lunes, 25 de enero de 2010

“A RÍO REVUELTO…”



"¿Me ven? Aquí estoy…"


Duele, sí, duele y cala en lo profundo la desgarradora imagen de Haití después del terremoto. Duele ver las escenas dantescas de destrucción, dolor y muerte, pero al mismo tiempo el consuelo y la esperanza aparecen en la respuesta de los países hermanos, dispuestos a acompañar y ayudar solidariamente a quien se debate entre la desolación y la desesperación en medio de la ruina y la devastación. Muestra de amor de quienes desinteresadamente sienten la intensidad del sufrimiento de quien lo ha perdido todo y se ha quedado solo.


Pero duele también la prepotencia de quienes han contribuido a la pobreza latinoamericana seguir avasallando y allanando la patria ajena. Y no solo eso, sino también el abuso de quienes muchas veces dicen coordinar la recolección de ayuda y víveres en cualquier lugar. ¡Abuso!, exclamamos, porque muchas veces no lo hacen como los que con amor y el valor de su imagen, organizan conciertos y teletones para recaudar fondos para hacerlo llegar a quienes tanto lo necesitan. Estos otros abusan porque quieren mostrarse al mundo por no ser reconocidos ni respetados en la comunidad debido a la falta de identidad con lo que profesan y hacen. Gente que en los círculos cristianos promueven unidad que no sienten o viven de corazón. Puede ser que el precepto "Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha…" no les satisfaga, y por eso, buscan la autocomplacencia y satisfacción de sus músculos faltos de ejercicio y su vanidad hambrienta de elogios. Gente insípida, gente sin pasión y sin mensaje.


Que nuestra ayuda sea callada y desinteresada, uniéndonos al trabajo de las instituciones correspondientes, y entregar lo que recaudamos sin aspavientos y muestras de reconocimiento, o búsqueda de popularidad en la mala intención de conseguir estatus o una posición política en la sociedad. La testificación, desde luego, es prioritaria y necesaria, como también el compromiso de la iglesia con la sociedad a la cual pertenecemos. Nuestra misión es clara y nuestro compromiso social también.


¿Acción social en la iglesia? Sí. ¿Empeños cívicos o sociales? Sí. ¿Esfuerzos educacionales? También. Pero a través de todo eso, y en todo eso, la proclamación del Evangelio de Salvación que es en Jesucristo el Señor. Proclamamos con nuestra boca la salvación que vivimos en comunión y que se externa al mundo en compasión y comprensión. A esto se le llama Amor, que se tiene y se da, que no se retiene, sino que fluye a toda hora y en cualquier situación. Y precisamente ahora, al ver esas personitas tan lindas que son sorprendidas entregando su ayuda y que a la vez son entrevistadas en los medios de comunicación, trae a la memoria la frase del Señor: "Si estos callan, las piedras hablarán…"


Vaya este corto mensaje como llamado de atención para todos aquellos que son engañados y usados por líderes que solo buscan de forma egoísta sobresalir y ser reconocidos usando el dolor ajeno. Que el cristiano contribuya es normal, pero es ANORMAL cuando lo hace alienado al concepto mediático de "que el pueblo sepa que sí existimos".

miércoles, 20 de enero de 2010

LA EMPOBRECIDA HAITÍ



"Les aseguro que todo lo que hicieron por mis hermanos más humildes, por mí mismo lo hicieron"


Jesucristo


Haití, la mas pobre de las naciones en el Continente y Caribe Americano esta padeciendo la más grande de sus múltiples tragedias con el terremoto que azotó Puerto Príncipe, la capital, en la isla que comparte con la República Dominicana. Aunque los medios de comunicación han estado tratando de informarnos sobre la devastada población, es materialmente indescriptible la realidad no solo de los daños materiales sino del sufrimiento de los seres humanos. Los miles de muertos y damnificados hablan por si solos de la magnitud del desastre. Creo que ni el terremoto de que fue objeto la Capital de la República Mexicana en 1985 es comparable con lo que pasa en la población caribeña.


Humanamente no logramos comprender en su totalidad cómo y por qué un pueblo como este tiene que pasar por una y otra situación de miseria como la que actualmente le acontece. Sabemos que esta clase de fenómenos naturales no escogen sitios para efectuarse; sino que son acontecimientos propios de nuestro planeta en su reacomodo normal. Con todo, me surge una interrogante incontestable: ¿por qué Haití, uno de los países más pobres del mundo? Imposible tener respuesta que satisfaga. Lo que sí creo que tiene contestación es el por qué el desastre telúrico hace más amarga la situación en este lugar. Otra de las preguntas que surgen a mi mente es el por qué Haití es el pueblo más pobre en esta parte de nuestro Continente.



La ciudadanía no es pobre porque ella lo haya querido y buscado; lo es porque la han empobrecido los poderosos tanto extranjeros como nacionales. Recordemos que este pueblo tiene un origen de esclavitud. Los colonos de gobiernos colonialistas, Francia y España, en su momento histórico hicieron de esta gente su presa para saciar sus ambiciones de poder y economía. Los haitianos en su gran mayoría de raza negra fueron traídos hasta aquí no como humanos sino como animales de carga para la explotación agrícola y minera primordialmente. Dado que el poder de exportación es muy reducido, mayormente café y minerales, que son explotados por empresas extranjeras, su economía es sumamente pobre.



Aunque esta nación fue la primera en obtener su independencia, 1º de enero de 1804 en esta parte del continente, su condición de esclavitud cambio solo de nombre porque otros países, como el de los Estados Unidos del Norte siguieron ejerciendo su hegemonía; y posteriormente sus propios gobernantes continuaron con un sistema dictatorial perpetuándose en el poder por largos periodos de tiempo; entre otros, los Duvalier de triste memoria. Por esta razón se puede afirmar que aunque Haití tiene recursos naturales que bien pueden ser suficientes para su sustento naciones y gobernantes la han empobrecido.



Ahora bien, hoy lo más importante y apremiante es acudir en su auxilio con nuestros pequeños o grandes recursos materiales para mitigar en alguna medida su dolor. La población mundial tenemos la oportunidad de compartir con nuestros hermanos haitianos el pan de cada día. Ciertamente hay quienes aprovechan estos desastres para hacer su propio negocio; y esto causa resistencia para ayudar. Pero contamos con instituciones confiables como la Cruz roja y bancos para no cerrar nuestro corazón al sufrimiento de la familia haitiana, la cuál ha padecido periodos de miseria y esclavitud. Es tiempo de mostrar nuestro amor y solidaridad lo más pronto posible porque la necesidad esta ahí clamando por justicia y auxilio.

Pbro. Daniel García Ibarra