viernes, 7 de agosto de 2009

ADORAR Y ALABAR

En el diálogo de Jesús con la samaritana, ante la pregunta de ella sobre el mejor lugar para adorar a Dios, Jesús responde:


Pero llega la hora, y es ahora mismo, cuando los que de veras adoran al Padre lo harán en un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios. Pues el Padre quiere que así lo hagan los que lo adoran. Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo de un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios (Juan 4:23-24).


La palabra adorar (proskynéo) significa fundamentalmente "besar". En las esculturas egipcias se encuentran personas adorando con la mano extendida lanzando un beso a la divinidad. Entre los griegos, adorar es una palabra que se usaba para designar la adoración a los dioses y tiene el significado de "caer de rodillas"1 .

En el A.T. el verbo adorar (hichtaHawah), aparece más de 170 veces y también hace referencia al gesto de inclinarse, encorvarse, hacer una reverencia. Este semitismo delimita la adoración de Jehová de toda adoración pagana, es decir, adorad a Dios es reconocer su superioridad, es levantar el rostro darse cuenta de su santidad y de la perfección de Dios.2

Según el A.T. Israel se encontró en diversas ocasiones tentado a seguir otros cultos paganos, y los profetas continuamente lucharon contra ello. Los cultos paganos les eran atractivos al pueblo en parte porque no demandaba mucho del adorador, simplemente debía guardar ciertas "reglas rituales", y en cuanto a su vida cada quién podría hacer lo que le pareciera. En cambio la adoración a Jehová implicaba que tanto los gestos externos, actitudes y palabras debían coincidir con una obediencia a la ley de Dios.3

En el N.T. adorar aparece en 59 ocasiones y sólo se utiliza en relación con Dios o con Jesucristo. La adoración debe darse sólo a Dios, no a los hombres ni a tampoco a los ángeles (Hech 10:25, Ap 19:10; 22:8). En Mt 4:9, cuando el Diablo pide a Jesús que se postre ante él y le adore, así demuestra claramente que él es el gran adversario de Dios. Jesús le responde que sólo a Dios le pertenece la adoración (Mt 4:10). Así la actitud de adoración muestra quién es el Dios al que se adora:


Pues la relación del hombre con Dios se expresa de un modo especial en la adoración, sobre todo en la oración. De aquí que el llamado al arrepentimiento pueda adoptar la forma de un "adorad a Dios", es decir, reconocer su poder creador y su majestad como juez, su soberanía excelsa y su exigencia (Ap 14:7).4


En Apocalípsis aparecen bien delineadas las características de la adoración: 1) Fijan la atención en el mismo Dios o en Jesucristo y lo que hace a nivel universal (Ap 4:8-11: creación; 15:3-6; 16:5-7: gobierno; 5:8-10: salvación; 11:8-10: consumación). 2) Expresan lo que es Dios para ellos y le atribuyen las cualidades más elevadas (eternidad , omnipotencia, gloria, sabiduría, santidad, poder, etc). 3) Se le aclama como a un rey ("digno eres", "Salud": Ap 4:11; 5:9-12; 7:10). 4) Llamamientos a la oración (aleluya, amén 7:12; 19:1,3-4). 5) Cesa toda súplica y acción de gracias meramente humana.5 Como vemos la adoración a Dios va más allá de una expresión ritual, es como dice Juan Calvino: "la veneración y culto que cada uno de nosotros le da cuando se somete a su grandeza".6 Por otro lado, se pueden mencionar algunas condiciones de aquel que quiere adorar a Dios para que esta sea en espíritu y en verdad:


Debe acercarse a él (He 4:16; 10:22; Stg 4:8) con fe (He 10:22; 11:6,17, 28), con el corazón puro (He 9:14; 10:22), estando reconciliado con Dios (Ro 5:10; 2 Co 5:18) y habiendo sido hecho hijo de Dios (Ro 8:14; Gá 4:6) habiendo comprobado que Dios es bueno (Col 1:9,12). Debe acercarse confiadamente (He 4:15), sabiendo que ya no hay condenación para aquellos que están en Jesucristo (Ro 8:1) y que "si hemos pecado, abogado tenemos para con el Padre" (1 Jn 2:1). No se gloría nunca de lo que ha hecho (1 Co 1:29), sino de lo que Cristo ha hecho por él (Fil 3:3). El Dios a quien adoramos es el Dios vivo (Hch 14:13; 1 Ts 1:9; He 9:14; 10:31; 11:6), el Señor soberano (Hch 4:24, Fil 2:9-11, Ap 23:3) el Creador (Hch 4:24, Jn 2:24, 6:70; Ro 8:27), que se acerca a quien se acerca a él (Stg 4:8; Rom 10:12; 14:1-3; 15:7). Es el Dios que no cambia jamás (Mal 3:6, Sal 102:27; He 1:12; 13:8).7


Adorar a Dios como lo describe Jesús, implica una proximidad novedosa del adorador hacia Dios mismo, es dirigirse "al Padre", y el énfasis se hace en que ésta adoración ha de ser en "Espíritu y verdad". Aquí debemos tener cuidado de no hacer una interpretación "espiritualista", que es lo más común y por ello se ha eliminado el arte, el simbolismo, los gestos y aun la movilidad en los cultos, radicalizándose a una mera abstracción del culto perdiendo así mucha de la riqueza litúrgica. Jesús no está contraponiendo el culto externo por un culto interno en el espíritu del hombre, aunque sí es claro en la teología de Juan que los que adoran en espíritu y verdad sólo son los que han nacido de nuevo (Jn 3:3-8), ya que de otra forma el hombre no tiene acceso a Dios y a su reino. Así para la adoración en el espíritu, es necesario que el ser humano venga a Dios colmado del Espíritu de Dios (puesto que ha sido engendrado "de lo alto"por el Espíritu de Dios) y en verdadera unión con Cristo, que su mismo cuerpo glorioso es templo santo de Dios (2:21) y en él tiene lugar el verdadero culto, así, el verdadero adorador no es individualista, sino que es parte de la grey del Señor. La verdad, por su parte, se refiere a la verdad revelada por Jesús, en la cual tiene participación los creyentes.8 Podemos mencionar entonces que:


La adoración es la experiencia más espiritual, creadora, renovada, gozosa, importante e influyente en la vida del individuo, su iglesia y la comunidad. Los asistentes en el culto desarrollan una relación especial y dinámica con todos los otros feligreses y con Dios9 .


En cuanto a la alabanza, el A.T. usa el término hillel en más de 50 ocasiones en los Salmos y el N.T. usa la palabra aínos exclusivamente para la alabanza a Dios. La alabanza es la expresión oral de la adoración.10 La alabanza es una profunda admiración que se expresa en cantos dirigidos a la persona que ha suscitado este sentimiento. Tanto el término hillel como el de aínos, significan en primer lugar lanzar un grito de admiración.

También la alabanza se expresa por medio de expresiones gozosas (1 Cr 23:5; 2 Cr 5:13; 7:6; Esd 3:11), por gritos lanzados para animar a los demás a unirse a la alabanza (aleluya) y sobre todo por medio de cánticos, a menudo acompañados por una orquesta y un coro (1 Cr 15:16; 2 Cr 5:12; Neh 12:27; Sal 149; 150) […] A veces, la alabanza se expresaba con todo el cuerpo en la danza (Ex 15:20; 2 Sam 6:14).11

Con lo anterior y teniendo en cuenta que la alabanza no surge por naturaleza en el corazón del ser humano, sino que es el Espíritu Santo el que la suscita, podemos decir que "la alabanza verdadera es ante todo afectiva: nace de un sentimiento interno, de un gozo y una alegría que surgen del corazón (Sal 4:8; 33:21; 103:1; Lc 1:46)".12

Pero la alabanza que va dirigida a Dios, ha de expresar ese mysterium tremendum. Por muy bellos que sean algunos cantos, y que manifiesten una gran admiración ante Dios, no hay que olvidar que los ángeles según los describe Isaías (Is 6), sólo alcanzaron a decir unas pocas palabras ante tal pasmo de estar en presencia del Dios santo, como menciona Rudolf Otto, se dirigen a Dios en tercera persona y no como a un tú.

De hecho no siempre se puede tutear al Altísimo y en general nunca. Santa Teresa trata a Dios de "Eterna Majestad", y los franceses de vous. Goethe se acerca al tremendum mysterium de lo luminoso cuando dice a Eckermann (el 31de diciembre de 1823): "Las gentes tratan el nombre de Dios como si el Sumo Ser fuera un igual suyo. De otro modo no dirían: el señor Dios, el amado Dios, el buen Dios. Si estuviesen penetrados de su grandeza quedarían mudos y no podrían nombrarlo de pura veneración.13

La alabanza y la adoración a Dios es una de las experiencias más impresionantes para el ser humano, que le pueden hacer permanecer por encima de cualquier situación, ya que le llena de esperanza y gozo, pero también le equipa para la vida. Emilio Castro daba un testimonio de lo que puede significar la adoración y la alabanza a Dios.


En Rusia el soviet estableció una disposición constitucional por la cual existe libertad de cultos y existe libertad de propaganda religiosa, pero la iglesia está reducida al culto o a la misa. Nada más. No se pueden tener actividades con niños, con jóvenes ni con ninguna otra cosa que no sea estrictamente la liturgia. Nuestros amigos comunistas creían que siendo el culto una manifestación del opio de la religión iba a desaparecer paulatinamente al perder los apoyos sociales en una sociedad socialista. Sin embargo, una de las experiencias más impresionantes que uno puede tener es participar en una misa de la iglesia ortodoxia rusa, en la cual los fieles permanecen tres horas de pie (no hay un solo banco en las iglesias), apiñados uno contra el otro, participando con sus cantos en una alabanza que revela la potencia de la adoración para mantener viva la llama de la fe, la llama de la afirmación de la libertad del ser humano para religarse con lo eterno que difícilmente puede ser quebrantada.14


1 Cf. H. SCHÖNWEISS, " Oración", en L. COENEN, et al, Diccionario teológico del Nuevo Testamento. V. III. Trad. M. BALASCH, et al. Salamanca, Sígueme. 1980, p. 222.

2 Idem.

3 Cf, A. KÜEN, op cit, pp. 60-62.

4 H. SCHÖNWEISS, op cit, p. 223.

5 Idem.

6 J. CALVINO, op cit, II, viii, 16, p. 273.

7 A. KÜEN, op cit, pp.72-72.

8 Cf. Rudolf SCHNACKENBURG, El evangelio de Juan. Versión y comentario. T. I. Trad. Alejandro e. LATOR. Barcelona, Herder. 1980, pp. 506-510.

9 M. T. CARTY y J. W. CARTY, "La adoración de Dios", en M T. CARTY (ed), Comunicación y proclamación del evangelio hacia el siglo XXI. Múltiples ideas para la comunicación contemporánea de la Palabra de Dios. México, CUPSA. 1984, p. 75.

10 A. KÜEN, op cit, p. 74.

11 Ibid, p. 74-75.

12 J.C. LAMBERT, Iseb iv, p. 2429.

13 Rudolf OTTO, Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. Trad. Fernanado VELA. Madrid, Alianza. 1980, p. 48, nota 2.

(Segundo tema sobre liturgia impartido en el STPSP en el verano del 2002).