viernes, 22 de julio de 2011

La Instrucción en el Hogar: Recuperando el disciplinado arte de la Catequesis

por Michael Horton

Históricamente, muchos cristianos han creído que el contexto principal de la instrucción moral y religiosa tiene lugar en el hogar, no en la iglesia. Es por eso que los Reformados Protestantes hacían los Catecismos – un manual de instrucciones que resumía las enseñanzas básicas de la Biblia, que debían ser aprendidas de memoria en los primeros años de vida (como un nuevo lenguaje) – y luego investigadas, elaboradas, y hasta probadas a través de una madura reflexión de las escrituras en los años posteriores.

Hubo una época en la que el joven cristiano promedio conocía de memoria las preguntas y respuestas del Catecismo de Westminster, el Catecismo de Heidelberg, o el Catecismo de Lutero. Hace unos años conocí a una mujer que había regresado a la Iglesia después de haberla abandonado por una vida de inmoralidad. "Simplemente no pude sacarme de la cabeza todas esas preguntas y respuestas, y los versículos Bíblicos que tuve que memorizar", dijo ella refiriéndose al catecismo de su juventud.

No hace mucho, era muy común que a los niños se les llevara después de la escuela, o los Sábados, a clases de catecismo, complementadas por los padres durante la cena. En realidad, para muchos llegó a ser un asunto rutinario, pero ese fue el gran error de los padres. Los niños regresaban a casa y veían muy poco de la aplicación práctica de esa verdad, y aprendieron en sus hogares a separar la teoría de la práctica. Imagínese la enorme diferencia práctica que esto podría significar en muchos niveles – diferencias prácticas que un mes de sermones y programas "prácticos" no podrían igualar.

Abraham Kuyper, pastor, teólogo, y primer ministro Holandés, lo dijo muy bien cuando comentó acerca de Filipenses 3:6: "Conduzcámonos en las mismas reglas, preocupémonos por las mismas cosas… Por eso el estudio es necesario. Una Iglesia que no instruye a su juventud no puede esperar conservar una confesión pura, sino que la abandona, corta todo contacto con el pasado, se divorcia de sus padres, y forma un nuevo grupo… Si uno desea confesar, tiene que aprender."

Richard R. Osmer, un profesor del seminario de Princeton, señala la disminución del uso del catecismo como una de las principales fuentes de desintegración. "En algún punto del camino, la iglesia le falló a estas personas," y ahora están afuera – atraídas por religiones exóticas, o en ninguna religión del todo. "La iglesia falló al no proveerles los recursos intelectuales y religiosos necesarios en un mundo posmoderno." Además del culto público, observa Osmer, el catecismo formó a una generación de creyentes que – aún en su juventud - conocían más de las escrituras y de sus enseñanzas que muchos pastores de hoy en día.

"La secuencia del bautismo infantil, el catecismo, y la admisión en la Mesa del Señor, proveía una estructura educativa que dominó la mayoría de las iglesias Protestantes del período de la Reforma a lo largo del siglo diecinueve." Osmer resume brevemente los cambios:

El primero de estos cambios fue la crítica de la Ilustración sobre la autoridad dogmática. En algunos lugares, enseñar el catecismo llegó a considerarse como el epítome de un adoctrinamiento autoritario. En los Estados Unidos era más importante el reto del movimiento de Escuela Dominical. Este movimiento paralelo a la iglesia, dirigido por laicos y con una teología evangelística, vino a delinear la vida congregacional en el curso del siglo diecinueve y relegó al catecismo a una posición secundaria. Además, para la llegada del siglo veinte, el lenguaje de los Catecismos parecía ser cada vez más arcaico; y surgían preguntas sobre la viabilidad de la teología expresada en ellos... Pero estos programas socavaban dos desarrollos futuros.

El primero, era el surgimiento de una educación moderna y la teoría sociológica que atacaba las suposiciones básicas del programa educacional humanístico con el que la instrucción catequista había sido asociada desde hace mucho tiempo. En pocas palabras, estas investigaciones emergentes ponían un mayor énfasis en el rol activo del educando en la construcción del conocimiento y defendían un estilo de enseñanza que estaba orientado hacia la experiencia emergente del niño. Los métodos de educación humanística basados en textos, que insistían en interiorizar formas clásicas de hablar y de escribir, eran vistos como autoritarios y que iban en contra de la niñez.

Según Osmer, restaurar el catecismo es particularmente esencial porque el joven promedio de hoy en día habla múltiples "lenguajes" y vive en múltiples mundos de acción y de pensamiento. El joven debe tener fluidez en el discurso cristiano. Mientras en el pasado un numero de instituciones públicas y privadas inculcaban un poco de enseñanza de las Escrituras, hoy ya no es el caso. Si las iglesias y los hogares no catequizan las nuevas gene raciones, no lo harán los Niños Exploradores, los Scouts, y mucho menos los juegos de video o los centros comerciales.

Si Paula (una joven que ilustra esta tendencia) sigue el patrón del niño promedio norteamericano, ella verá un promedio de 30 horas de televisión a la semana y para la edad de 12, habrá visto en la televisión aproximadamente unas 100,000 escenas de violencia y unas 13,000 personas destruidas violentamente. En su escuela pública no recibirá ninguna educación cristiana y muy poca educación moral. Si ella sigue las tendencias descubiertas en todos los estudios importantes que se han hecho sobre educación superior desde los años 50's, la experiencia de Paula en la universidad tendrá un impacto secular en su fe, mediando el relativismo intelectual y el eclecticismo cultural que es gran parte de su mundo posmoderno.

Traducido con permiso de Modern Reformation, January/February 2001.