuestro destino, el destino de los demás.(14) Las oraciones arrastran a los presentes como una ola más allá de ellos mismos y del círculo familiar hacia la comunidad, aun hacia los ausentes, hacia la ciudad, hacia las naciones, hacia los que padecen y están sufriendo, hacia los que están en peligro, hacia los que agonizan. El culto no se deja centrar en una persona, en un individuo, siempre es compañerismo. Quizá por ello dijo Jesús “porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos” (Mt 18:20).


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1 Juan CALVINO Institución de la religión cristiana. III, xx, 28. 3ed. Trad. Cipriano de VALERA. Países Bajos, Feliré. 1986, p. 696.
2 Idem.
3 Xabier PIKAZA, El fenómeno religioso. Curso fundamental de religión. Madrid, Trotta. 1999, p. 244.
4 Ibid, p. 245.
5 Karl BARTH, La oración. Reflexiones sobre el Padrenuestro. Trad. José MÍGUEZ Bonino. Buenos Aires, La aurora. 1978, p. 18.
6 Ibid, p. 28
7 Juan CALVINO, op cit., III,xx,38, p. 707.
8 Angel GONZALEZ, La oración en la Biblia. Madrid, Cristiandad. 1968, p. 21.
9 Dietrich BONHOEFFER, Vida en comunidad. 5 ed. s/t. Salamanca, Sígueme. 1982. p. 63.
10 Ibid, p. 64
11 Jon SOBRINO, “Espiritualidad y seguimiento de Jesús”, en I. ELLACURIA Y J. SOBRINO, Mysterium liberationis. Conceptos fundamentales de la teología de la liberación. 2 ed. Madrid, Trotta. 1994, T. II, p. 474,
12 Citado en Rosino GIBELINI, La teología del siglo XX. Trad. Rufino Velasco. Santander, Sal Terrae. 1998, p. 205.
13 Ronaldo MUÑOZ, “Experiencia popular de Dios y de la iglesia” en J. COMBLIN, et al (comps.), Cambio social y pensamiento cristiano en América Latina. Madrid, Trotta. 1993, p. 169.
14 Cf. Paul EVDOKIMOV, Ortodoxia. Trad. Enrique PRADES. Barcelona, Peninsula. 1968, p. 263.

domingo, 16 de noviembre de 2008

RECORDANDO AL MAESTRO RAFAEL


Quisiera retomar lo que escribí anteriormente y darle gracias al Señor Jesús me haya concedido conocer a varios de sus siervos líderes latinoamericanos de los años 50 al 70 del siglo pasado, y compartir momentos imborrables y por ende educativos en mis pláticas con ellos. Líderes, Pastores y Teólogos que marcaron el derrotero de la Iglesia Presbiteriana en América Latina con sendos trabajos de cooperación evangelística, teológica, educativa y social.
Siendo un adolecente leí, estudié y aprendí de las diversas publicaciones de la Comisión de Cooperación Presbiteriana de América Latina que llegaban a casa por medio del correo postal. Hoy esa comisión lleva las siglas de AIPRAL, un cuerpo eclesiástico que cumplió cincuenta años de actividades y que por supuesto, festejamos con mucha alegría al formar parte de esa Alianza nuestra denominación.Bien, decía que con interesada avidez leía sermones, resúmenes, traducciones y exposiciones históricas de la Fe Reformada y el pensamiento calvinista. Publicaciones que siempre presentaba el Rev. Rafael Cepeda Clemente como secretario ejecutivo de la entonces CCPAL. Fue él quien presentó nuestro antiguo himnario (Igl. Nal. Presbiteriana de México) a toda latinoamérica, y desde luego, publicó también algunos de sus bellos y edificantes sermones que fueron de gran bendición para mi en la adolescencia.
Por lo que compartió con nosotros ya en sus últimos años de vigor en los años 90 y la gran amabilidad que mostró a este humilde servidor al obsequiarme y dedicarme sus dos últimos libros. Como parte del comité ejecutivo de la AIPRAL en la cual fungí como tesorero, quiero recordar a este gran maestro y lider espiritual del país Cuba. Recordarlo con gratitud al Señor por su gran aporte a la obra de Dios.
A los 89 años de edad, falleció en la Ciudad de La Habana el pastor presbiteriano, teólogo, profesor y fundador del Instituto de Estudios Bíblicos y Teológicos (ISEBIT), el Dr. Rafael Cepeda Clemente. Nacido en Cabaiguán, actual provincia de Sancti Spíritus, cursó estudios en el Seminario Teológico de Matanzas y en las universidades de La Habana y de Chicago. Fue un destacado pastor, profesor de Historia y Literatura, poeta y escritor que impartió conferencias en centros académicos de varios países de Europa y América. Dentro de su imperecedera obra destaca, de forma similar a la de José de la Luz y Caballero, la creación de instituciones para la formación de hombres.
El Dr. Cepeda, concibió un centro de estudios superiores y ecuménico para la formación de líderes laicos de las iglesias cubanas armados de una sólida preparación bíblica y teológica y de una amplia cultura histórica y literaria en la cual confluyeran Cristo y Martí, pero su propia mente quizá no llegó a concebir que al aceptar entre el alumnado, no sólo a las diferentes manifestaciones del cristianismo sino a también a otras formas de religiosidad, a no creyentes e incluso a ateos, estaba creando una institución para formar líderes de pensamiento en general.
El ISEBIT, una institución caracterizada por el respeto a la diferencia, la pluralidad y las libertades de pensamiento y expresión, es manantial, principio, génesis y compromiso social para el cambio; conceptos que concuerdan con la aspiración de su principal fundador y constituyen un significativo aporte al principal reclamo de la sociedad cubana actual: la formación y consolidación de una rica espiritualidad. Un lugar de encuentro democrático y participativo para crear un mundo mejor, donde todo es discutible, donde nada se impone, donde se arriba al cambio sólo como resultado de un proceso de reflexión y maduración personal. Un espacio único en su clase, donde se dan la mano lo bíblico, lo histórico, lo nacional y lo cultural.Como justo reconocimiento, la dirección del centro docente hizo pública la determinación de bautizar al ISEBIT con el nombre de su ilustre fundador “Rafael Cepeda Clemente”.

viernes, 31 de octubre de 2008

31 de Octubre: "DÍA DE LA REFORMA"

Ante una efemérides tan signficativa es importante volver a leer un artículo escrito por Plutarco Bonilla, y que se publicó hace dos años en

(http://www.lupaprotestante.com/)

lo que escribió el profesor Bonilla sigue siendo relevante para todas las iglesias cristianas, especialmente para las comunidades cristianas "hijas" de la Reforma.


"Hoy se celebra el “Día de la Reforma”. Y la Reforma, de la que de alguna manera somos herederos (aunque muchos protestantes no quieran reconocerlo y renieguen incluso del calificativo de “protestantes”), fue una revolución del pensamiento que, por su propia naturaleza, tenía una fuerza explosiva interna que se expresó en la transformación de la vida de los pueblos y de las personas que los constituían y que la aceptaron" (Plutarco Bonilla)

miércoles, 15 de octubre de 2008

¿Ministerios femeninos? o La participación de la mujer en el ministerio


He leído de nuevo una de las publicaciones del STPM llamada "Tiempos de hablar" -Reflexiones en torno a los ministerios femeninos. En este libro publicado hace una década, es interesante notar que en el mismo título está presente la duda, la predisposición al machismo y el feminismo exacerbado cargado de pesimismo. Es interesante, desde luego, notar la falta de tacto, disciplina y comprensión de lo que era la iglesia nacional en esa época -y tal vez hasta ahora. Los exponentes creen estar descubriendo América y por ende se dan gusto oyéndose ellos mismos. No entendiendo que todo lo que expresan es parte del proceso que el mismo pueblo presbiteriano está experimentando y ha anhelado en cuanto a la participación de la mujer en el ministerio cristiano (a diferencia de Los ministerios femeninos). Lo preocupante es el contexto donde se generó la publicación, porque está lleno de resentimientos, amarguras, falta de conocimiento del pueblo que conforma nuestra iglesia en todo el país, falta de información en cuanto al estatus socio político, cultural, educativo y económico de las familias miembro. Ignorancia crasa de lo que es nuestra iglesia.


Como pastor y compañero de mujeres que trabajan arduamente en la obra del Señor, creo que no es justo poner pensamientos, ideas y palabras en quienes saben que no es con el feminismo predispuesto que se dará la ordenación de la mujer. Como cristianos debemos tener sentido de perspectiva histórica a la luz de la activa participación de Dios en los sucesos de este mundo, ya que el cristiano está capacitado para ver lo que otros no ven. Pero esta evidencia no debe ser motivo de ostentación, ni de orgullo fatuo, sino de humildad y de responsable dedicación a la tarea que nos es propuesta. Si Jesucristo estuvo en este mundo antes que nosotros, si él nos precedió y nos dio el ejemplo de cómo proceder, basta conque estemos a tono con él, y todo saldrá bien. Él sabe con anticipación qué debemos decir y qué debemos de hacer. No se necesita ser "doctor" para darse cuenta que todos y todas somos real sacerdocio, nación santa con un propósito, con una misión profética. Pero sí es necesario ser humildes para reconocer la falta de conocimiento bíblico y el buen discipulado en las iglesias. La falta de disciplina formativa en los seminarios, donde la preocupación de algunos maestros es la de preparar activistas evangélicos que verdaderos siervos y siervas en compromiso serio con su Señor y la proclamación del Evangelio de Salvación. Porque Él necesita hombres y mujeres con un claro llamamiento y vocación de servicio en sacrificio vivo. Él no busca promotores políticos, ni activistas sociales cargados de proyectos intangibles, sin sentido, ni objetivo.


Lo que se nos presenta como "Tiempos de hablar", no es más que el sentir de personas que no viven el proceso histórico de nuestra iglesia, que más están listos a levantar polvo que unirse a la voz dulce, sabia, edificante y conciliadora de una comunidad noble, pero no ignorante; humilde, pero no subyugada, como lo quieren hacer entender algunos de los de los escritores de los temas. Si alguna mujer pregunta hoy día ¿QUÉ OTROS MÉRITOS HAY QUE HACER PARA QUE UNA MUJER SEA ORDENADA?, no hemos de volvernos histéricos por cosa tan natural. "Cada uno -dijo el abuelo- tiene que sudar su propia calentura". La iglesia no puede ver con malos ojos el que alguien exprese el anhelo de su corazón. La iglesia no puede apañar el clericalismo, ni el machismo, al pueblo cristiano no puede impedírsele que logre su madurez espiritual, cultural, política y social. Y esta madurez espiritual es sanidad y constructividad, no es un fanatismo teológico, pseudo intelectual generador de odios, disolvente por completo. Y con esto, hay que tener mucho cuidado y detenerlo, porque muy bien pudiera ser la ruina total de la iglesia. Y no podemos llevar al pueblo presbiteriano mexicano -generoso y querendón- a un clima de amarguras y de odios inútiles.


Pero, bueno, vamos a salir cuanto antes de esta tembladera. El lugar de la mujer (VARONA) ya está definido desde el principio de la creación. No tenemos que recurrir al estudio de tiempos antiguos y aclaraciones de viejas notas discordantes dadas en el pasado respecto a la supuesta IDONEIDAD de la mujer entendiéndose como apoyo. LA MUJER ES RESPONSABLE JUNTO CON EL HOMBRE DE LA CREACIÓN, Y POR LO TANTO, CON LAS MISMAS POSIBILIDADES EN EL CAMINAR DE LA HUMANIDAD. A medida que la vida espiritual crece y la educación avanza, las desigualdades de sexo, género, clase, etc., desaparecen. Y eso es lo que tenemos que hacer, educar, pero con el inteligente y humilde espíritu de Cristo, donde se puede hallar esa tolerancia que es raíz directa de la armonía y de la paz, donde todo ser humano respeta la dignidad de los demás. Y es en el espíritu de Cristo donde desaparecen las castas, los privilegios, los favoritismos, los abusos y toda clase de injusticia.


No necesitamos introducir inyecciones de novedad, o ideas de presión de extranjeros, que quisieran tuviésemos la desgracia de la división que ellos han vivido en su iglesia al no entender que lo que más necesitamos, es volver a las viejas verdades de que, "el que cree en Cristo es una nueva criatura", y de que, "esta es la victoria que vence al mundo: Nuestra fe". Creo que nuestra iglesia presbiteriana de México -por gracia de Dios- ha roto ya la barrera del temor, y ya hay clarinadas que anuncian la aurora de un nuevo día por la visión de una nueva iglesia. La hora ha llegado cuando una nueva estrategia es indispensable, una estrategia que nos permita visualizar la obra en su totalidad, pero bien encajada en el momento mexicano que nos ha tocado vivir. Recordando, sobre todo, que la iglesia no es nuestra, y que la misión de la iglesia tampoco nos pertenece: Porque nosotros, y la iglesia, y todos los reinos de este mundo, somos del Señor y de su Cristo, a quien sea la honra y la gloria, y el imperio por siempre. Amen

sábado, 4 de octubre de 2008

LECTURA DEL SIGLO XX (1956)-Publicación de la CCPAL hoy AIPRAL

LA REFORMA Y EL PRESBITERIANISMO

La Iglesia sencilla y piadosa del Nuevo Testamento, andando el tiempo, escaló altas posiciones políticas en el imperio Romano, y con estas dudosas conquistas se inició un turbio período de varios siglos, durante el cuál la Iglesia se alejó cada vez más de sus raíces bíblicas. No debemos pensar, sin embargo, que desde esta temprana época hasta la Reforma del siglo XVI, el cristianismo se mantuvo completamente desfigurado y corrompido. A través de todo el tiempo, como una irrompible cadena que llega hasta nuestros días, hubo verdaderos seguidores del Señor que se mantuvieron al amparo de la revelación sagrada. Como representante de estos grupos pudiéramos mencionar a los albigenses, los petrobrusianos, los cristianos célticos de Escocia e Irlanda, los independientes escoceses, los lolardos, los evangélicos de Bohemia, los valdenses, que existen hasta el día de hoy, y muchos otros más que harían la lista interminable.
Los propulsores de todos estos movimientos anteriores a la Reforma hicieron un valioso aporte a la Iglesia Reformada, pues por medio de ellos se hizo asequible el verdadero espíritu de la Iglesia Primitiva. El gobierno representativo, en oposición al injusto gobierno monárquico, la doctrina de la gracia y la permanencia de la fe, en oposición a la corruptas indulgencias, fueron factores que identificaron a la Iglesia protestante con la Iglesia Novotestamentaria que se mantuvo firme aún en medio de las más negativas circunstancias.
Todos estos grupos se mantuvieron firmes, es cierto, en medio de las más turbulentas épocas, pero también es cierto que la mayor parte del cristianismo se convirtió en una burda religión pagana, y que se imponía una drástica revolución para determinar, sin asomos de duda, el verdadero carácter de la Iglesia. Esta revolución se produjo en el siglo XVI y sus efectos, que perduran hasta hoy, se mantendrán para siempre.
La Reforma Religiosa del siglo XVI alcanzó tres diferentes esferas de influencias renovadora: política, eclesiástica y espiritual, y sus transformaciones fueron tan profundas que puede afirmarse que este movimiento alteró el curso de la humanidad. Los principios religiosos que inspiraron la Reforma son varios y comunes a la diversas ramas futuras del movimiento reformador. Pudiéramos hacer mención de algunos de ellos que encajan perfectamente en las doctrinas de nuestra Iglesia como parte del protestantismo.
1) El protestantismo, en todas sus formas históricas, insiste en la posibilidad de una relación inmediata del hombre con Dios. Esta relación descansa sobre la gracia inmerecida de Dios, revelada a los hombres en Jesucristo y recibida por ellos mediante la fe en El.
2) El protestantismo, en sus diversas expresiones, sostiene que las Escrituras constituyen la norma decisiva de autoridad espiritual.
3) Todos los protestantes concuerdan en que existe un sacerdocio universal de los creyentes. Puesto que todo cristiano puede recibir por la fe el don del amor redentor de Dios en Cristo, según lo manifiesta la Escritura, no está subordinado a ritos sacerdotales o eclesiásticos, sino que puede ejercer el derecho y el deber del juicio privado. En este sentido el protestantismo es fundamentalmente un movimiento de preservación de la individualidad.
4) Todos los protestantes acentúan la importancia de la libertad religiosa resisten a la coerción, sea ella del poder civil o eclesiástico, en asuntos de fe y prácticas religiosas.
5) El protestantismo tiende a la revaloración de la vida común y el trabajo. No conoce de una separación básica entre vocaciones "religiosas" y "seculares". Considera a todos los hombres responsables individualmente ante Dios, con el privilegiado deber de servirle por medio de toda la vida, cualquiera que sea el campo en que ésta se desenvuelva.
6) El protestantismo cree en la Iglesia, ya que se énfasis en el valor individual no le impide sus énfasis en la necesidad de la congregación de los creyentes.
DIVERSAS CORRIENTES DE LA REFORMA
La Reforma del siglo XVI se inicia históricamente el 31 de octubre de 1517, cuando Lutero clava en las puertas del Templo de Wittemberg sus famosas 95 tesis contra la venta de indulgencias, a fin de provocar una discusión académica, de acuerdo con la costumbres de la época.
De la Reforma partieron diferentes corrientes que permanecen hasta el día de hoy. Los historiadores coinciden en afirmar que se produjeron cuatros tipos principales de tradición protestante durante los siglos XVI y XVII. Estos tipos hallaron expresión en los movimientos luterano, anglicano, reformado y en los movimientos independentistas.
La tradición luterana, que tiene como raíces los principios de Martín Lutero, es la más antigua de la Reforma. En 1529 apareció el Catecismo de Lutero y en 1530 la Confesión de Augsburgo, que veinticinco años más tarde se convirtió en la constitución de la Iglesia Luterana.
La tradición anglicana, que coincide con la Reforma, es bien diferente de las otras tradiciones. La Iglesia anglicana es más litúrgica que confesional. Ha hecho se generoso aporte al movimiento evangélico, al igual que las otras ramas del protestantismo.
Otras tradiciones protestantes, las que se conocen con el nombre de independientes, podemos hallarlas en los movimientos radicalistas que fueron surgiendo de las ramas principales. En su mayoría carecen de guías famosos, pero se trata de movimientos que relacionan la mayoría de su actividades con algunos énfasis determinados que se toman como elementos básicos.
Algunos historiadores incluyen entre las tradiciones protestantes lo que dan el llamar la tradición metodista. En cierto sentido el movimiento religioso que debe su origen a Juan Wesley no tendría el mismo derecho que los de Lutero, Zwinglio, y Calvino, a integrar estas tradiciones. Apareció demasiado tarde para ser clasificado como un movimiento reformista: comenzando con la experiencia mística de Juan Wesley, en 1738, sigue a Lutero a más de dos siglos de distancia. Sin embargo, no puede negarse que el metodismo es un movimiento de características muy notables en la historia del protestantismo.
La tradición reformada, estrechamente ligada a la personalidad de Juan Calvino, es la de mayor interés para quienes pertenecemos a la Iglesia Presbiteriana. El calvinismo constituye un movimiento de características propias dentro de la Reforma. Aportó la estabilidad intelectual y disciplina de que careció el proceso reformador en su orígenes. La personalidad y superior inteligencia de Juan Calvino contribuyeron a dar definitiva solidez al más completo sistema teológico protestante y a la forma de gobierno presbiteriana, eminentemente bíblica.
Como sistema teológico el calvinismo fue el más lógico, el más completo y el más consecuente con la Reforma. Se base en la soberanía de Dios, y de este principio fundamental surgen los demás elementos del sistemas, tales como los decretos, la elección, la seguridad de los creyentes, la impotencia espiritual de los no regenerados, etc. Fundamenta todo en Dios, que es la autoridad que todo lo domina. El hombre es enteramente impotente para salvarse a sí mismo. Su salvación se logra por la soberana voluntad de Dios. La elección divina es el principio de la salvación, y la razón de esta elección está oculta en la inescrutable voluntad del Señor. El calvinismo es un sistema teológico rígido e inflexible, pero inspira a los hombres absoluta confianza en Dios y les muestra la realización de un poder divino que imparte audacia y fortaleza para la lucha titánica que pasa sobre quienes se esfuerzan en conseguir el definitivo triunfo de la verdad.
Nada hay que domina con tanta fuerza la mente de un hombre y afecte tan intensamente su carácter, como sus ideas de Dios. Ellas dan color a todos los demás pensamientos. Los conceptos que tenemos respecto a Dios ejercen una influencia dominante en la formación del carácter y constituyen un poder regulador de la conducta cotidiana. Una teología calvinista es sólida y bíblicamente autoritaria. Tal vez sea ésta la causa principalísma de la poderosa influencia del calvinismo en la sociedades donde se ha desarrollado como sistema teológico y eclesiástico.
Como sistema de gobierno eclesiástico el calvinismo es democrático-representativo. Consistía en una serie de cuerpos representativos, desde el presbiterio hasta la asamblea general. Estos cuerpos ejercían funciones legislativas, ejecutables y judiciales, derivando su autoridad del pueblo, y no del gobierno civil.
Una de las características del calvinismo, además de las ya mencionada de un sólido sistema teológico y del gobierno presbiteriano que les es propio, es la del celo intelectualista del movimiento. Donde quiera que resultaba posible, el calvinismo creó una iglesia nacional con un equipo apto para la preparación de los obreros.
El calvinismo se desarrolló con abrumadora rapidez, y alcanzó casi todos los países europeos con su influencia. Tratándose de que la Iglesia Presbiteriana es fundamentalmente calvinista, vamos a referirnos, aunque sea brevemente, a la vida y obra de Juan Calvino, para pasar después a estudiar la extensión del presbiterianismo.
JUAN CALVINO
Juan Calvino nació en Noyón, un pueblo de Francia situado a unos cientos cuarenta kilómetros de París, el 10 de julio de 1509. Su padre, Gerardo Chauvin, en virtud de los cargos importantes que desempeñaba como secretario del obispo de Noyón, abogado del cabildo y procurador fiscal del condado, mantenía buenas relaciones con las familias nobles y el alto clero de la región, aun cuando fuese hijo de una familia humilde. Su madre, Juana Le Franc de Cambray, era una mujer piadosa y celosamente cumplidora de sus deberes religiosos. El ambiente de los primeros años del Calvino fue, por tanto, de extrema religiosidad, situación que de seguro influyó en su futuro carácter austero y autoritario.
Su padre había planeado para él la dedicación al sacerdocio y le proveyó la mejor preparación intelectual de la época. Ya a la edad de catorce años Calvino había ingresado en la Universidad de París, donde estudió Latín, Lógica y Filosofía. Pero al fin decidió estudia Leyes y pasó posteriormente algunos años en las Universidades de Orleans y Burgues, bajo la orientación de los más conspicuos profesores franceses.
Después de la muerte de su padre, Calvino se sintió libre para seguir sus propias inclinaciones, y se dedicó devotamente al estudio de la Literatura. El primer libro que salió de su pluma fue un comentario al Tratado de la Clemencia, de Séneca, y en esta obra Calvino cita a cincuenta y seis autores latinos y a veintidós griegos, lo que nos da una idea del profundo conocimiento literario que llegó a poseer.
La fecha exacta en que se produce la conversación de Calvino nos es desconocida, pero se estima generalmente que esto sucede a fines del año 1533. En su comentario sobre el libro de los Salmos, Calvino nos informa que su conversación fue súbita, pero no nos dice en parte alguna el tiempo ni el lugar en que ella se verificó.
En marzo de 1536, estando Calvino en Basílea, ve la luz la primera edición de su obra magna: La institución de la Religión Cristiana. Este libro, en su aparición inicial, era un trabajo compendido, cuya finalidad fue la de dar a conocer el pensamiento protestante a quienes perseguían a los reformadores sin entender ninguna de sus ideas. Este libro fue revisado posteriormente y logro publicarse en cinco ediciones diferentes.
Son tan determinantes sus afirmaciones y tan lógica y clara su exposición, que influencia ha alcanzado a todos quienes han pensado teológicamente después de Calvino. La persecución en Francia continuaba su marcha macabra y Calvino, en compañía de mucho otros protestantes, se vio en la necesidad de huir de su país natal para acoger a la protección de la sección protestante de Alemania. La ruta más segura para emprender este viaje era a través de Suiza, y es así que vemos a Calvino, en una noche de agosto de 1536, deteniéndose en Ginebra para disfrutar de algunas horas de descanso. Lejos estaba él de saber que aquella escala cambiaría el rumbo de su vida.
Guillermo Farel, un laborioso pastor protestante, había comenzado trabajo religioso en Ginebra en 1532, y había logrado hacerse de una notable congregación. En la ciudad, sin embargo, hacía falta la autoridad de un verdadero guía, y en cuanto al pastor ginebrino supo de la cercana presencia de Calvino, fue a pedirle que se quedase allí para servir a Dios. Al principio Calvino rechazó el ofrecimiento, pero al fin accedió y con la sola excepción de tres años que pasó exilado en Alemania, vivió el resto de sus días en una ciudad a la cual llegó para descansar una sola noche.
Juan Calvino inicia sus labores en Ginebra en Septiembre de 1536, predicando un sermón en la Catedral de San Pedro, y en seguida emprende su tarea reformada, logrado implantar un sistema bíblico de gobierno en la Iglesia, y logrando prepara a centenas de hombres que más tarde regarían por toda Europa la más sólidas doctrinas cristianas. Probablemente el impacto del calvinismo en Ginebra fue demasiado fuerte, de tal forma que el reformador francés fue mal entendido, creándose una tensa situación en toda la ciudad. En abril de 1538 se les obligó, tanto a él como a Farel, a abandonar la ciudad. Esta experiencia, que para otros hubiese sido estimada como una fracaso, fue convertida por Calvino en una gran oportunidad para renovar estudios y relaciones.
Cerca de tres años pasó Calvino en Estrasburgo. En esta ciudad público la segunda edición latina de los institutos, publicó su comentario sobre la Epístola a los Romanos, y editó el Tratado sobre la Cena del Señor. Y precisamente, en Estrasburgo se casó el reformador, en Septiembre de 1540, con Idelette de Bure, viuda de Juan Stórder, predicador anabaptista. Por ese tiempo Farel aceptó el pastorado de la Iglesia de Neuchátel, donde pasó gran parte de su ministerio, falleciendo en 1565 a los setenta y seis años de edad, un año después de la muerte de Calvino.
Durante la ausencia de Calvino las cosas en ginebra no marcharon del todo bien, y por fin el Consejo Municipal, a mediados de 1540, envió un emisario a Estrasburgo para invitar oficialmente al reformador a que regresara a Ginebra. Calvino se resistió a regresar, pero estimando que debía acatar la voluntad de Dios, volvió a Ginebra el 13 de Septiembre de 1541. En esta ciudad estuvo hasta el fin de sus días.
La tarea efectuada por Calvino fue abrumadora. Hizo funciones de predicador, escrito, polemista, reformador, maestro, consejero, teólogo, exégeta, etc. Logró, por medio de su férrea voluntad, crear en Ginebra un verdadero estado teocrático, donde la ley primera era la Palabra de Dios, y su influencia directa llegó a centenas de hombres que más tarde propagaron el calvinismo por todos los ámbitos del mundo. Es difícil armonizar la débil y quebrantada salud de Calvino, con la gigantesca y perdurable realización de su obra. El reformador murió relativamente joven. El 6 de Febrero de 1564 predicó su último sermón y falleció el 27 de mayo del mismo año. Calvino, antes de morir, hizo prometer a sus más cercanos amigos que no colocarían monumento alguno sobre su tumba, y de tal manera fue esto así, que hoy no sabemos descansan los restos de la más brillante figura de la Reforma religiosa del siglo XVI.
La Iglesia Presbiteriana se debe en mucho a Juan Calvino. Ya establecimos anteriormente que las verdaderamente raíces del Presbiterianismo proceden de la Sagradas Escrituras, pero hemos referido que las doctrinas propias de nuestra Iglesia permanecieron durante siglos pretéridas y despreciadas, por la imperdonable actitud de una cristiandad completamente desfigurada. Calvino resucitó los adormecidos principios y doctrinas del presbiterianismo, y organizó de nuevo la iglesia Presbiteriana de acuerdo con las normas escriturarias. Esto sucedió hace alrededor de 400 años (al día de hoy serían 469).
La influencia de Calvino es mucho más amplia que los que generalmente suponemos. Las doctrinas y principios que él sostuvo proporcionaron las bases para el establecimiento de la república holandesa, la rebelión de Escocia contra María Estuardo, la revolución puritana en inglaterra, y en parte, las revoluciones norteamericanas y francesas. Ranke, el notable historiador alemán afirma categóricamente: "Calvino es el verdadero fundador de América", y D'Aubigne, el insigne historiador frances, opina: "Calvino ha sido el fundador de las más grande repúblicas". Sin duda alguna, su aporte al concepto humano de la libertad tiene generosas implicaciones, y su interés bíblico en el gobierno presbiteriano es la pristina fuente de donde han surgido las democracias representativas que en el mundo han sido.
CONCLUSIONES Hemos visto que los verdaderos orígenes de la iglesia Presbiteriana hay que buscarlos en la Biblia, pero hemos expresado también que su conformación actual proviene de la poderosa obra reformadora de Juan Calvino. La tarea de Calvino no es precisamente la de un inventor. El mérito más notable del reformador consistió en que interpretó la Biblia para armonizar con el sentido bíblico, tanto la doctrina como el gobierno de la iglesia. La extensa familia presbiteriana incluye a todas las iglesias reformadas del mundo. El apelativo de "reformados" es una indicación del énfasis doctrinal. Especialmente en Europa se usa el nombre de reformados en lugar del de presbiterianos, para designar a las iglesias de tradición calvinista.
Sería muy interesante conocer, aunque sea superficialmente, el desarrollo histórico del presbiterianismo. De esta forma nos sentiríamos legítimamente orgullosos de nuestra herencia protestante.

HISTORIA DESDE OTRA PERSPECTIVA


CALVINISMO y CALVINO
Por N.A. Weber
Tomado de la Enciclopedia Hispánica


1. CALVINO, JUAN

Calvino, cuyo nombre francés era Jean Cauvin o Calvin, nació en Noyon, localidad de la Picardía, en el norte de Francia, el 10 de julio de 1509. Hijo del secretario del obispado de su ciudad natal, cursó estudios de humanidades en famosos colegios parisienses y más tarde de leyes en las universidades de Orleans y Brujas, donde tuvo como maestros a importantes pensadores de la época. En 1532, Calvino evidenció sus sólidos conocimientos de latín e historia con su edición del tratado de Séneca De clementia (Sobre la clemencia).

Poco después de publicar esta obra, Calvino se convirtió al protestantismo, pero cuando el grupo de teólogos reformadores al que pertenecía fue ilegalizado en Francia, abandonó París. A principios de 1535 se instaló en Basilea, Suiza, y allí apareció al año siguiente su obra fundamental, Christianae religionis institutio (Instituciones de la religión cristiana). Se trataba de un brillante resumen de las doctrinas protestantes, donde, entre otras cosas, postulaba la predestinación de los elegidos, rechazaba los sacramentos tal como los entendía el catolicismo y esbozaba un nuevo esquema de organización para la nueva forma del cristianismo. Con esta obra, traducida al francés en 1541, Calvino se convirtió en uno de los principales teólogos protestantes.

Todavía en 1536, tras un breve viaje a Italia -donde mostró su talento político para atraer el apoyo de los poderosos hacia el protestantismo-, al pasar por Ginebra fue invitado a permanecer en ella. La ciudad había adoptado recientemente el protestantismo pero carecía de una doctrina y una organización. Calvino permaneció allí dos años, pero elaboró un código litúrgico y moral que pareció tan severo que fue expulsado por el consejo ginebrino.

Desde 1538 hasta 1541 residió en Estrasburgo, donde creó una nueva liturgia y asentó nuevas instituciones parroquiales, al tiempo que dirigía personalmente una congregación. En esos años participó en varios concilios entre católicos y protestantes y conoció a importantes teólogos luteranos como Melanchton y Martín Lutero.

Mientras tanto, Ginebra se debatía entre el caos interior y la amenaza católica externa, y volvió a llamar a Calvino. Éste, a su regreso, aplicó sus ideas religiosas, de gran austeridad, y por medio de las Ordenanzas eclesiásticas organizó la iglesia de Ginebra, que sería la base de todas las iglesias del protestantismo reformado.

A partir de 1550 se dedicó sobre todo a apoyar a otros grupos protestantes afines a sus tesis y a proporcionar coherencia a su doctrina. En 1559 apareció la versión latina definitiva de las Instituciones -un año después vería la luz la francesa-, en donde establecía sus diferencias teológicas con el luteranismo. Bajo su influjo, y el de la academia que fundó en Ginebra, esta ciudad se convirtió en el centro principal del protestantismo europeo.

Juan Calvino murió en Ginebra el 27 de mayo de 1564, lo que no impidió la continua expansión de las iglesias reformadas.


2. EL CALVINISMO

Dentro del protestantismo, el calvinismo se caracteriza por llevar hasta sus últimas consecuencias lógicas la soberanía absoluta de Dios y por haber logrado una prudente, pero estricta, organización humana en sus iglesias.

Una segunda Reforma

Juan Calvino llevó a cabo una "segunda Reforma". Sus intenciones y sus esfuerzos se encaminaron a reunificar las diversas tendencias protestantes, y logró atraer a los seguidores de Huldrych Zwingli (también conocido como Ulrico Zwinglio) en el Consensus tigurinus (1549); sin embargo, consumó de hecho la ruptura con el luteranismo, y dio lugar, en paralelo con éste y con el anglicanismo, al tercer gran grupo dentro del protestantismo. En Europa, las iglesias calvinistas reciben por lo general el nombre de reformadas, mientras que en el resto del mundo se conocen como presbiterianas.

Organización de iglesias locales. Rechazado durante su primera estancia en Ginebra debido a la rigidez de la disciplina impuesta, Calvino fue llamado de nuevo por el consejo de la ciudad en 1541. Revestido de autoridad, hizo publicar las Ordenanzas eclesiásticas, que posteriormente sirvieron de modelo para la fundación de otras iglesias locales. Las ordenanzas confiaban la actividad eclesial a cuatro grupos: los pastores, elegidos por el pueblo, se encargaban de predicar la palabra de Dios y se reunían semanalmente en congregación y mensualmente en sínodo; los doctores se dedicaban a la enseñanza; el presbiterio -"ancianos" laicos- mantenía la disciplina; y los diáconos se cuidaban de las tareas asistenciales. El consistorio -que en Ginebra tenía carácter de consejo de la ciudad- estaba formado por seis pastores y doce ancianos; podía sancionar las faltas leves a la disciplina o pasar la acusación a los tribunales civiles.

La denominación de iglesia presbiteriana procede precisamente de la institución del presbiterio de "ancianos" laicos con poder disciplinario, en contraposición a la autoridad que otras iglesias conceden al obispo.

La "ciudad-iglesia". La supremacía del poder religioso sobre el poder civil granjeó a Ginebra la denominación de "ciudad-iglesia". El afianzamiento de la iglesia se debió al celo de la constante predicación de Calvino, a la prestigiosa Academia Teológica que fundó -basada en las humanidades grecolatinas y en la exégesis (interpretación) bíblica- y a la rigidez de la disciplina impuesta mediante castigos y destierros. Se trataba de una organización de elección democrática, pero de férrea exigencia.

La expansión. Calvino acogió a los refugiados franceses de fe protestante, y entre ellos eligió misioneros que regresaran a fundar otras iglesias locales. Conforme al principio de autonomía, éstas fueron estableciendo sus propias bases doctrinales y organizativas: confesión galicana (1559), escocesa (1560), belga (1561), hasta que se redactó de común acuerdo la confesión helvética (1566).

Las guerras de religión que se desencadenaron dejaron triste recuerdo en la noche de San Bartolomé (1572), en que murieron miles de hugonotes, y no terminaron hasta el Edicto de Nantes (1598).

En los Países Bajos, los calvinistas favorecieron la rebelión contra Felipe II de España. En Escocia, el calvinismo -o puritanismo, nombre que recibió por su rigor doctrinal- tuvo desde el principio gran apoyo gracias a la labor del reformador John Knox, que hizo del presbiterianismo la religión oficial. En Inglaterra, tras el período de la revolución puritana de Oliver Cromwell, la iglesia presbiteriana fue prohibida por el anglicanismo oficial, y sólo en 1688 se le permitió de nuevo libertad de culto.

Los puritanos ingleses exiliados llevaron la iglesia presbiteriana a Nueva Inglaterra, colonia de la costa atlántica de los posteriores Estados Unidos. Los propios ingleses y los holandeses extendieron el calvinismo por diversos países de su imperio colonial, sobre todo en lo que sería más tarde la República de Sudáfrica.

Doctrina teológica

El hombre bajo el peso de Dios. La doctrina de Calvino se polariza en la soberanía de Dios: "Sólo a Dios la gloria". La justificación y la santificación del hombre son obra exclusiva de Dios, que predestina a unos hombres para la salvación "antes de tener en cuenta sus méritos" futuros, y lo consigue concediéndoles gracias eficaces e irresistibles que aseguran su perseverancia hasta el final. Cualquier contribución humana disminuiría la absoluta soberanía de Dios. En consecuencia, Calvino tuvo que admitir también que los pecadores, los condenados, no habían escapado a la eficaz voluntad divina: Dios los había predestinado a la destrucción antes de prever sus pecados y, en la doctrina calvinista más rígida, incluso antes de prever el pecado original de Adán en el Paraíso. De acuerdo con esta doctrina, sólo se admiten dos sacramentos, el bautismo y la eucaristía, pero su carácter es meramente simbólico y no proporcionan la gracia.

El conocimiento en el hombre no es sino las ideas puestas por Dios en él; Dios es la "única fuente de la verdad", y principio real de las acciones humanas. El hombre sólo es instrumento de los planes de Dios.

La palabra de Dios. La fuente de la verdad es la Sagrada Escritura, la palabra de Dios, iluminada por el Espíritu Santo e ilustrada por la predicación. Calvino aceptaba los primeros concilios y la doctrina de san Agustín contra el hereje Pelagio -que negaba la necesidad de la gracia divina en favor del libre albedrío-, pero rechazaba el magisterio de la Iglesia Católica y acusaba de idolatría a la jerarquía de Roma.

Iglesia y sociedad. La iglesia tiene "poder supremo para someter a la obediencia y al verdadero servicio de Dios a todos los cristianos, impidiendo y corrigiendo los escándalos. El cristiano santificado está en manos de Dios, no teme a ningún poder civil; su valor es un signo de su justificación, al igual que la prosperidad exterior y la riqueza. Estas ideas llevaron a lo que se ha denominado "la ética de la economía": "El oro y la plata son buenas criaturas a las que puede darse buen uso." El interés, considerado entonces como usura, era permitido hasta un 5 %.
La pequeña burguesía se sintió pronto a gusto con este arquetipo calvinista de ciudadano laborioso y ahorrador predestinado por Dios, y sociólogos como el alemán Max Weber han analizado esta circunstancia como una de las fuentes del capitalismo. En el ámbito político, la doctrina de la predestinación ha llevado en ocasiones a situaciones de segregación de aquellos no considerados "predestinados", mas por otro lado la adopción del régimen electivo calvinista ha favorecido la instauración de gobiernos democráticos.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Nuestras raíces: IDOLATRÍA Y DIVISIÓN


Al estudiar la historia de México, encontramos una incógnita: Que unos cientos de españoles pudieron conquistar al imperio Azteca, una civilización en extremo poderosa y desarrollada. ¿Cómo fue posible tal hazaña? La respuesta es que los conquistadores fueron considerados dioses por los nativos y ellos aprovecharon esta idolatría por sus personas, mas el descontento entre los pueblos tributarios de los aztecas para lograr que los unos lucharan contra los otros.

Esto nos revela dos claves del dominio de las tinieblas en nuestro país durante tanto tiempo: LA IDOLATRÍA DEL LIDERAZGO Y LA DIVISIÓN. En Lucas 11:21 y 22 el Señor Jesús nos enseñó que debemos quitar al enemigo las armas en que el confía. Por lo tanto debemos atacar las fortalezas espirituales y los pecados de nuestra nación. Si no lo hacemos, nos encontraremos peleando las mismas batallas vez tras vez sin una victoria definitiva, tanto en la iglesia como en nuestra lucha por alcanzar a los perdidos.

La división ha caracterizado nuestra vida social y nacional desde el principio. El sistema de castas establecido durante la época colonial produjo una impenetrable barrera entre las clases sociales. Una vez iniciada la lucha por la independencia, México se vio sumido en una serie de guerras civiles que dividieron la recién nacida república durante cerca de sesenta años. Pesaban más las ideologías y las personalidades que el bienestar de la nación. Presidentes entraban y salían. Naciones extranjeras se apoderaban de los recursos del país y México se hundía en la mas abyecta pobreza.

En el período de la revolución México volvió a experimentar esta división interna. Nuestros héroes estaban en pugna entre sí mismos: Zapata contra Madero, Venustiano Carranza contra Pancho Villa, y Obregón en contra de todos. La idolatría por los diversos caudillos dividió a los mexicanos con una intensidad cuyo resultado fue miles de muertos y décadas de retraso en el desarrollo del país. Viendo esto podemos entender cómo una nación con tan grandes recursos naturales y humanos haya permanecido por siglos en el subdesarrollo.

Al estudiar las cartas del apóstol Pablo a los Gálatas y a los Corintios encontramos que la idolatría va de la mano con la división. En Gálatas 5:20 la idolatría está enumerada junto con las enemistades y pleitos como obras de la carne relacionadas entre sí (en la idolatría el hombre exalta a la criatura por encima del Creador, Romanos 1:25; en la división el hombre se exalta a sí mismo por encima de su prójimo). Por su parte los corintios idolatraban a sus líderes espirituales y como consecuencia estaban profundamente divididos.

Esta misma situación está afectando fuertemente a la iglesia mexicana, y muchos creyentes tendemos a depender demasiado de algún caudillo espiritual. Sentimos la necesidad de tener su aprobación para sentir que Dios nos valora y nos aprueba (muy común entre católicos romanos con su referido papa, cardenal, obispo y sacerdote). Se termina más enfocando en nuestro líder, denominación o doctrina, que en La Salvación en Cristo. Como resultado dividimos el cuerpo de Cristo rechazando aquellos hermanos nuestros que no piensan igual que nosotros. Entonces empiezan los celos, envidias, críticas y enemistades que destruyen la Obra de Dios.

No se mal entienda creyendo que estoy diciendo que no hay necesidad de una sumisión sana a los líderes que Dios ha levantado y un respeto para ellos. ¡De ninguna manera! Debemos tener una relación realista y bíblica con los líderes espirituales que el Señor ha puesto en nuestra vida; debemos reconocer el don de Dios sobre ellos y unirnos a la visión que Él les ha dado. En lo que Dios nos ha permitido viajar por el mundo, podemos decir que la iglesia mexicana tiene uno de los peores problemas de división y sectarismo. Es una fortaleza espiritual que está estorbando la sana proclamación del Evangelio de Salvación que es en Jesucristo el Señor.

Santiago 3:16 dice que: "Donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa". En otras palabras, cuando hay división y conflictos entre los creyentes, líderes o iglesias, el diablo tiene la libertad absoluta para hacer lo que quiera. Nuestras oraciones, trabajo y dádivas pierden su efectividad cuando dividimos a la iglesia mediante palabras, acciones y actitudes que levantan tradiciones y organizaciones en vez del glorioso nombre de Cristo el Señor.

Con razón la Escritura nos amonesta diciendo que "es abominación a Dios quien siembra discordia entre hermanos".
Con razón el apóstol Pablo dedicó dos extensas epístolas a los Corintios para tratar con la idolatría del liderazgo y la división.
Con razón el señor Jesús dedicó su más amplia oración de intercesión a la suprema necesidad de unidad entre nosotros sus seguidores (Juan 17:20-23).

Al hablar de unidad no estamos hablando de una unidad producida por medio de actividades masivas u organizaciones ecuménicas, o alianzas pastorales. Recordemos que campañas unidas y organismos unificadores no pueden producir la unidad del Espíritu. Solo el poder de Dios, obrando por las oraciones sinceras de cristianos que anhelan su reino, puede romper las fortalezas de idolatría y división que por tanto tiempo han permitido al enemigo robar, matar y destruir a nuestra nación y por ende a la iglesia de Cristo.

Oremos por las diversa denominaciones cristianas y sus líderes, que el Espíritu de Dios revele a Cristo de tal manera, que las ambiciones personales, institucionales, organizacionales, eclesiásticas y el celo denominacional se dobleguen ante el intenso deseo y propósito único de ver a Cristo reinando en cada rincón del país. Oremos, pues, intensamente, para que el clamor de nuestro Señor Jesús se haga realidad en México y el mundo:

"QUE TAMBIÉN ELLOS SEAN UNO EN NOSOTROS; PARA QUE EL MUNDO CREA QUE TÚ ME ENVIASTE."

lunes, 22 de septiembre de 2008

¿IDENTIDAD REFORMADA?

Nuestra identidad reformada no debe ser solo una máscara de disertación so pretexto que donde no me convenga lo que los reformadores escribieron diré "Eran hijos de su tiempo".

Al leer algunos artículos de supuestos "calvinistas" hablando sobre la inclusión de los homosexuales y lesbianas como miembros de la iglesia sin ninguna conversión genuina, provocarían la muerte de Juan Calvino si viviera.

Hoy con este parapeto los pseudo calvinistas apoyan todo tipo de incongruencias y rebeldías. Como mundanos, se publican manifiestos y se informa a la prensa de lo que acontece en la iglesia si no está a favor de lo que piensan o defienden, olvidándose de una de las marcas de la Verdadera Iglesia: La correcta aplicación de la disciplina. Aún más, se puede en este tiempo oír de huelgas en los seminarios (que son los semilleros de los futuros "siervos") donde se nota la falta de disciplina formativa espiritual y bíblica.

Parece que ostentar ser "Reformado" trae fama y prestigio, y con cualquier barbaridad que se diga respaldada con extenso currículo académico, se tendrá seguidores insípidos, burócratas del evangelio y amantes del libertinaje. Parece que esta clase de "decidores" reformados ha olvidado que debemos permear al mundo con el mensaje de Vida Eterna. Ese mensaje de salvación que transforma y que poderosamente nos lleva a un nuevo estilo de vida. Vida abundante que nos compromete a un servicio eficaz y sobre todo, que nos hace entender correctamente el compromiso social como hijos de Dios y no ser servidores arrulladores de la filosofía mediática (si puedo decirlo así) que se congracia diabólicamente con el mundo.

Que nuestra identidad Reformada se palpe en una vida consagrada a Dios llevando el mensaje redentor al prójimo. Recordando que el ser humano es enteramente impotente para salvarse a sí mismo, y que su salvación se logra por la Soberana Voluntad de Dios que ha elegido, y Él es el que llama incondicionalmente.

Terminaré con este párrafo del Rev. Martín Añorga: "El calvinismo es un sistema teológico rígido e inflexible, pero inspira a los hombres absoluta confianza en Dios y les muestra la realización de un poder Divino que imparte audacia y fortaleza para la lucha titánica que pesa sobre quienes se esfuerzan en conseguir el definitivo triunfo de la Verdad. Una teología débil produce creyentes débiles. La teología calvinista es sólida y bíblicamente autoritaria. Tal vez sea esta la causa principal de la poderosa influencia del calvinismo en las sociedades donde se ha desarrollado como sistema teológico y eclesiástico. Nada hay que domine con tanta fuerza la mente de un ser humano y afecte tan intensamente su carácter, como sus ideas acerca de Dios. Ellas dan color a todos los demás pensamientos. Los conceptos que tenemos respecto a Dios ejercen una influencia dominante en la formación del carácter y constituyen un poder regulador de la conducta cotidiana".

jueves, 4 de septiembre de 2008

EVANGELISMO Y MASAS

Los horizontes de la patria son extensos. Uno puede tomar cualquier rumbo de esta tierra y situarse en una multitud de compatriotas, la mayor parte de ellos indígenas, viviendo todavía en las antiguas tradiciones religiosas de sus antepasados, vestidos con los andrajos de un falso cristianismo y de una burda y paupérrima civilización. Ellos rinden culto a su antigua religión bajo el velo del cristianismo impuesto por la conquista ibérica.

Esos mexicanos aún no incorporados a la vida actual, ni tampoco conocedores de la verdad del mensaje redentor en Cristo, hacen sus oraciones hacia los dioses simbolizados en los cuatro puntos cardinales, en las diferentes llamadas "advocaciones" a María, los santos, imágenes, escapularios, rosarios, aguas benditas, etc.. Ello demuestra que nuestra raza fue dominada por la fuerza de las armas españolas, pero no convertida al evangelio de Cristo predicado por sus apóstoles. Ellos siguen creyendo que Dios se encuentra tras alguna forma corporal. La "piedad conquistadora" iconoclasta del paganismo del llamado "viejo mundo, demolió las deidades autóctonas, sustituyéndolas por los dioses y los santos europeos, en muchos casos con los vicios y pasiones debidamente aumentados de aquellos que los proclaman con tanto celo y fervor.

Esta visión de la miseria espiritual en que dormita el pueblo debiera ser para las iglesias evangélicas, algo así como un grito desesperado solicitando ayuda. Por eso, debiera reiniciarse una verdadera cruzada evangelística para alcanzar a esa gente que gime bajo la opresión espiritual de su idolatría. Son miles de mexicanos, que con la vista puesta en lo inescrutable de una noche que no termina, esperan la Luz de Dios para disipar sus tinieblas espirituales.

Nuestros seminarios e institutos bíblicos producen cada año decenas de teólogos, pastores, evangelistas, misioneros y maestros. Hombres y mujeres con quienes sucede lo mismo que en otras profesiones, todos quieren permanecer en las ciudades y poblaciones donde puedan gozar de las comodidades de la vida moderna. Son muy pocos los graduados de nuestras escuelas de teología que convencidos de su responsabilidad, acuden al llamado de la gente necesitada del mensaje de salvación que es en Jesucristo el Señor. Hoy, se requiere que alguien con amor a Dios y a sus semejantes, se lance a la aventura, quizá para muchos parezca quijotesca, pero no por ello menos verdadera y apoyada por el Espíritu Santo de Dios, de internarse en las selvas y montañas portando la Antorcha de la Redención espiritual.

Las iglesias evangélicas, a la vez de elaborar sus planes para nuevas instituciones, para más amplios edificios sociales y culturales, debieran abrir los ojos a la realidad de esta patria que gime ante el paso de tanta gente que aún no ha oído el mensaje de redención. Las iglesias debieran ayudar no solo moral, sino material y económicamente a quienes tienen la visión y el amor para quienes vagan por las selvas, montañas y caminos, y también por las ciudades, ignorando los Bienes Eternos puestos al alcance del pecador.

La iglesia local debiera pensar seriamente en estas personas no redimidas. Debiera hacer planes no solo de carácter lírico o sentimental, sino buscar la forma tangible para acercarse a esos compatriotas sin Cristo, sin Dios y sin Salvación. La razón de la existencia de la iglesia y su responsabilidad suprema, en la mente de Dios, es y ha sido, alcanzar a los perdidos con el mensaje de salvación.

lunes, 1 de septiembre de 2008

NOSTALGIA DE PATRIA

"Pero ellos aspiraban a una patria mejor, un país celestial. Por eso, Dios no se avergonzó de ser su Dios y les preparó una ciudad celestial". Hebreos 11:16 (PDT)
Estos días trágicos de violencia que vivimos tienen por lo menos una virtud: la de hacernos más vivo y hondo el sentimiento de patria. ¿Cómo explicarnos esta ansiedad ciudadana, esta inquietud de cada hora, esta agonía siempre presente? Solo porque amamos esta tierra, estas gentes, esta historia que conocemos desde la niñez. Solo porque delante de nosotros, más real que nunca antes, está La Patria. Bien lo dijo el poeta:
La Patria se siente
no tienen palabras
que claro la expliquen
las lenguas humanas.
Es precisamente eso, un sentimiento que nos lacera el corazón, y que no podemos explicar con las palabras. Algo indefinible, indescriptible, pero tan viviente como nuestro propio ser. Quien diga que el cristiano debe ignorar o acallar este sentimiento, no sabe lo que está diciendo. El cristiano es el único ser que ostenta dos ciudadanías: Las que les confieren sus dos patrias, la patria terrenal y la patria celestial.
Es verdad que el cristiano no es de este mundo, pero no puede negar que está en este mundo, y que nada humano le puede ser ajeno, y mucho menos un sentir tan anímico como este de la patria. A los que quieren que yo niegue mi condición de ciudadano de esta patria terrenal, solo porque tengo una fe que se anima en plano vertical, les diré con palabras de poeta: "Yo Soy Mexicano, y rueden los cielos si no ha de triunfar en mi patria la justicia". Sin embargo, tenia razón el autor de la carta a los Hebreos cuando afirmaba que los cristianos vivimos en constante ansia de cielo, anhelando incesantemente "otra patria mejor". En muchos sentidos somos como allí se dice: "Extranjeros y transeúntes sobre la tierra". En otras palabras: Mientras tengamos que estar aquí, sobre la tierra, amaremos esta patria terrenal, anhelaremos la felicidad de todos sus hijos, despreciaremos a los que deshonran nuestra historia de pueblo libre y nos resistiremos a los tiranos que quieran agobiarnos. Pero siempre recordaremos que la Vida Eterna que aquí comienza tiene su continuación en la presencia de Cristo, donde solo el Señor reina.
Por lo tanto, es muy explicable que anhelemos una patria mejor aquí, cuando tenemos la certeza de otra patria mejor allá. ¿Cómo podemos conjugar ambos sentimientos? ¿Cómo podemos lograr que ambos tengan su lugar y su momento apropiados? ¿Cómo podremos evitar que el uno se sobreponga al otro, o que el ejercicio de uno interfiera al otro en su derecho de expresarse libremente? Yo no tengo la respuesta apropiada para tales preguntas, para estas aguas no hay cause fijo. Esta es una cuestión que solo tiene respuesta en una conciencia satisfecha. No debe estar satisfecho quien sepa -en lo íntimo de su conciencia- que está siendo infiel a su fe cristiana, o desleal a la tierra que lo vio nacer. Cada uno tiene que encontrar su propia forma de avenencia, "cada uno tiene que sudar su propia calentura". Y después, tener la confianza que expresó Martín Lutero: "Yo cumplo con mi deber, Dios me amparará".
Nosotros los cristianos de este siglo XXI, tenemos en esta hora singular una tarea difícil. Vamos a cumplirla cabalmente, sazonando constantemente con nuestra sal y alumbrando incesantemente con nuestra luz. Y que jamás decaiga en nosotros el anhelo de otra patria mejor.

miércoles, 27 de agosto de 2008

¡Claro que sigue viva!

Navegando (como coloquialmente se dice) en búsqueda de páginas de pensamiento Reformado, puedo darme cuenta que no solo en las páginas presbiterianas, sino de otras denominaciones se puede leer partes de escritos traducidos o elaborados por hombres latinoamericanos del siglo pasado en las décadas de los cincuenta, sesenta y setentas -algunos de ellos todavía activos o en retiro.

Me concedió Dios conocer a varios de estos siervos del Señor y compartir momentos imborrables y por ende educativos en mis pláticas con ellos. Líderes, Pastores y Teólogos que marcaron el derrotero de la Iglesia Presbiteriana en América Latina con sendos trabajos de cooperación evangelística, teológica, educativa y social.

Siendo un adolecente leí, estudié y aprendí de las diversas publicaciones de la Comisión de Cooperación Presbiteriana de América Latina que llegaban a casa por medio del correo postal. Hoy esa comisión lleva las siglas de AIPRAL, un cuerpo eclesiástico que cumplió cincuenta años de actividades y que por supuesto, festejamos con mucha alegria al formar parte de esa Alianza nuestra denominación.

Bien, decía que con interesada avidez leía sermones, resúmenes, traducciones y exposiciones históricas de la Fe Reformada y el pensamiento calvinista. Así, mi identidad como presbiteriano reformado se fortaleció, y más, al leer un fascículo de mas o menos cincuenta páginas que llevaba por título "Presbiterianismo Bíblico". De entrada esa serie de estudios (trabajo hecho por el Rev. Martín Añorga, pastor cubano todavía activo en las oficinas de la PCUSA) presentaba la tesis de que "los orígenes de la Iglesia Presbiteriana no han de ser buscados ni en la reforma religiosa, ni en movimiento alguno producido posteriormente, sino en la Biblia misma".

La Reforma Viva continúa, el pensamiento reformado seguirá revolucionando al mundo teológico y el sentido presbiteriano de la vida será siempre el ideal bíblico y funcional para el hombre y la mujer que han conocido al Único y Soberano Dios.

Continuaremos...

lunes, 25 de agosto de 2008

"La Iglesia, servidora del siervo"

Evangelio de Juan capítulo 13



Si en verdad Cristo es el Señor de Su Iglesia, nos damos cuenta de que la tarea de esta es servirle en pensamiento y en conducta, en adoración y en servicio. Aun más, nos damos cuenta de que no podemos hablar de servir a Dios en esta vida si no fuera por el hecho de la encarnación: Que Dios mismo formó parte de nuestra existencia en la forma de un siervo.



Cuando pensamos en el significado de la vida cristiana para el mundo actual, nuestros ojos se vuelven hacia el ministerio que señala a una cruz. Sin embargo, esta cruz no es la meta final, porque este mundo pertenece a Dios, y lo que aquí sucede puede ser una revelación de su presencia.



Aun en los trágicos eventos en la sociedad contemporánea hay oportunidades para que de nueva cuenta esta vea la encarnación del poder de Dios. Sus planes y propósitos pueden manifestarse en las maneras menos esperadas por una iglesia satisfecha y tradicionalista. El poder de dios puede que se muestre en la renovación social que transforma al mundo. Pueda que se muestre en la reconsideración agonizante que tiene que hacer el hombre y la mujer de su posición frente a la amenaza del exterminio biológico.



En un mundo así -o de cualquier otra manera- el papel de la Iglesia es ser instrumento de Dios donde quiera que Dios esté en acción, hablar en el nombre de Dios, no el de su propia comodidad, satisfacción o prestigio. Entendemos más claramente lo que significa servir cuando nos encontramos en situaciones críticas donde la cuestión es de Dios o un ídolo.



Una iglesia que trata de que su pueblo viva responsablemente bajo un régimen anti-democrático, anti-reformado y anti-evangélico entenderá perfectamente este punto. También lo entenderá el pastor/a que se esfuerza porque su grey entienda que las afirmaciones fundamentales de la fe cristiana hay que hacerlas relevantes en el hogar, en el mercado, en la escuela y en la asamblea legislativa. Y también las entenderá el teólogo/a que procura mostrar cómo Dios vino al mundo en forma humana a tocar directamente en los centros vitales de la existencia de cada ser humano, precisamente donde se hacen las grandes decisiones, y donde las vidas se renuevan o se pierden para siempre.



No es fácil hablar de servir a Dios a un mundo que ha sido sacudido y confundido por las promesas vacías de tantos ideólogos, por la confianza perdida en tantos líderes, por la fragilidad de tantos símbolos religiosos del pasado. El problema no está en las dudas intelectuales acerca de la existencia de Dios, sino en la imposibilidad de hacer entender a las mujeres y los hombres traicionados lo que significa una convicción o una entrega sin reservas. La traición ha cauterizado los avances del espíritu humano en la búsqueda de la fe y la confianza. El Hombre y la mujer se han retirado dentro de sí mismo, y en su vacía individualidad se han convertido en un grano informe dentro de una masa amorfa.



No es sorprendente que en un mundo así la idea del servicio haya sido prostituida hasta significar "utilidad", "empleo", "función". En la economía industrial del mundo de hoy no asociamos el servicio con la devoción o la alianza, sino con la función que en una máquina realiza una parte de la misma, y tendemos a pensar de la misma manera cuando se trata de seres humanos. Lo que es peor, los seres humanos se ven a sí mismos en estos términos. La habilidad de los hombres y mujeres viene a ser una comodidad que se compra o se vende. Es como un atado de energías que busca su acomodo en un mecanismo dado.



La posibilidad de una vida ennoblecida por su alianza a un principio directriz, y transformada por el poder trascendental al cual sirve, está más allá de la imaginación de una vasta mayoría del mundo moderno. Nosotros creemos que el Espíritu de Dios ha estado llamando a la iglesia a profetizar con poder en esta hora y en tal situación. Nuestro mundo cómodo y complaciente, nuestra cultura liberal y confiada, todo está en ruinas. La nueva vida a la cual somos llamados es una posibilidad dirigida al hombre y la mujer que han perdido toda otra esperanza, y que están dispuestos a reedificar la estructura de la humanidad desde sus cimientos.



Una vida responsable y con sentido empieza por reconocer que en la situación presente -de la cual todos somos responsables- no nos comportamos como seres enteros. Somos verdaderamente hombre/mujer solo cuando descubrimos que somos hombres y mujeres de Dios, y que estamos en el mundo para servir a Dios. Entenderemos lo que significa servir, solo cuando consideremos el significado de la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Y solo lo lograremos en una lucha constante con los textos bíblicos, escuchando lo que nos dice el Espíritu por medio de las Páginas Santas. Y la meta de esto será movernos sensiblemente hacia tal comprensión y aplicar esta en sentido creativo a la situación total en que nos desenvolvemos.



"PORQUE EJEMPLO OS HE DADO, PARA QUE COMO YO OS HE HECHO, VOSOTROS TAMBIÉN HAGÁIS".