jueves, 24 de junio de 2010

ESPERANZA TRANSFORMADORA

La genuina fe cristiana es la única esperanza del mundo moderno. En medio de los increíbles avances de la ciencia de nuestro siglo, la Palabra de Dios aun tiene candente actualidad. En efecto, al contemplar las últimas conquistas del ser humano, el corazón consciente tiembla ante las posibles consecuencias. Mientras la capacidad científica del ser humano aumenta diariamente, su espíritu se atrofia frecuentemente. Esto puede resultar en un ser humano capaz de volar los espacios lejanos, pero incapaz de comprender su relación con Dios. Puede producirse así un ser humano que domina la materia pero es luego dominado por lo intangible. La aplicación práctica de extraordinarios descubrimientos ha sido muchas veces con fines de destrucción y de muerte.

¡Qué magnífico privilegio vivir en este siglo de increíbles realizaciones! Pero, al mismo tiempo, esto constituye un serio peligro para el desarrollo completo del ser humano y el cumplimiento de su específica misión como criatura de Dios. A menos que el hombre moderno sea tocado por el poder de Dios, afectado por su mensaje redentor y transformado por su Espíritu, inexorablemente se dirige hacia un abismo en el cual encontrará más problemas que soluciones. El Creador del universo que estamos explorando es también el Creador del ser humano a quien dotó de especiales virtudes y posibilidades. La desobediencia a Dios provocó la degeneración paulatina del hombre, pero la intervención divina en el proceso histórico ofreció una nueva vía de santificación. Por medio de la fe en el Hijo de Dios el ser humano puede acercarse a su Creador y ser renovado en su fuero interno. Esta es la esperanza del mundo moderno. El gran interrogante es: ¿Verá el hombre al Cristo como su poderoso Salvador o desechará ese amor divino?

La fe cristiana, en su prístina pureza, comienza su obra en el corazón silencioso del hombre. Pero de allí traslada su impacto de inmediato a la familia. Es interesante notar cómo la Revelación Divina, desde el Génesis hasta el Apocalipsis tiene decidido sabor familiar. Si el mundo de hoy requiere mujeres y hombres cristianos, sumisos a la voluntad de Dios y dispuestos al sacrificio por la causa de Cristo, también es cierto que el mundo actual requiere una sólida familia cristiana. Solo así podrán nuestros contemporáneos disfrutar de un presente digno de vivir y digno de ser legado a su posteridad. La transformación del mundo de hoy, sin embargo, en un mundo de armonía, justicia y equidad, solo podrán efectuarse cuando cada uno vea su familia transformada, cuando esa transformación afecte a su prójimo y cuando, al fin, envuelva a toda la sociedad en su vorágine renovadora. La institución que llamamos la familia se encuentra en la encrucijada. Que sea, pues, el Cristo de los siglos, el huésped invisible de cada hogar en el que Su Palabra (la Biblia) sea leída.