miércoles, 27 de agosto de 2008

¡Claro que sigue viva!

Navegando (como coloquialmente se dice) en búsqueda de páginas de pensamiento Reformado, puedo darme cuenta que no solo en las páginas presbiterianas, sino de otras denominaciones se puede leer partes de escritos traducidos o elaborados por hombres latinoamericanos del siglo pasado en las décadas de los cincuenta, sesenta y setentas -algunos de ellos todavía activos o en retiro.

Me concedió Dios conocer a varios de estos siervos del Señor y compartir momentos imborrables y por ende educativos en mis pláticas con ellos. Líderes, Pastores y Teólogos que marcaron el derrotero de la Iglesia Presbiteriana en América Latina con sendos trabajos de cooperación evangelística, teológica, educativa y social.

Siendo un adolecente leí, estudié y aprendí de las diversas publicaciones de la Comisión de Cooperación Presbiteriana de América Latina que llegaban a casa por medio del correo postal. Hoy esa comisión lleva las siglas de AIPRAL, un cuerpo eclesiástico que cumplió cincuenta años de actividades y que por supuesto, festejamos con mucha alegria al formar parte de esa Alianza nuestra denominación.

Bien, decía que con interesada avidez leía sermones, resúmenes, traducciones y exposiciones históricas de la Fe Reformada y el pensamiento calvinista. Así, mi identidad como presbiteriano reformado se fortaleció, y más, al leer un fascículo de mas o menos cincuenta páginas que llevaba por título "Presbiterianismo Bíblico". De entrada esa serie de estudios (trabajo hecho por el Rev. Martín Añorga, pastor cubano todavía activo en las oficinas de la PCUSA) presentaba la tesis de que "los orígenes de la Iglesia Presbiteriana no han de ser buscados ni en la reforma religiosa, ni en movimiento alguno producido posteriormente, sino en la Biblia misma".

La Reforma Viva continúa, el pensamiento reformado seguirá revolucionando al mundo teológico y el sentido presbiteriano de la vida será siempre el ideal bíblico y funcional para el hombre y la mujer que han conocido al Único y Soberano Dios.

Continuaremos...

lunes, 25 de agosto de 2008

"La Iglesia, servidora del siervo"

Evangelio de Juan capítulo 13



Si en verdad Cristo es el Señor de Su Iglesia, nos damos cuenta de que la tarea de esta es servirle en pensamiento y en conducta, en adoración y en servicio. Aun más, nos damos cuenta de que no podemos hablar de servir a Dios en esta vida si no fuera por el hecho de la encarnación: Que Dios mismo formó parte de nuestra existencia en la forma de un siervo.



Cuando pensamos en el significado de la vida cristiana para el mundo actual, nuestros ojos se vuelven hacia el ministerio que señala a una cruz. Sin embargo, esta cruz no es la meta final, porque este mundo pertenece a Dios, y lo que aquí sucede puede ser una revelación de su presencia.



Aun en los trágicos eventos en la sociedad contemporánea hay oportunidades para que de nueva cuenta esta vea la encarnación del poder de Dios. Sus planes y propósitos pueden manifestarse en las maneras menos esperadas por una iglesia satisfecha y tradicionalista. El poder de dios puede que se muestre en la renovación social que transforma al mundo. Pueda que se muestre en la reconsideración agonizante que tiene que hacer el hombre y la mujer de su posición frente a la amenaza del exterminio biológico.



En un mundo así -o de cualquier otra manera- el papel de la Iglesia es ser instrumento de Dios donde quiera que Dios esté en acción, hablar en el nombre de Dios, no el de su propia comodidad, satisfacción o prestigio. Entendemos más claramente lo que significa servir cuando nos encontramos en situaciones críticas donde la cuestión es de Dios o un ídolo.



Una iglesia que trata de que su pueblo viva responsablemente bajo un régimen anti-democrático, anti-reformado y anti-evangélico entenderá perfectamente este punto. También lo entenderá el pastor/a que se esfuerza porque su grey entienda que las afirmaciones fundamentales de la fe cristiana hay que hacerlas relevantes en el hogar, en el mercado, en la escuela y en la asamblea legislativa. Y también las entenderá el teólogo/a que procura mostrar cómo Dios vino al mundo en forma humana a tocar directamente en los centros vitales de la existencia de cada ser humano, precisamente donde se hacen las grandes decisiones, y donde las vidas se renuevan o se pierden para siempre.



No es fácil hablar de servir a Dios a un mundo que ha sido sacudido y confundido por las promesas vacías de tantos ideólogos, por la confianza perdida en tantos líderes, por la fragilidad de tantos símbolos religiosos del pasado. El problema no está en las dudas intelectuales acerca de la existencia de Dios, sino en la imposibilidad de hacer entender a las mujeres y los hombres traicionados lo que significa una convicción o una entrega sin reservas. La traición ha cauterizado los avances del espíritu humano en la búsqueda de la fe y la confianza. El Hombre y la mujer se han retirado dentro de sí mismo, y en su vacía individualidad se han convertido en un grano informe dentro de una masa amorfa.



No es sorprendente que en un mundo así la idea del servicio haya sido prostituida hasta significar "utilidad", "empleo", "función". En la economía industrial del mundo de hoy no asociamos el servicio con la devoción o la alianza, sino con la función que en una máquina realiza una parte de la misma, y tendemos a pensar de la misma manera cuando se trata de seres humanos. Lo que es peor, los seres humanos se ven a sí mismos en estos términos. La habilidad de los hombres y mujeres viene a ser una comodidad que se compra o se vende. Es como un atado de energías que busca su acomodo en un mecanismo dado.



La posibilidad de una vida ennoblecida por su alianza a un principio directriz, y transformada por el poder trascendental al cual sirve, está más allá de la imaginación de una vasta mayoría del mundo moderno. Nosotros creemos que el Espíritu de Dios ha estado llamando a la iglesia a profetizar con poder en esta hora y en tal situación. Nuestro mundo cómodo y complaciente, nuestra cultura liberal y confiada, todo está en ruinas. La nueva vida a la cual somos llamados es una posibilidad dirigida al hombre y la mujer que han perdido toda otra esperanza, y que están dispuestos a reedificar la estructura de la humanidad desde sus cimientos.



Una vida responsable y con sentido empieza por reconocer que en la situación presente -de la cual todos somos responsables- no nos comportamos como seres enteros. Somos verdaderamente hombre/mujer solo cuando descubrimos que somos hombres y mujeres de Dios, y que estamos en el mundo para servir a Dios. Entenderemos lo que significa servir, solo cuando consideremos el significado de la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Y solo lo lograremos en una lucha constante con los textos bíblicos, escuchando lo que nos dice el Espíritu por medio de las Páginas Santas. Y la meta de esto será movernos sensiblemente hacia tal comprensión y aplicar esta en sentido creativo a la situación total en que nos desenvolvemos.



"PORQUE EJEMPLO OS HE DADO, PARA QUE COMO YO OS HE HECHO, VOSOTROS TAMBIÉN HAGÁIS".