martes, 11 de diciembre de 2012

SAN NICOLÁS DE MIRA (1)


Ed Thompson
 
Era nochebuena, y en toda la casa
Ni un ojo abría, pues todo dormía,
Al calor de la estufa, las medias colgaban
Esperando un solaz, la llegada de San Nicolás.
    

 
Así comienza uno de lo poemas navideños más conocidos. Por supuesto, aunque menciona una casa silenciosa y quieta, para muchos, como yo, es la noche más agitada del año, y lo digo porque —en la que pasó— experimenté las seis horas más frustrantes de mí tratando de armar una pequeña casa de muñecas de tres pisos. Una abuela amorosa e ingenua de mi vida tratando de armar una pequeña casa de muñecas de tres pisos. Una abuela amorosa e ingenua, la compró para regalársela a mi hija, y me hizo armarla esa nochebuena, después de acostar a los niños, para sorprenderla al amanecer la Navidad. Sin conocer las seis horas de agobiante labor, mi hija jugó con la casa durante un total de tres minutos antes de descubrir que el lazo que la mantenía en pie era mucho más divertido, por lo que lo haló. Ya se imaginarán lo que ocurrió. Desde entonces le dije a la abuela que todos los regalos en el futuro deben venir armados.

Respecto al poema inicial, se escribió en menos de una hora en una nochebuena, hace 175 años, en una linda ciudad costera del Mediterráneo llamada Mira (hoy Turquía), en el Asia Menor del Imperio Romano. ¡Allí, en el siglo IV, a una familia adinerada le nació un varón que llamó Nicolás! Nicolás de Mira, bajo la fiel crianza de sus padres, llegó a ser un cristiano muy consagrado. Su vida impactó de tal manera que inspiró la leyenda de Santa Claus, debido a que obsequiaba regalos desinteresadamente. Pero más importante aun es el hecho de que San Nicolás era un siervo de Jesucristo, un pastor consagrado. El primero en llevar el evangelio a Mira fue el mismo apóstol Pablo en uno de sus viajes misioneros. Los bisabuelos de Nicolás se encontraban entre los convertidos por el mensaje de Pablo. Ellos construyeron la Iglesia de San Pablo como un monumento viviente para que generaciones futuras pudieran adorar al Señor y predicaran la redención a través de Cristo.

La fe de los bisabuelos de Nicolás pasó de generación a generación, por lo que nació en un hogar con una fe cristiana sólida. Cuando Nicolás era adolescente, el padre de él murió mientras oraba en la iglesia durante un culto de adoración. Su madre sobrevivió solo dos días más. Eso hizo que Nicolás pasara de niño a hombre vertiginosamente. Como sus padres fueron terratenientes ricos, heredó las propiedades de su familia. Así que con solo diecisiete años se encargó de administrar esos bienes. Sin embargo, buscaba la dirección divina, orando en la iglesia siempre que podía. Las palabras de Cristo al joven rico penetraron su corazón: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme». 2   

Mientras luchaba pidiendo la dirección de Dios, supo de un noble que perdió todo y no podía pagar la dote de su hija. (En esos días los padres tenían que proveer una dote suficiente, de lo contrario sus hijas no podrían casarse). Una de las hijas del hombre decidió venderse como esclava para poder conseguir la dote de su hermana. Cuando Nicolás se enteró de su situación, secretamente ubicó el hogar y, a media noche, lanzó por la ventana una bolsa llena de oro. Poco después lanzó otra para que la segunda hija pudiera casarse. Cuando llegó la fecha del casamiento de la tercera hija, el noble estaba tan decidido a descubrir quién era su benefactor secreto, que ató una campana a una cuerda que puso alrededor de su casa. Por supuesto, cuando Nicolás se acercó al hogar con su tercera bolsa llena de oro, la alarma sonó y fue descubierto. Sorprendido, Nicolás le hizo prometer al noble que no lo diría a nadie. Pero el secreto duró muy poco. Rápidamente se difundió la noticia de que Nicolás era el responsable de aquello, al igual que de muchos otros actos benéficos que había realizado en secreto durante muchos años. 

Al cumplir con esos gestos de generosidad, Nicolás se convirtió en agente secreto de Cristo. A veces se disfrazaba para poder caminar por las calles y evaluar personalmente las necesidades de la gente. Luego regresaba a escondidas, de noche, y lanzaba comida, ropa, o dinero —según la necesidad—, por las ventanas. Algunos decían que lanzaba sus regalos por las chimeneas para despistar a los que quisieran saber quién era el responsable de aquello. De allí surgió la leyenda de que San Nicolás reparte sus regalos bajando por las chimeneas. Mientras caminaba por las calles de Mira, imaginen la mezcla de tristeza y alegría que sentía al ver a alguien sufriendo. Tristeza debido a la gran necesidad de la gente, y alegría puesto que sabía que Dios lo usaría para ayudar de manera significativa.

¿Quién creen que recibió la mayor bendición?

Los que recibían los regalos no tenían idea de su procedencia. A su parecer, el Señor era quien contestaba las oraciones de ellos para satisfacer sus necesidades. Y en verdad así lo hizo —por medio de este generoso siervo. La alegría que Nicolás experimentaba marcó claramente la senda de su vida. Se dedicó, con todo lo que poseía, a servir a Cristo ayudando a los necesitados. A fin de prepararse para el ministerio, emprendió un peregrinaje a Tierra Santa. Viajó por espacio de tres años a través de Palestina aprendiendo, predicando y ministrando a los necesitados. Poco después de regresar Nicolás a Mira, el muy querido y respetado pastor de la ciudad murió. Conseguir un sucesor sería una tarea difícil. Según informes, al presidente del consejo de la iglesia se le encomendó en sueños que nombrara a Nicolás como nuevo pastor de Mira. A pesar de que este método para escoger pastores no lo recomiendan muchos comités de elección, en este caso resultó efectivo.

Nicolás contaba con unos veinte años de edad cuando lo nombraron pastor de Mira. La fecha fue aproximadamente el año 300 d.C. Enseguida se le conoció como un fuerte defensor de la fe. Cuando Dioclesio, el malvado emperador romano, proclamó el edicto de encarcelar o matar a todos los cristianos, Nicolás reunió a su congregación en la iglesia. Hermanos», comenzó, «ha llegado el día de nuestra mayor gloria o nuestra vergüenza más negra. Por la gracia de Dios, hemos de descubrir ahora lo que en nosotros es tamo y lo que es buen trigo». Sabiendo que la persecución estaba por comenzar, exhortó a los cristianos a estar firmes por Cristo, y dispuestos hasta a morir por Él. Según la tradición, a Nicolás lo arrastraron fuera de su iglesia, lo golpearon públicamente, lo torturaron y lo encarcelaron. Los cristianos escaparon y muchas iglesias a través de la provincia fueron quemadas.

No fue sino hasta que Constantino el Grande conquistó el imperio occidental y declaró el final de la persecución de los cristianos que a Nicolás se le dejó en libertad. Tendría más o menos cuarenta y cinco años cuando regresó a Mira, pero la severidad de la persecución le dio la apariencia de un hombre de sesenta y cinco. Nicolás volvió a ministrar a su rebaño, cuyo número había sido bastante reducido. Los creyentes tenían muchas necesidades y Nicolás estuvo al cuidado de ellos. Él sabía la importancia de una fe que se muestra por sus obras. Sentía que era su responsabilidad satisfacer las necesidades de su prójimo. Comenzó también a enseñar acerca del gozo que produce ayudar a otros en secreto. 3 Muy pronto, otros siguieron sus pasos sin esperar recompensa o reconocimiento.

Después de su muerte, muchos de los ciudadanos de Mira continuaron calladamente con la tradición establecida por el pastor Nicolás. Cuando la gente preguntaba de dónde venían los inesperados regalos, se les decía: « ¡Debe haber sido San Nicolás! » Mientras más aumentaba la práctica de dar en secreto, más crecía la leyenda de Nicolás. Gente de todo el mundo llegaba al puerto de Mira. Muy pronto, marineros italianos llevaron la historia y la costumbre a su tierra natal y el dar en secreto comenzó a popularizarse por todo el mundo occidental y San Nicolás seguía llevándose el mérito. Cuando la costumbre llegó a Alemania, el nombre de este santo fue traducido como San Niklaus. De Alemania, se llevó a Holanda. En holandés, su nombre llegó a ser Sinter Klaus. Los holandeses trajeron la tradición al Nuevo Mundo en los años 1600. En América, Sinter Klaus fue cambiado a Santa Claus. La fama e inspiración de San Nicolás continuaban en aumento.

Una fría nochebuena, en 1822, Clement C. Moore, distinguido profesor del Seminario Teológico General de Nueva York, terminaba sus compras navideñas. Su esposa había preparado unas cestas de comida para algunas familias pobres, y le faltó un pavo. Al salir de prisa a buscarlo, el doctor Moore se encontró con su conserje, Jan Duychinck. Jan era bajo de estatura, gordo, tenía una nariz grande y roja, unos labios bien delineados, dos hoyuelos perfectamente colocados en sus mejillas y una gran barba blanca. El doctor Moore y su conserje holandés conversaron bajo la nieve acerca de la Navidad y en cuanto a proveer comida a los pobres. Fue en esa víspera de Navidad que Jan le relató la fascinante historia de San Nicolás a su patrón. «Cada Navidad», comentó el conserje, «los holandeses sacaban a alguien, vestido de San Nicolás, a pasear en un trineo». Explicó cómo los niños llenan las calles esperando ansiosos la llegada de esa persona especial vestida de rojo y blanco: era como un santo entregando regalos.

Al doctor Moore le inspiró tanto la historia, que corrió a su casa a escribir un poema. Al describir a San Nicolás en sus versos, hizo un bosquejo de su conserje holandés.

Sus ojos brillantes,
su rostro ¡qué alegre!
Su tez como rosa,
su nariz cereza.
Su boca sonriente, cual
regalo tiene,
Su barba tan blanca,
¡tan blanca cual nieve!
Sonrisa en su rostro,
él siempre mantiene.
La alegría circunda,
su faz cual guirnalda.
Su cara muy ancha,
su panza redonda
ondea y se mueve,
cuando ríe y goza.
    

 
En 1860, Thomas Nast pintó un cuadro de Santa Claus para un periódico de Nueva York, basado en el poema del doctor Moore. En 1931, la compañía Coca-Cola actualizó la imagen y comenzó a usar a Santa Claus en una campaña publicitaria. El mundo comercial de hoy le ha dado a Santa Claus una personalidad propia. En efecto, se ha convertido en uno de los personajes más reconocidos en todo el mundo. Sin embargo, es interesante ver que el espíritu que inspira a dar a otros desinteresadamente, que enseñó el verdadero San Nicolás, aún vive. ¿Ha observado que, en general, el mundo es más amable, más paciente, y más generoso durante la Navidad? En esta temporada, las personas sonríen más, se abrazan más, se ríen más. Las estadísticas comprueban que aun la incidencia del crimen disminuye significativamente durante la temporada navideña.

Los cristianos discrepan mucho respecto al asunto de Santa Claus, ya que la NAVIDAD, en verdad, SE TRATA DE JESÚS y no de San Nicolás, y están en lo cierto. Dios mismo estableció el símbolo del dar en la Navidad. Él mismo nos dio, aun sin merecerlo, el mejor regalo de todos los tiempos. Y el regalo de Jesús fue la razón por la cual San Nicolás dedicó su vida y sus posesiones en beneficio de los necesitados. Él daba en secreto y desinteresadamente, porque lo hacía en el Nombre de Jesús, y no en el de Nicolás. Aunque el mundo trate de sacar a Jesús del camino durante la Navidad, el espíritu de generosidad vive callado y gozosamente en aquellos que ponen de lado el orgullo y el egoísmo para dar como Dios dio.
Y repentinamente estaba
con el ángel una
multitud de las huestes
celestiales que alababan
a Dios diciendo:
Gloria a Dios en las
alturas,
Y en la tierra paz,
buena voluntad para
con los hombres.

 

 
Guía Pastoral Logoi
www.logoi.org


Notas:
  1. Artículo editado en base a The Life and Legends of Saint Nicolas, Eric Grozier, Duckworth & Co.
  2. Mateo 19:21
  3. Mateo 6:1-4

miércoles, 5 de diciembre de 2012

UN MENSAJE DE LA BENDITA MARÍA

"Bendita tú entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre". Lucas 1:42

¡Hola! Yo fui la madre de Cristo. Me alegra que pueda hablarles desde ultratumba. Hay ciertas cosas que es necesario decirlas, y bien claras. Soy bendita y bendito también es el fruto de mi vientre. Esto hay que recalcarlo. Es agradable, francamente, ver los excesos de los hombres con respecto a ciertas cosas. El caso mío, por ejemplo. No puedo darles nuevas revelaciones, por supuesto. Dios ha revelado ya todo lo necesario en ese famoso libro llamado La Biblia. Es esa palabra de Dios que puede hacerlos a ustedes sabios para la salvación. No es necesario que interrumpa yo ahora las normas divinas y les traiga nuevas verdades. La Biblia contiene suficientes.
 

Poco puedo decirles de mi origen, niñez y juventud. Como toda mujer hebrea, mi más grande aspiración era tener hijos; hijos varones especialmente. Dios había prometido a lo largo de los siglos un Mesías que salvaría a su pueblo. Había cosas inciertas en esa profecía, pero la verdad es que toda mujer honesta tenía la esperanza de ser ella la madre de ese héroe nacional y universal. Cuando me desposé ocurrieron cosas muy, pero muy extrañas. Un ángel del cielo vino un día súbitamente, y me dijo que no tuviese miedo, que tendría un hijo y que su nombre sería Jesús. Ustedes pueden imaginarse mi total confusión porque, físicamente, no había tal posibilidad todavía. Me explicó que sería algo sobrenatural, milagroso; que el Espíritu Santo vendría, y que por eso, el Santo ser que nacería sería llamado el Hijo de Dios. No puedo explicar la ansiedad que estas cosas produjeron en mi propio corazón y en la mente de muchos otros. Mi esposo me quiso dejar secretamente, escandalizado al ver lo que pasaba. Fue Dios mismo quien lo detuvo de seguir ese curso, de otra manera tan normal. Mucho me alegro de esto porque José fue siempre buen hombre y esposo para mí.
 

Pero todos estos detalles están escritos en la Biblia. Quiero hablarles de algunas de las cosas que se han hecho con esta historia. Me da pena o me avergüenza; no sé cuál de las dos me afecta más. Andan muchos por ese mundo que se horrorizan cuando oyen la historia del nacimiento de Jesús. Se sonríen con aire de superioridad intelectual. Dicen que esto hace bonitos cuentos para los niños cuando uno los pone a dormir. No puede aceptarse científicamente. ¿Quién ha oído jamás semejante cosa? ¡Que alguien nazca de una virgen, sin intervención de hombre alguno! Esta gente se ríe de tales cosas porque las consideran no solamente pueriles, sino absolutamente contrarias a todas las inquebrantables leyes naturales del universo. Debo admitir que los hombres han aprendido muchas cosas en los últimos siglos y descubierto muchos secretos del universo. Pero, ¡qué triste resulta ver que tanta inteligencia no les permita ver las realidades del mundo espiritual!
 

Francamente yo, María, no alcanzo a comprender esta actitud tan limitada. ¿Será que no conocen a Dios y que han visto muy poco de las obras de Dios? ¡Decir que el nacimiento de Jesucristo no es posible! Ustedes pueden comprender cuán errado es eso y cuán contrario a lo que claramente dice el Libro de Dios. Admito que no es según leyes matemáticas de la ciencia humana, pero es claramente según las leyes infinitamente superiores de la ciencia divina. Créanme que Yo soy María, la que concibió siendo virgen. Pero hay más que me inquieta, ahora que tengo esta oportunidad de hablarles. Me pregunto, ¿Por qué será que tantas veces han abusado de mi nombre y de la distinción que me cupo como madre del Señor Jesús? Alguien dijo de mí por ejemplo, que "la Santa Escritura fue escrita para María, sobre ella y a causa de ella". Esto me estremece un poco, hablándoles con franqueza. Se ven estatuas y figuras de mi supuesta persona en muchos de los pueblos y ciudades. En cierto sentido me alaga esto porque también yo soy ser humano. Pero ahora estoy en el cielo donde las imperfecciones de lo humano desaparecen completamente. Desde esta altura muchas de estas cosas duelen. ¿Saben por qué? PORQUE DESPLAZAN A MI HIJO, AL ÚNICO EN QUIEN PUEDEN EL HOMBRE Y LA MUJER SER SALVOS. Es lo triste del caso.
 

Bendita soy yo entre las mujeres, bien bendita. No creo que sea posible para nadie estimar cuán fantástica bendición fue ser designada como la madre de Jesucristo mi Salvador. No puede haber bendición más grande en toda la historia y en toda la tierra. De los millones y millones de mujeres, dignas exponentes de la creación divina, magníficas mujeres, piadosas y rectas delante de Dios, fui yo seleccionada para esa gloria incomparable. ¡Eso sí que es ser bendita entre las mujeres! Mi corazón se dobla de gratitud cuando pienso en tal favor y gracia de Dios. Bendita soy por los siglos de los siglos, pero más bendito es aun el fruto de mi vientre porque Él es el Mesías prometido, Él es el Hijo de Dios, Él es el Salvador de su pueblo. No sé si ustedes sabían esto, pero también yo necesito de esa salvación. Cuando supe del gran milagro que estaba tomando lugar en mi, recuerdo que compuse un pequeño poema. En esas líneas decía yo: "Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador". Lo creo firmemente; también yo necesito la salvación que solo Dios puede dar. Y Él me la dio, por medio de Jesucristo. ES EL QUIEN ES TODO Y EN TODO. La Biblia habla mucho de estas cosas y es por eso que a veces me preocupo por lo que hacen los hombres por estas verdades.
 

Jesús mismo, mi hijo, dijo una vez a las multitudes que Él era el camino, la verdad y la vida, y que nadie viene al Padre sino solamente por Él. No se confundan, esa frase de "a Cristo por María", es una invención de los religiosos que viven de la ignorancia y superstición de los pueblos. Cristo, mi hijo es el único camino al cielo, no hay otro mediador más que Él. Hay un pasaje en la Biblia que expresa bellamente estos sentimientos. No habla de mí, la madre de Jesús, sino de mi hijo y lo que hizo, hace y hará, y eso sinceramente, es lo importante. Dice así:
 

"Cristo Jesús, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre".

Eso lo expresa brillantemente, en mi opinión. Revela la denigrante humillación que fue para mi hijo el nacer de una mujer; muestra el terrible delirio de someterse a las angustias de la cruz y de la muerte; pero manifiesta también el puesto elevadísimo que Dios le ha dado en el universo. Fue un fidelísimo siervo de Dios quien dijo una vez, cuando habló de Jesús: "Es necesario que Él crezca, pero que yo mengue". Recuerdo un exasperante incidente en la vida mía y la de Cristo. Recién empezaba Él a manifestarse en público, fuimos todos a una fiesta de bodas. Era una ocasión feliz y había muchos invitados. Reinaba una alegría general pero, si por descuido o por excesivo número de invitados no lo sé, empezó a faltar el vino para la fiesta. En una tierra de hospitalidad reconocida, no podría ocurrir cosa más desastrosa que esa. ¡Qué desesperación y angustia de parte de los anfitriones! ¿Qué hacer? Poco se podía hacer. Fui a conversar con mi hijo y le expuse el problema. Fue un tanto presuntuoso de mi parte posiblemente, y muy pronto Él me lo hizo saber. Pero recuerdo claramente lo que dije a los encargados de servir en la fiesta. Es lo mismo que digo ahora: "HACED TODO LO QUE OS DIJERE".
 

Tal vez mucha gente no conoce a Jesucristo todavía como su Salvador. Aunque me conozcan a mí y me veneren, y me recuerden, y equivocadamente me oren y me pidan cosas. El mismo Jesucristo dice que debemos pedir, pero en Su Nombre. Quiero recordarles que quien me coloca primero que a Jesús está perdido y confundido. "NO HAY OTRO NOMBRE DADO A LOS HOMBRES EN QUE PODAMOS SER SALVOS". Yo no soy ninguna mediadora, ni me he aparecido en algún lugar, ni he pedido templo alguno. Soy María, sí, la humilde sierva del Señor. Gracias por escucharme. He dicho lo que quería decir.

 

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La Hora de la Reforma-Reforma viva
 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL HOMOSEXUALISMO


Cierto consejero recibió una carta, la cual era desgarradora. Desgarradora porque descubre agonías del espíritu y del alma, desastres sociales, psicológicos y fisiológicos. Quería que se le diera adecuado consejo. Soltero de mediana edad, se encontró un día con otro caballero que, aunque casado con una mujer era también víctima del homosexualismo que es la práctica anti natural del sexo con otro ser humano del mismo sexo. Nuestro amigo fue presentado a un grupo de homosexuales y allí empezó la odisea de su vida. Se enamoró de un muchacho de veinte años, según dice la carta. Este joven parece que apreciaba los cariños que le dispensaba un hombre más de quince años mayor que él. El joven decía que le daba satisfacciones sexuales porque no quería que su buen nombre se echase a perder si se metía a hacer estas cosas con otras personas. Un buen día, el joven lo abandonó para darse completamente al alcoholismo. Dice la carta que por tres años consultó con un psiquiatra pero que esto de nada le sirvió. Otro buen día, alguien le dijo que los demás miembros de su grupo sabían que era homosexual. Esto destruyó su personalidad y le ha dado un complejo tremendo con sus amigos y hasta familiares. Ahora, dice la carta, ¡¿QUÉ DEBO HACER?!

 
Parece como que la homosexualidad hoy en día es ya aceptada en algunos círculos. Se dice que es aceptada aun en círculos que se dicen ser cristianos. Puede ser, puede ser. Una cosa es cierta –generalmente esta práctica no es aceptada ni permitida en muchísimas sociedades que nada tienen que ver con la bíblica. Confesaba un estudiante de teología- candidato al santo ministerio de la Palabra de Dios: "Soy homosexual cristiano. Soy tan cristiano como el apóstol Pablo y tan homosexual como el que al fin a dado a publicidad su preferencia sexual. Puedo hacer esta aseveración porque ambas cosas están basadas en demostraciones científicas". Un articulista afirmó que "la comunidad cristiana debería admitir la homosexualidad como alternativa a la heterosexualidad, por lo menos como única forma de expresión erótica para un considerable número de creyentes piadosos". Hasta hay iglesias, en algunos países donde se congregan los homosexuales. ¿QUÉ SE LE PUEDE DECIR AL QUE ESCRIBIÓ LA CARTA DESGARRADORA?

 
En primer lugar, debe brotar del corazón cristiano una ola de compasión y simpatía. ¡Qué triste es ver la degeneración que ha ocurrido en este mundo creado tan bello por nuestro Dios! Hay tantas cosas torcidas y distorsionadas y cacofónicas en este mundo que es difícil impedir una lágrima o dos. Estos seres que han caído en esa red de tentaciones deben ser objeto de todo el amor y toda la comprensión de que el ser humano redimido es capaz. Nada se podrá hacer sin compasión. Pero la compasión y el cariño y el interés en el prójimo no deben alejarnos de la justicia y la verdad. Siempre con amor, pero no se debe mentir. Quien ha caído en estas prácticas, no debe engañarse a sí mismo, ni tampoco deben engañarlo los que deseen ayudarlo. Tales personas están en medio de un gran pecado. Sean cuales fueren las razones por estar donde están, esas razones no excusan su mal. Sientan lo que sientan, lo cierto es que han caído en una muy sutil, casi invisible, pero fortísima red. Hay que ser categórico en esto para no sembrar aun mayor confusión. A la larga es la única forma de librarse de este monstruo humano y llegar a la genuina libertad de los hijos de Dios.

 
Los creyentes tenemos algo que nos guía en nuestras opiniones y prácticas. No se trata, para el creyente cristiano, de lo que crea o sienta o quiera. Ni siquiera se tarta de lo que la sociedad permita o demande o tolere. Es a la Palabra de dios, el Padre celestial a quien se debe dirigir para buscarle solución a los problemas que surgen en la vida del creyente. Puede ser que haya movimientos que se muestren indiferentes a estas cosas, pero la cuestión es pura y simplemente: ¿qué es lo que Dios dice en Su Palabra? Sabemos que la Biblia enseña por ejemplo y por precepto. Hay casos y cosas en la Biblia que han sido incluidas para nuestra instrucción y hay también mandamientos y expresiones claras, terminantes y categóricas. De estas dos fuentes se pueden extraer los principios morales que deben regir la conducta- la sexual inclusive.

 
Ya muy temprano en la historia se dio un caso de homosexualidad. Fue la experiencia que tuvo Lot con los habitantes de Sodoma. Estos ciudadanos habían sufrido tal degeneración que Dios había determinado su total destrucción. Cuando Dios envió mensajeros a hacer el anuncio a su amigo Lot, la gente de la ciudad quiso apoderarse de estos varones visitantes y abusar de ellos sexualmente. Tan empecinados estaban en ese deseo que hasta rechazaron las hijas del anfitrión. Aquella "sodomía" se hubiera cometido si no fuera que los ángeles de Dios sacaron a Lot de su espinosa dificultad. Es obvio que el relato ha sido incluido en la Palabra de Dios para demostrar la bajeza de los niveles a que habían llegado los sodomitas, pero también como enseñanza para la posteridad. También habla de eso el apóstol Pablo en el primer capítulo de la carta a los Romanos. Son horribles versículos donde el apóstol analiza y describe la situación existencialista del mundo que ha caído en el pecado y ha sido abandonado por Dios. El resultado del pecado es pecado cada vez mayor hasta desenlazar todo en el peor pecado de todos: el homosexualismo.

 
Hay quienes tratan de explicar estos pasajes bíblicos con toda clase de malabarismos sociales e históricos. Dicen que esa gente de Sodoma había sido influenciada por pueblos vecinos que eran paganos. Dicen que el apóstol Pablo escribió en términos de la realidad de una Roma decadente de su tiempo. Esto es, por supuesto, una manera conveniente de evitar el impacto que debe tener la Palabra de Dios en la vida humana. No es así como se debe interpretar la escritura porque, en ese caso, se pierde la totalidad del potente mensaje de Dios; quien así interpreta un pasaje bíblico tiene también que interpretar lo demás del mismo modo. Pero aun en el supuesto de que así se interprete, hay indicación clarísima, inequívoca de los deseos de Dios mismo con respecto al homosexualismo. Esta es la orden directa de Dios dada a su pueblo- expresa la voluntad personal de Dios; no es opinión de humano o consenso de comunidad o sabiduría de un experto, sino la orden específica de Dios: "NO TE ECHARÁS CON VARÓN COMO CON MUJER. ES ABOMINACIÓN" (Levítico 18:22). Indudablemente, esto se refiere al acto sexual como el resto del capítulo obviamente lo demuestra. Allí tenemos el cuadro: si se ha de escuchar la voz de Dios, el homosexualismo está terminantemente prohibido. Es abominación, odioso, disgustoso, desaprobado. No hay dudas posibles, como puede haberlas sobre otras cuestiones de moral.

 
¿Qué hacer? ¿Qué pueden hacer quienes han caído en esta moderna tentación? Es posible que un psiquiatra poco pueda hacer para ayudar a estas víctimas –también él es, al fin y al cabo, humano. No debe descartarse esta fuente, sin embargo, porque el ser humano es extremadamente complejo y es afectado en medida creciente por toda clase de fuerzas poderosas y aplastantes. Estos profesionales pueden muchas veces enderezar lo torcido. Pero el Señor Jesús sí puede ayudar. El homosexual debe entregarse a Él, en serio, sin reservas. Hacerlo huésped de su corazón, abrirle su biblioteca para que pueda Él leer lo que lee, compartir con Jesucristo en su sala para que Él pueda sentir lo que siente. Permitir que Cristo se siente en su comedor para participar de los alimentos que consume. Hacerlo el compañero en todos los departamentos de su corazón. Obedecer ciega e incondicionalmente los tiernos consejos de este amante Jesús. Vivir con la constante consciencia de que Él está, está donde está. Cristo puede comprender, aceptar y simpatizar con quien disfrute de las maravillas del sexo según sus órdenes maravillosas. No tiene por que temer la mirada del bondadoso Jesucristo en tales casos. Por otra parte, ¿qué pensará su Señor (el que murió para redimirlo y perdonarlo), qué pensará, al verlo con un muchacho de veinte años u otra persona de su mismo sexo? ¿Se cubrirá Jesús el rostro con una sonrisa de satisfacción al ver a su amigo y hermano en esa posición?

 
El homosexualismo, en resumen, se burla de las leyes que los hombres han querido establecer. También viola abiertamente los dictados de la misma naturaleza. Y Dios severamente lo condena y rechaza. Sí, la comunidad creyente debe demostrar honda compasión, debe tratar de simpatizar con estos seres que han caído en ese difícil pecado; debe proveer un marco saludable para que los tales puedan recuperarse. Pero, como todos los pecados cometidos contra el Dios Soberano, las cosas empiezan con el pecador mismo. Debe arrepentirse de haber caído en pecado –y el pecado es pecado, no hay que olvidarse. Debe arrepentirse de su pecado. Y luego debe confesar su pecado –no a meros hombres por más expertos o místicos que parezcan, sino a Dios, porque es contra Él que se peca primero. Y luego pedirle al Supremo Redentor de las almas que le lave el espíritu y le renueve su corazón y transforme su vida. Esto le decía Pablo a los creyentes de Corinto: "Ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados en el nombre del Señor Jesús".

 

 
Levítico 18:22

 

"No te echarás con varón como con mujer; es abominación". –Reina Valera 1960.

"No te acostarás con un hombre como quien se acuesta con una mujer. Eso es una abominación". -Biblia al Día.

 

"No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer: esto es una cosa abominable". –Biblia Latinoamericana 1995.

 
"No te acuestes con un hombre como si te acostaras con una mujer. Ese es un acto infame". –Biblia Dios Habla Hoy.

 
"No te acostarás con varón como los que se acuestan con mujer; es una abominación". –La Biblia de Las Américas.

 

 
La hora de la Reforma –Reforma Viva

 

 

 

 

 

jueves, 18 de octubre de 2012

EL TESTIMONIO DEL CREYENTE

"…santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros." (1 Pedro 3:15)

La iglesia primitiva era una iglesia que daba testimonio. Siguiendo el mandato de Jesucristo, que dijo: "Me seréis testigos", los cristianos de los primeros siglos llevaron el Evangelio a todos los confines del mundo antiguo. Hoy día necesitamos testificar, pero para ello hay que aprender del apóstol Pedro cómo hacerlo. Hay dos extremos que debemos evitar. El uno es asustar y ofender a quienes hablamos por primera vez del Evangelio. El otro extremo es no hacer esfuerzo alguno para testificar. Hay personas que pueden pasar toda la vida sin hablar a alguien de Cristo. Para aprender, como creyentes, la forma en que debemos testificar es necesario examinar las Escrituras. La carta del apóstol Pedro es muy instructiva en cuanto a este asunto. Hay, según el apóstol, dos maneras de testificar para Cristo.

La primera es el testimonio de la vida y carácter cristianos. El apóstol habla de los deberes de los siervos para con sus amos, de las esposas para con sus maridos, y viceversa, y de los creyentes frente a las críticas injustas de sus vecinos. En el segundo y tercer capítulos de su primera carta, los criados han de obedecer a sus amos, las mujeres a sus maridos, y estos deben tratar a sus esposas sabiamente para que el hogar no se divida espiritual y materialmente. Aun aquellos que son injuriados y maldecidos deben devolver bendición por maldición. Finalmente, el apóstol exclama: "Santificad a Dios el Señor en vuestros corazones", y este es el secreto del verdadero testimonio. Examinemos más de cerca este testimonio de conducta.

Notemos que a veces es la única clase de testimonio que podemos dar. La esposa cuyo marido se burla constantemente del Evangelio solo logrará irritarlo si le repite una y otra vez las mismas exhortaciones. Sin embargo, si cuida amorosamente a los hijos y al hogar y es esposa amante y fiel en todo, la paciencia, bondad y amor de Cristo que desbordan su corazón, serán un testimonio mucho más evidente para aquel esposo que centenares de palabras. En muchos casos acabarán trayéndolos a los pies de Cristo Jesús.

El testimonio de la conducta y carácter es también muy efectivo. El apóstol dice: "Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación" (1 Pedro 2:12). Es frecuente oír que el testimonio y conducta de un cristiano ha llevado a su vecino al conocimiento del Evangelio. Un conocido proverbio dice: "Obras son amores, y no buenas razones." Una sola acción desgraciada destruirá fácilmente miles de palabras. Vigilemos, pues, nuestras obras y acciones.

El testimonio de nuestra conducta es también un testimonio necesario. Los que confiesan a Jesucristo deben manifestar que han sido transformados por Él. Una de las grandes debilidades del evangelismo en nuestros días es precisamente que nuestras obras no siempre coordinan con nuestras palabras. Un filósofo del siglo XIX argumentaba que si los creyentes quieren que la gente crea en el redentor, deberán presentar más evidencia de que sus vidas han sido realmente redimidas. Lo que necesitamos hoy son creyentes que estén dispuestos a vivir, sufrir, sacrificarse y amar por amor a Jesús.

Asimismo, notemos que el testimonio de vida y conducta del cristiano nunca debe ir solo. Aun cuando el apóstol pone énfasis en la necesidad de un testimonio de conducta, no nos enseña que podemos ganar al mundo simplemente con hacer bien y ayudar a otros. Jesucristo nos exhortó a ser humanitarios y dar un vaso de agua al que tiene sed, pero añadió también: "EN MI NOMBRE." La conducta debe siempre ser interpretada por la Palabra de Dios. La vida y acción deben ser explicadas a raíz de nuestra fe cristiana y de la Palabra Santa.

Esto nos lleva al segundo modo de testificar, que es mediante la palabra. El apóstol nos exhorta a dar razón de nuestra fe a aquel que nos pregunta.

En primer lugar, debemos tener la aptitud para hablar de Cristo. Hay que estar listos siempre. No es necesario un doctorado en sagrada teología para estar listo. Pero sí debemos conocer las verdades fundamentales de la fe cristiana y hablar de nuestra experiencia con Cristo de forma clara y sincera. Si la mayoría de los apóstoles, que eran hombres ignorantes en cuanto al saber del mundo, podían testificar, no hay duda de que nosotros también podemos hacerlo.

Debemos testificar cuando alguien nos pide razón de nuestra fe. Esto no significa que debemos callar siempre hasta que seamos interrogados. Hay también que saber tomar la iniciativa, pero aun el mismo apóstol Pablo habla con frecuencia de puertas que le han sido abiertas para predicar el Evangelio. Esto nos enseña que nuestro testimonio será de mayor eficacia cuanto más interés tenga la persona con quien hablamos. Si hacemos una referencia casual a un amigo acerca de Cristo y notamos que se ha despertado un interés en su corazón, debemos aprovechar inmediatamente esta oportunidad que Dios nos concede.

Notemos aquí que en muchos casos será nuestra propia conducta la que dará lugar a tal oportunidad. El apóstol dice: "Estad siempre preparados… ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pedro 3:15). Es, pues, la actitud que el cristiano adopta en relación a esta esperanza, lo que atrae la curiosidad del no creyente. Esto es de importancia capital al dar testimonio de nuestra fe. La conducta de tal cristiano en situaciones adversas provoca una pregunta de orden espiritual en el corazón de un no creyente. Esta oportunidad es preciosa para testificar del poder salvador y la gracia de Dios en Cristo Jesús.

¿Cuál debe ser en tal caso nuestro testimonio? Muy sencillo. Debemos explicar nuestra conducta y comportamiento, no como fruto propio, sino como fruto de nuestra comunión con Cristo y debido a su fortaleza y su poder que mora en nosotros. Jesucristo es nuestra vida, esperanza y paz. Este es el mensaje que el mundo necesita hoy más que nunca. Si tienes a Cristo en tu corazón, comparte su presencia con otros. El apóstol Pedro nos enseña cómo debemos hacerlo. Testifiquemos, y Dios nos utilizará más. Testifiquemos con nuestra vida, nuestra conducta y con nuestras palabras. Este es el verdadero testimonio. Amén.


Palabras de Esperanza-Reforma viva



 

martes, 11 de septiembre de 2012

LOS ESTÍMULOS DEL CREYENTE


"…a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso."

Se ha dicho que uno de los mayores motivos en el decaimiento de las civilizaciones ha sido la falta de estímulos adecuados. Lo mismo ocurre en la esfera espiritual. El cristiano que no tiene poderosos motivos para seguir a Cristo y vivir la vida cristiana, desfallece y finalmente su obra no produce fruto alguno. Los cristianos primitivos tenían poderosos estímulos y motivos para vivir la vida cristiana. Su conducta era intachable, practicaban el amor y el perdón, soportaban el sufrimiento con paciencia y el abuso sin vengarse. También el cristiano de hoy tiene poderosos estímulos para seguir a Cristo. El apóstol Pedro nos los describe en su carta.

El primer estímulo es nuestra gratitud a Dios por su redención. El apóstol dice: "Bendito el Dios y padre… que nos hizo renacer." La base de toda conducta cristiana es ciertamente la gracia de Dios. No es que nosotros hayamos amado a Dios hasta merecer su gracia, sino que Él nos amó primero y en su amor nos hizo objeto de su misericordia divina. Dios nos salva de su propia voluntad y, por tanto, nuestra respuesta a su amor y misericordia debe ser la obediencia. Este principio tan fundamental de la gratitud cristiana lo hallamos ya expresado en los escritos de la Reforma y muy particularmente en el Catecismo de Hidelberg, que nos dice: "¿Cuántas cosas debes saber para vivir y morir felizmente?" Y la respuesta es: "Tres cosas. Primero la grandeza de mi pecado y miseria. Después cómo he sido redimido de todos mis pecados y miseria, y finalmente cómo debo dar gracias a Dios por tal redención." En este instructivo Catecismo los Diez Mandamientos ocupan la tercera sección y van precedidos por esta pregunta: "Si has sido redimido de tu miseria por la gracia de Cristo y sin mérito tuyo, ¿por qué debes hacer buenas obras?" Responde el catecismo: "Porque Cristo, después de redimirme con su sangre, me renueva por su Espíritu según su propia imagen, para que en mi vida entera me muestre agradecido a Dios por sus bendiciones y para que Él se glorifique en mí."

El segundo estímulo para una vida santa es el amor. Dice el apóstol Pedro refiriéndose a Jesucristo: "A quien sin haber visto le amáis" (1 Ped. 1:8). Aquí llegamos al corazón del Nuevo Testamento. En el N.T. hubo pocos que vieron a Jesús. Solo los primeros discípulos. Después de ellos, millares creyeron en Jesús sin haberle visto y a estos se dirige el apóstol. El amor a Cristo no se funda en la visión física de Jesús. La comunión verdadera con Cristo no necesita auxilios u objetos algunos que recuerden al Maestro. El que de entre nosotros ama a otro ser, le ama aún sin verle. El mismo Napoleón Bonaparte comprendió esta verdad: "Un poder extraordinario para influenciar y mandar nos ha sido dado –decía refiriéndose a Alejandro Magno, Carlomagno y a él mismo-, pero para ello ha sido necesaria nuestra presencia física, el ojo, la voz y la mano. En cambio, Jesucristo influenció y dirigió a sus súbditos sin su presencia visible y corporal por más de mil ochocientos años." ¿Le amamos nosotros, a Cristo, sin haberle visto?

El tercer estímulo para vivir una vida pura y justa es la esperanza cristiana. "Dios nos hizo renacer para una esperanza viva." En otro lugar el apóstol dice: "Y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios" (1 Ped.1:21). Solo podemos darnos cuenta de la importancia de esta esperanza cristiana cuando pensamos en lo que el cristiano debe renunciar por amor a Dios. El cristiano debe abstenerse de los deseos carnales (1Ped.2:11); vivir una vida santa (1Ped.1:14-15), soportar abuso e injusticia sin vengarse (1Ped.2:20-21). Hacer todo esto implica una inmensa renuncia y todas nuestras inclinaciones naturales están en contra de ello. El único estímulo es nuestra esperanza en la gloria eterna. El Nuevo Testamento enseña que hay una recompensa eterna después de la muerte en los cielos para aquellos que obedecen a Dios. Esta gloria futura es la que sostiene a los creyentes aquí en la tierra.

Este pasaje nos dice que debemos ejercitar esta esperanza. Los cristianos primitivos estaban dispuestos a morir, y lo hacían con una sonrisa en los labios. Aún hoy día, en países donde existe persecución religiosa, sabemos que muchos siguen dando su vida a sus verdugos, con la alegría que esta esperanza eterna les proporciona. El apóstol Pablo, aquel gran servidor de Dios que había sufrido toda clase de estragos y brutalidades por amor a Jesucristo, decía: "Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida" (2Tim.4:6-8). Notemos especialmente sus últimas palabras: "…y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida." El retorno de Jesucristo es la bienaventurada esperanza de la iglesia. En otro lugar decía: "Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo" (Fil.3:20).

Si negamos esta esperanza, hemos silenciado el estímulo más poderoso que tenemos para vivir la vida cristiana. El creyente que pierde su fe en la segunda venida del Señor Jesucristo ha desmoronado el último baluarte de su fe. El Nuevo Testamento es la fuente más segura de esa gloriosa esperanza de la venida de Cristo.

¿Sobre qué fundamos nuestra vida y cómo miramos al futuro? Si hemos puesto nuestra fe en el Señor Jesucristo, necesitamos meditar más y más en estas gloriosas promesas que han de ser estímulos poderosísimos para que nuestra fe no caiga y desfallezca. El tiempo corre muy veloz, la vida presente es toda ella un período de crisis humana, y los que no tienen su fe y esperanza puestas en Jesucristo, no tienen donde refugiarse. Cree en Jesús y considera su gracia que nos redime, nuestro amor por Jesucristo, y la esperanza de la gloria eterna. Estos son los verdaderos estímulos del creyente.



Palabras de Esperanza-Reforma viva

miércoles, 1 de agosto de 2012

LA PALABRA QUE TRANSFORMA

Daniel García Ibarra

"Estudien las Escrituras;…ellas dan testimonio de mí"   Jesucristo

Por muchos años ya, la Sociedad Bíblica de México A. C. se ha propuesto promover la lectura de la Biblia en el idioma español y las lenguas nativas que se hablan a lo largo y ancho de nuestro Continente, en particular las de México. Con el mismo propósito y con bastante tiempo motiva a la población dedicando un mes, agosto, al cual se le ha dado en llamar el mes de la Biblia.

El pueblo evangélico de las diferentes denominaciones responde a esta iniciativa llevando a cabo diferentes actividades durante todos estos días, y especialmente concluyen las celebraciones el último domingo del mes con un culto especial en el cual se levanta una ofrenda la que se dedica para la publicación de la Biblia en tal manera que sea posible su adquisición a precios muy por debajo de su costo real.

¿Pero por qué tal interés de las mencionadas instituciones con los propósitos ya indicados? Las respuestas son el testimonio de la innumerable multitud de quienes leen el Sagrado volumen por la importancia de su contenido para la vida en el aquí y en el ahora; en el hoy y en el mañana de la eternidad. Incontables estudiosos de las Sagradas Escrituras del mundo cristiano, clérigos y laicos además de los lectores con propósitos literarios nos hablan del valor que significa para las personas el mensaje de lo que también se le conoce como la Ley de Dios, Palabra de Dios entre otros nombres, tanto del Antiguo Testamento (A. T.) como del Nuevo Testamento (N. T.).

Entre los muchos testimonios ofrezco los siguientes: la versión conocida como Nacar Colugna cita a San Agustín de Hipona quien dijo: "leed las Escrituras- decía en cierta ocasión con vehemencia, a sus ermitaños- leedlas para que no seáis ciegos y guías de ciegos". La misma versión al final del prólogo cita a Gregorio Magno quien exhortó así: "Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor aspiréis a las cosas eternas". El diccionario de la Santa Biblia publicado por la Sociedad Americana de Tratados informa que "la Biblia entera es la regla de fe para todos los cristianos, y no únicamente el Nuevo Testamento". La versión española afirma en la presentación que: "todos somos lectores, a nuestro modo, de la Biblia: como cristianos creyentes o por interés literario o cultural". Tiempo y espacio son insuficientes para citar al pueblo y a los muchos estudiosos de la palabra de Dios en lo que tienen que decirnos de su poder transformador de la vida; de quienes se dedican a su estudio, meditación y reflexión con propósitos de escuchar lo que Dios dice a la humanidad sobre la verdad y la razón de la vida.

Cuando se habla de la Biblia como Palabra de Dios nos estamos refiriendo con toda claridad al mensaje que Dios presenta en sus propósitos para salvación del hombre en su forma total y completa de lo que es el ser humano; no solamente de lo que se ha dado en llamar espiritual sino también de lo material; de su ser y hacer, de su relacionamiento con Dios, consigo mismo y con sus semejantes; lo cual incluye a todo el mundo en lo que es y en lo que lo forma. Es entonces cuando esta Palabra aceptada y llevada a la acción toma vida para transformación de las personas bajo la voluntad divina.

Jesucristo al enseñar al pueblo fue identificado como la Palabra de Dios hecha humano. Los oyentes del Nazareno se maravillaban de su doctrina porque "les enseñaba con autoridad, y no como los escribas". Por esta razón aceptaban su mensaje y cambiaban su manera de ser y hacer siempre con la dirección de Cristo, la Palabra de Dios. De esto también da testimonio la historia de la humanidad.

Nadie puede negar que nuestro mundo urja cambiar de rumbo en su modo de hacer la vida; esta es razón más que válida y suficiente para promover la lectura de la Biblia como Palabra de Dios, la cual es poderosa para transformar la vida total del hombre y sus estructuras.


 

martes, 17 de julio de 2012

LOS DEBERES DEL CREYENTE

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”  (1 Pedro 1:13).

La carta del apóstol Pedro tiene secciones que se ocupan de la doctrina y otras que nos enseñan los deberes del creyente. Los deberes son fruto de las bendiciones. Los que poseen esta esperanza viva deben también observar una conducta santa. El apóstol empieza con una exhortación, al decir: "Ceñid los lomos de vuestro entendimiento"; en otras palabras, animaos y afrontad la vida con aquella esperanza, ánimo y determinación que han de caracterizar al cristiano, estando dispuesto siempre a hacer lo que es justo.

Existen hoy día dos tendencias. La una es hacia un misticismo exuberante que casi no se preocupa por los problemas de la vida. La otra es hacia un materialismo exorbitante que no se contenta sino con el mayor lijo y esplendor. Los días en que vivimos son días peligrosos, y no debemos ser ni soñadores ni materialistas. Debemos pensar, vivir sobriamente y con celo, propósito y resolución. Las palabras "Sed sobrios" no se refieren exclusivamente a la cuestión de las bebidas intoxicantes, sino muy especialmente al intoxicamiento de los placeres y riquezas del mundo. El dinero, prestigio, honor y sensualidad intoxican también al ser humano. Hay que hallar siempre un equilibrio en nuestra vida diaria que manifieste la bondad de Dios y su propósito para con los seres humanos. Veamos ahora en particular cuáles son estos deberes.

El primer deber es la santidad. El apóstol dice: "Sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir", y sostiene su afirmación recordando que los creyentes deben ser santos como Dios es santo. Dios nos redimió para que vivamos una vida santa. Notemos la esfera de esta santidad. La santidad a que el apóstol hace referencia no es una mera santidad de ritos y ceremonias, ni tampoco una serie de crisis espirituales. La santidad de la Biblia es una santidad en la vida y conducta. Por esto el apóstol dice: "Sed santos en toda vuestra manera de vivir". La santidad es obediencia absoluta a Dios. Tiene dos aspectos. El primero es negativo y consiste en abandonar todas aquellas prácticas pecaminosas que caracterizaban nuestra vida antes de conocer a Cristo. Los apóstoles no se abstienen de mencionar estos pecados por su nombre y hablan de la fornicación, borracheras, adulterio, así como del robo, los celos, la envidia, avaricia e hipocresía. Todo esto hemos de abandonar. Debemos repudiar y resistir al pecado.

Positivamente, ser santo significa practicar la justicia. Tenemos los diez mandamientos, las enseñanzas de Jesús y las cartas de los apóstoles que nos inclinan e instruyen para practicar la justicia. Debemos, pues, mantener ideales de verdad, pureza y honestidad.

La segunda obligación o deber del creyente es reverenciar y temer a Dios. Dice el apóstol: "Conducíos en temor todo el tiempo de vuestra preparación." Aun cuando Dios es nuestro Padre, Él es también nuestro Juez. Hay quienes no se dan cuenta de esto último. Todos los apóstoles sostienen esa aseveración del apóstol Pedro de que nuestra vida en Cristo Jesús permanece bajo el juicio y escrutinio de un Dios imparcial. Porque somos creyentes, debemos aun con más tesón ser honestos y verdaderos. El apóstol Pablo dice: "Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos." El creyente no vive aterrorizado de Dios, pero porque ama a Dios y le reverencia, procura siempre hacer su voluntad. Si desobedecemos a Dios, debemos de arrepentirnos y acercarnos a Él cual hijos, pidiendo su perdón. Sabemos que "Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad."

Finalmente, el creyente tiene el deber del amor. El amor nace del carácter social de nuestra santidad. El cristiano no es un solitario, sino que vive una vida social completa especialmente con aquellos que comparten su fe y sus creencias. El amor es la característica del cristiano y el nuevo mandamiento de Jesucristo. El apóstol Juan, discípulo del amor, dice: "El que dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano permanece en la luz, y en él no hay tropiezo." El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor." El amor es esencial para el creyente como el aire y el agua son necesarios para la vida. El apóstol Pablo, en el capítulo trece de la carta a los corintios, enseña que aún una confesión de fe y una esperanza sincera no son mayores que el verdadero amor. El amor a Dios y a nuestros prójimos es una consecuencia natural de haber nacido de nuevo.

Nuestra civilización enferma necesita hoy más que nunca la medicina del amor. Necesitamos un amor sincero, no de palabras solamente, sino de hecho. Todos los versos y cantos sobre el amor son de poco valor si nos falta la práctica del mismo. En tiempos de odio y sospecha, de incomprensión y de amor propio, los que confesamos a Cristo hemos de recordar que somos la luz del mundo y la sal de la tierra. El ingrediente que producirá cambios radicales en nuestra vida y sociedad es el amor.

Los deberes a que nos sometemos gozosos los creyentes no son deberes imposibles de llevar a cabo. Por nuestras propias fuerzas sí que sería inútil intentarlos, pero sabemos que Jesucristo nos ayuda. Dios dio a su Hijo Jesucristo como suprema manifestación de su amor y este amor es el que nos inspira y nos da fuerza para amar a nuestros prójimos. Nuestros países necesitan el amor de Jesucristo y este amor debe empezar en nuestros corazones. Si somos hijos de Dios, redimidos por Jesucristo, nos amaremos entrañablemente y de corazón puro como dice el apóstol. ¡Qué importa que nos separen fronteras, o que sea distinto el color de nuestra piel, o que hablemos lenguas diferentes! Jesucristo nos hará uno en su perfecto amor. Este, es el deber esencial del cristiano.

Palabras de Esperanza – Reforma Viva.

martes, 26 de junio de 2012

LOS BENEFICIOS DEL CREYENTE

"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros."   1Pedro 1:3,4

En esta semana y la que viene consideraremos dos conceptos principales en la vocación del creyente; son, a saber: sus beneficios y sus deberes. Muchos hay que argumentan que el hacerse cristiano acarrea muchos beneficios, y esto es verdad, como veremos; pero entraña, asimismo, un cierto número de deberes que estudiaremos próximamente. El Evangelio presenta un excelente equilibrio de beneficios y obligaciones. El apóstol Pedro exclama en esta primera carta: "Gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con alegría" (1 Ped.4:13). El apóstol empieza su exposición con una doxología, al decir: "Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo." Todo lo que recibimos de Dios nos es otorgado en el nombre de Jesucristo, y el apóstol une estos conceptos en su doxología. El apóstol Pedro parece resumir todo lo que va a decir en una sola expresión: "Nos hizo renacer". He aquí todo el significado de ser cristiano. Un cristiano es un ser humano nacido de nuevo y todos los beneficios que posee en Cristo Jesús son el fruto de este nuevo nacimiento. El apóstol habla de la resurrección de Jesús como medio por el cual hemos recibido esta nueva vida. El apóstol Pablo hace eco a sus palabras al decir: "Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria de Padre, así también nosotros andemos en nueva vida" (Rom.6:4).

Un estudio del primer capítulo de esta primera carta del apóstol Pedro nos enseña que existen tres beneficios: Una esperanza viva, Una herencia incorruptible y Una salvación que será manifestada en el tiempo postrero.

EL PRIMER BENEFICIO ES UNA ESPERANZA VIVA. La esperanza es una característica especial del cristiano que lo distingue del ser humano que no es creyente. Los mejores escritores del mundo antiguo nos enseñan en el estado de pesimismo que se hallaba la humanidad en sus días. El coro de una antigua representación griega dice así: "No nacer es, sin duda, la mejor fortuna; pero, de otro modo, lo mejor es volver con la mayor rapidez posible al lugar de donde el hombre vino." Otro escritor pagano dice: "El sol se levanta y se pone, pero una vez nuestra breve vida se extingue, no queda otra cosa sino una larga noche de la que jamás despertamos." En medio de este descorazonador pesimismo se levantó un grupo de hombres y mujeres, los cristianos, que tenían una esperanza viva en su corazón. Encontraron que aquel que había conquistado por su resurrección a la muerte les daba el optimismo de una nueva vida. Notemos que se trata de una esperanza viva. El agua viva es siempre mejor que el agua de una cisterna, y un alambre vivo es el que da vida y fuerza al conducir electricidad. La esperanza viva del creyente es segura e inquebrantable. Nuestra esperanza está fundada en un mundo mejor y en Jesucristo Rey y Señor de los Cielos y de la Tierra. Nuestra esperanza es, pues, UNA ESPERANZA VIVA Y ETERNA.

EL SEGUNDO BENEFICIO ES LA HEREDAD ESPIRITUAL. Dice el apóstol: "Una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible reservada en los Cielos para vosotros." Nuestra heredad es el gozar de la Vida Eterna ahora y en los días a venir. La Biblia nos habla de la comunión con Dios, o andar con Dios, y describe esta relación personal e íntima entre Dios y los seres humanos. El Catecismo de Westminster lo expresa así: "¿Cuál es el propósito o fin principal del hombre?" y la respuesta es esta: "Glorificar a Dios y gozar de Él para siempre." Ningún ser humano puede vivir apartado de Dios. El autor del Salmo 73 ya lo dijo al exclamar: "¿A quién tengo yo en los Cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre" (Sal.73:25,26). EL SEGUNDO BENEFICIO ES UNA HEREDAD, UNA NUEVA VIDA DE COMUNIÓN CON DIOS Y EL MUNDO A VENIR.

EL TERCER BENEFICIO QUE TENEMOS ES UNA SALVACIÓN QUE SERÁ REVELADA EN LOS POSTREROS TIEMPOS. La palabra "salvación" se usa en términos distintos. Significa, en primer lugar, el perdón de los pecados por la fe en Cristo Jesús. Pero algunas veces significa también el triunfo de Jesucristo sobre todas las fuerzas del mal. Los cristianos triunfarán con Jesucristo cuando Él vuelva con gloria y poder. Ahora solo le vemos por los ojos de la fe, un día le veremos cara a cara. La soberanía de Jesús, su poder y su victoria serán manifestadas a toda la creación. Esta es la salvación final de la que gozarán los creyentes.

Estamos muy necesitados de un mensaje así en estos tiempos. Hay personas que están llenas de temor ante el futuro, otras que ya están padeciendo las calamidades del materialismo y secularismo, y de sistemas que no respetan los derechos humanos y que desprecian cualquier manifestación religiosa. El cristianismo nos enseña que la victoria final no se encuentra en manos de aquellos que prorrumpen en feroces amenazas de destruir el mundo; la victoria final está en manos de Jesucristo, y es una victoria en la que el creyente gozará y ocupará una parte importante en la misma. Quizá la descripción de estos beneficios maravillosos que son la porción del creyente en Cristo Jesús, haya despertado en alguien el deseo de poseerlos también. Ante tales promesas solo podemos tomar dos actitudes: Aceptarlas por la fe, o rechazarlas. Dice el apóstol Juan: "El que tiene al Hijo, tiene la vida, y el que no tiene al Hijo, no tiene la vida."

Es pues un asunto de vida o muerte el creer en Jesús. En días tan difíciles como los que la humanidad está atravesando, necesitamos una esperanza viva y una heredad incorruptible. Necesitamos tener la seguridad de que tendremos un lugar en este triunfo final de Cristo Jesús y de Su Iglesia. Hay solo un camino para acercarse a Cristo y para gozar de estos beneficios. Es el camino de la fe. Un camino que muchos rechazan porque les parece demasiado fácil. Dios nos llama para que, dejando las tinieblas, nos acerquemos a su luz. Todos estos beneficios son nuestros si con fe confesamos a Cristo. Dios haga que por su Espíritu obrando en el corazón los poseamos y disfrutemos.

jueves, 3 de mayo de 2012

¡VIVA EL TRABAJO!

Dios, que sabe más que ningún otro lo que es el hombre, dice que es bueno trabajar. A todos los que Su magnífico poder ha redimido y sacado de su condición vergonzosa, Dios les aconseja que trabajen. Es bien cierto que hay mucha gente que preferirían tener la oportunidad de poder vivir sin trabajar y hay quienes sí tienen trabajo pero no trabajan. Todo esto es sin importancia en este momento ya que Dios claramente señala en su Palabra la conveniencia de que el hombre suyo, nuevo, redimido, creyente, el que va hacia la gloria eterna, trabaje en este mundo. En una de las partes más prácticas de la Biblia, repetidamente Dios impulsa el hábito del trabajo como si fuese algo especial. Hay tres frases bíblicas, en el libro de los Proverbios, que son otras tantas razones por las cuales el hombre debe de trabajar si ha de obedecer a su Creador.

La primera orden de Dios indica que hay, en el trabajo, valores y resultados económicos. Hay mucha miseria en el mundo; hay mala distribución de riquezas; hay sistemas económicos que se mantienen ignorantes de estas realidades porque no tienen solución. Hoy en día preocupa hondamente a quienes piensan un poco porque hay cada vez más gente, y, dicen, cada vez menos recursos. Hay que medir las energías y distribuir las riquezas y conservar las fuentes que se han descubierto. Todo esto debe ser calurosamente aplaudido porque los problemas no se solucionan solos y es correcto que el ser humano se involucre no solo en la creación de los problemas sino también en cómo solucionarlos. Muchos de estos problemas son extremadamente complejos y no tienen soluciones fáciles y los seres humanos estarán en estado de debate constantemente sobre estos temas hasta que se produzca el fin del mundo y de la historia.

Dios sabe lo difícil que son estos problemas y Dios aplaude estos esfuerzos humanos por solucionarlos – después de todo fue Él quien hizo al hombre y a la mujer a Su propia imagen y semejanza. Pero Dios también tiene Su contribución al espinoso problema de la humanidad – el problema económico. En el libro de los Proverbios, que es una colección de dichos, proverbios y adagios que disfrutan de la bendición de Dios, dice: "La mano negligente empobrece; mas la mano de los diligentes enriquece". Una traducción más moderna y más clara de este adagio divino es esta: "POCO TRABAJO, POBREZA; MUCHO TRABAJO RIQUEZA". Notamos entonces que el trabajo tiene efectos, elementos y factores de carácter económico. Recordemos que esto es opinión de Dios. Dios sabe que el trabajo es fuente de recursos y que en su mundo tiene su debida recompensa. Quienes hablan constantemente del proletario y del trabajador saben que su trabajo tiene valores económicos.

Hay mucha gente en este mundo que vive inconsciente de estas preciosas verdades; consideran que el mundo les debe sus sostén, que no tienen necesidad de trabajar (por cualquier razón que se hayan inventado) y luego se sorprenden de que estén a los niveles de la pobreza. "poco trabajo" dice Dios "pobreza; mucho trabajo, riqueza". El hombre y la mujer nuevos, que han sido transformados por el poder de Dios han descubierto también este secreto y, como consecuencia, tienen un concepto totalmente distinto de lo que es el trabajo. Es por esta razón que donde hay de esta gente nueva, al lado de otros seres humanos, estos creyentes tienen una tendencia a exceder a los demás y superarlos. Esto ha provocado conflictos y guerras en este malvado mundo, la envidia hace su entrada y enceguece los ojos para que no se vea la realidad. Pero el trabajo tiene ciertamente una dimensión económica. En términos generales la mano negligente, el que no trabaja conscientemente, empobrece; es la mano de los diligentes, de los que trabajan, que enriquece.

En segundo lugar, Dios indica que el trabajo tiene efectos políticos también. Dice la Palabra de Dios que "LA MANO DE LOS DILIGENTES SEÑOREARÁ, MAS LA NEGLIGENCIA SERÁ TRIBUTARIA" o en términos más contemporáneos "EL QUE TRABAJA DOMINARÁ; EL PEREZOSO SERÁ DOMINADO". Sabemos que esto es así en todos los niveles del accionar humano. Nosotros mismos lo hemos visto en nuestro terruño, que hay un hombre o mujer que domina la situación, que se ha hecho fuerte, que es candidato o candidata a alcalde, regidor o alguna cosa semejante. Una de las razones que se dan para que ocupe semejante puesto es lo que la gente dice de tal persona: afirman que "es popular y trabajadora". Quizá uno se pregunte qué tiene que ver el hecho de trabajar con la salud u oportunidad política. Hay probablemente varias razones como, por ejemplo, que quien trabaja llega a ser disciplinado, llega a saber lo que vale un peso, sabe tratar con la gente.

Pero otra razón importante es que Dios mismo así lo prefiere. Dios prefiere que domine o señoree sobre los demás quien es diligente y trabaja en lo que le gusta mucho. ¿Qué diríamos nosotros mismos, o qué decimos cuando hay en puesto de responsabilidad algún holgazán que jamás ha sabido trabajar, o que jamás ha querido trabajar o que ni sabe siquiera lo que es el trabajo? ¿Y si aprobamos de uno que trabaja, por qué no ha de aprobar Dios tal cosa del mismo modo? Dios no solo ha observado la realidad e informado de lo que pasa sino que, específicamente, anuncia y promete en su Palabra que el trabajo tiene resultados políticos de carácter totalmente positivos. Es ahí donde no se ha enseñado la opinión divina del trabajo que hay toda clase de conflictos no solo laborales sino especialmente políticos –hay demasiada gente que solo hace política sin jamás hacer el trabajo que dignifica pero que también resulta en oportunidades de liderazgo. Tiene pues el trabajo derivativos políticos.

Y el trabajo, según Dios, tiene también efectos sociales. Esto lo expresa claramente en estas palabras: "EL QUE LABRA SU TIERRA SE SACIARÁ DE PAN; MAS EL QUE SIGUE A LOS VAGABUNDOS ES FALTO DE ENTENDIMIENTO". Aquí se compara el trabajo con el vagabundo. El trabajo distrae, el trabajo ocupa el tiempo, el trabajo rinde salario al término de la semana o de la quincena; el trabajo rinde un lugar donde pasarse el tiempo, y en consecuencia, el trabajo crea una condición social tolerable. Pero allí está el que no trabaja. ¿Qué pasa con él? ¿Socialmente qué ocurre cuando un hombre, una mujer o un grupo de personas no trabajan? Bueno, el magnífico ser humano, obra maestra de Dios, echa a andar en caminos torcidos, la holgazanería empieza a tener su efecto; luego vienen tentaciones y surgen implacables necesidades y, poco a poco, el que no trabaja cae en manos de otros expertos que han aprendido a vivir sin trabajar y los arrastran a regiones subterráneas, y destruyen su dignidad, y empiezan a cometer crímenes y buscan deleitarse en la inmoralidad y, antes de darnos cuenta, el que no trabaja pasa a ser una lacra social y una carga pública que se vuelve difícil eliminarla.

El que trabaja disfruta de buen nombre, el holgazán es simplemente tolerado, sin que nadie lo acepte positivamente. No es extraño pues que Dios haya introducido el concepto del trabajo en la vida humana. El trabajo dignifica, produce mejores ciudadanos, mejora las condiciones sociales de quien trabaja pero también de todos sus contemporáneos. Y sin embargo, hay mucha gente que aun así no quiere trabajar. ¿Por qué será que, aunque es evidente que el trabajo tiene derivados económicos, políticos y sociales, por qué será que hay gente que "daría un ojo de la cara" con tal de no tener qué trabajar? Bueno, es la naturaleza humana. El Libro de Dios describe una persona así, uno que puede hallar las más ridículas razones para no salir a su trabajo, que quiere "echarse una siesta", que está a punto de llover, que hace demasiado calor o demasiado frío, que hay un león que anda suelto. ¡Excusas y más excusas! Y hoy en día, bueno, los hombres se buscan más excusas, tan ridículas como aquellas. Tal vez nosotros mismos nos hemos encontrado con gente así o tal vez no hemos comportado así en alguna ocasión. Se dice que no se quiere trabajar porque los sueldos son una miseria o porque hay maltrato, o porque las estructuras son explotadoras, o porque el sistema no premia lo suficiente, o porque los intereses creados por otras clases son crueles o porque hay que ir a luchar en luchas de clases en tierras de opresión.

Sea la excusa la que sea, el hecho es que tales personas están dejando de cumplir su cometido en todos los niveles importantes: el nivel económico, político y social. El trabajo es medicina preventiva pero es también medicina que cura. El trabajo es salud y también bienestar. El trabajo es bendición a quien lo hace y resulta en bendición a todos los que lo rodean. El trabajo dignifica porque es una bendición que Dios ha dado al hombre, y Dios sabe del hombre porque lo hizo. ¿Somos miembros de la nueva humanidad? ¿Somos mujeres y hombres nuevos? Entonces sabemos ya que bendito es quien trabaja porque tiene con qué vivir, porque contribuye al bienestar general y porque produce una clase social que es envidia del mundo. Ojalá todos tengamos siempre libertad de trabajar y que, libres, podamos gritar ¡VIVA EL TRABAJO!


La Hora de la Reforma-Reforma Viva

lunes, 23 de abril de 2012

LOS NIÑOS DE HOY

De los muchos millones de habitantes que tiene este mundo, todos ellos fueron niños (aunque muchos lo son todavía). ¿Acaso hemos estimado el valor, la importancia, el potencial de los niños de este siglo XXI? Si este mundo continúa en marcha, esos niños que ahora ambulan por las calles serán presidentes, primeros ministros, secretarios de agricultura, profesores de ciencias, padres, madres y conductores de masas. Ahora que ya está por finalizar el mes de abril que se le ha llamado "El mes del niño" es muy bueno fijar la atención sobre los niños y niñas por varias razones.

En primer lugar, allí está la historia que conmueve y estremece con frecuencia.

No solo emanan de ella brillantes luces y dulcísimos recuerdos y grandes lecciones, sino que también surgen páginas de tragedia por las que uno se apena de formar parte del género humano. Esta cuestión de los niños es una de estas tragedias. Hay quienes no se imaginan los capítulos vergonzosos que se han escrito en los anales de los niños. En algunas partes del mundo, solo se aceptaron los bebes del sexo masculino, ya que el resto era arrojado a las corrientes torrentosas de un río. En otras culturas se entregaban a los hijos a las deidades y dioses ofendidos a quienes había que apaciguar. Pero no siempre fueron cosas de carácter religioso o ritual, sino que la brutalidad misma del ser humano se ponía frecuentemente de manifiesto. Hasta el siglo dieciocho no había casi en ninguna parte ley alguna que protegiese los derechos de los niños. En general, los niños eran considerados como propiedad de los padres quienes podían disponer de ellos a su entero gusto y capricho. Podían los padres dejarlos morir por cualquier enfermedad o podían hasta ofrecérselo a alguna otra persona que tuviese interés en ellos. A los seis y siete años de vida se consideraba que los niños habían llegado a "la edad de la razón" lo cual significaba que eran adultos en miniatura y por ende sujetos al peso total de todas las leyes y costumbres vigentes para los demás. Así es que hubo varios casos de niños de siete u ocho años que fueron ahorcados públicamente por haber cometido homicidio o por haber sido culpados de brujerías.

También hay que considerar la situación de los niños de hoy.

El cuadro no es tanto mejor, desde ciertos puntos de vista. Dijo un joven recientemente: "Tengo un empleo excelente, tengo éxito en la vida y quiero cometer suicidio. La vida no tiene significado". ¿Por qué dice un joven semejante cosa y hace tan seria observación? No cabe duda que una gran parte de esa actitud brota de una niñez absolutamente desgraciada e hiriente y deshumanizante. Las condiciones de la niñez moderna se ven complicadas por las realidades tan propias del mundo revuelto en que vivimos. Una de las desdichas más grandes de los niños de hoy son los hogares donde solo se observan disputas y discordias que no parecen tener solución. Este tipo de hogar está en constante aumento en el mundo actual y produce muchísimas víctimas entre el niño de hoy. Pensemos en los miles de casos donde falta completamente ese sentido de responsabilidad que es el marco indispensable de un hogar feliz; hay padres y madres por todas partes que han perdido ese sentido de responsabilidad y quienes poco o nada se interesan en aquellas criaturitas que Dios ha puesto en su sendero. Hay los matrimonios separados, también en número cada día mayor; parejas que han traído al mundo hijos e hijas pero que ahora se han separado en vez de sentirse obligados, sino por otra causa, por lo menos por causa de esos hijos que produjeron. Pero no, ellos se han separado…y los que sufren son los niños –los niños de hoy.

Tal vez nosotros conocemos otro niño o niña que también sufre aunque no lo veamos en lágrimas. Se trata de los miles y miles de niños y niñas que han sido traídos al mundo ilegítimamente. Sabemos que cada día hay más y más niñas y niños en esta lamentable categoría; estos son niños que deben superar los gigantes obstáculos de una vida mal empezada para poder triunfar en la vida que aun los espera. Mucho se ha hecho ya que ciertamente puede beneficiar al niño de hoy. Recordemos que en Inglaterra, por ejemplo, con todo lo progresista y avanzada que era, fue en el año 1802 que se publicaron las primeras leyes de protección de los niños; según estas leyes no se les permitía una jornada de trabajo de más de doce horas, no se los podía hacer trabajar durante las horas de la noche, y era necesario darles por lo menos ciertos elementos de instrucción primaria. El Primer Congreso Internacional del Niño se llevó a cabo en París en el año 1883. Fue en el año 1916 que se realizó el Primer Congreso Panamericano del Niño en Buenos Aires Argentina y que resultó años más tarde en la formación del Instituto Infantil Interamericano; esto fue en el año 1948 bajo los auspicios de las Naciones Unidas; es en la lista de derechos que esta organización ha aprobado que se encuentren estas palabras: "TODOS LOS NIÑOS, LEGÍTIMOS O NATURALES, SON MERECEDORES DE LA MISMA PROTECCIÓN SOCIAL".

Hoy en día, cada país cuida a sus niños y la sociedad ha salido en su defensa, aunque aún hay abusos y actos vergonzosos, pobres niños mutilados, algunos explotados y miles que no saben qué les espera en la vida. No es de sorprenderse que se hayan hecho grandes cosas en pro del niño porque Dios el Creador tiene muy especial interés en él. Es quizá por esta razón que casi todos los movimientos que han impulsado la causa de los niños han nacido en terrenos religiosos.

La Palabra de Dios despliega un enorme aprecio por los niños y las niñas, los de hoy inclusive.

En el Salmo 8, por ejemplo, se leen estas palabras categóricas: "DE LA BOCA DE LOS NIÑOS Y DE LOS QUE MAMAN, FUNDASTE LA FORTALEZA, A CAUSA DE TUS ENEMIGOS". Estos son los niños, esas tiernísimas almas que apenas han aprendido a caminar, corazones que no han sentido aun la influencia venenosa de una humanidad sepultada en cinismo. Es de la boca de los tales, dice la Palabra de Dios, de donde pueden oírse las verdades fundamentales de su vasta creación; es en los niños donde se ven más claramente reflejadas las cosas que de verdad tienen importancia; es por intermedio de los niños que la humanidad puede aprender las importantes lecciones que debe aprender si ha de sobrevivir estos peligrosísimos tiempos en que vive. La lucha de la verdad contra la mentira no es fácil. Tan es así que el Salmo 8 menciona específicamente que es de esas voces infantiles, de esa mentalidad de niño, que sale la fortaleza que ha de vencer al enemigo. ¡Hay un enemigo ciertamente! ¡Rodea al hombre y la mujer con sus fauces abiertas, dispuesto a tragárselo a la menor oportunidad! ¡El niño de hoy es fuente de esperanza en esta clase de mundo! ¿Por qué? ¿Qué puede aprenderse del niño de hoy? ¿Hay acaso en la niña o niño de hoy? Es del niño que el hombre y la mujer pueden aprender la lección más difícil de su vida; tan difícil es la lección que el hombre o la mujer tiene que hacerse como un niño para poder aprenderla.

Hay millones que ni siquiera se han dado cuenta del problema que vive la humanidad; que no saben por qué hay dificultades y por qué se abusa de los niños, y por qué sienten ansiedad, y por qué están intranquilos. La realidad es que estos miles y millones de personas junto con toda la humanidad hemos pecado contra Dios. Este pecado ha causado estragos en todos, ha manchado completamente la vida humana y ha puesto en serio peligro la eternidad del ser humano. Pero la cosa no es totalmente desesperante, hay un rayo de esperanza que llega refulgente a los más apartados rincones de la tierra. Es esto: EN LA PLENITUD DEL TIEMPO DIOS MISMO ENVIÓ A SU HIJO UNIGÉNITO AL MUNDO, UN NIÑITO INDEFENSO, PARA QUE FUESE SALVADOR DEL HOMBRE. Y Cristo cumplió con su cometido: vivió en este mundo, creció y aprendió, caminó y enseñó la verdad, luego fue traicionado y colgado en una cruz y sepultado, pero al tercer día resucito de entre los muertos. Lo curioso es esto: para ser salvos, tenemos que creer en este Jesucristo y eso no es cosa fácil. A cierto hombre de importancia le dijo una vez Jesucristo: "DE CIERTO, DE CIERTO TE DIGO, QUE EL QUE NO NACIERE DE NUEVO, NO PUEDE VER EL REINO DE DIOS". Y al público en general le dijo: "DE CIERTO OS DIGO, QUE SI NO OS VOLVEIS Y OS HACEIS COMO NIÑOS, NO ENTRARÉIS EN EL REINO DE LOS CIELOS".



La Hora de la Reforma-Reforma Viva

viernes, 13 de abril de 2012

EL VIVO QUE MURIO


"Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús" Lucas 24:2,3.

Todos los vivos mueren. Millones y millones que vivieron en épocas pasadas han pasado a la muerte. Los miles de millones que hoy viven sobre la superficie de la tierra morirán también. Cada momento que pasa mientras escribimos estas palabras hay vivos que mueren. Y quedan muertos. Esto fue una de las muchas cosas excepcionales de Jesucristo, el Hijo de Dios. Murió; tan muerto como el mejor; tan es así que unos soldados recibieron orden específica de ir a cerciorarse de que Jesús había muerto, en efecto. Jesús murió tan muerto como su tío difunto o sus bisabuelos. Pero Jesús resucitó, se levantó de la tumba, salió caminando de su sepulcro; es el vivo que murió; vivo porque Jesús vive para siempre, pero vivo después de morir; no como nosotros que vivimos primero para morir luego. El vivo que murió.

Este concepto de resucitar es muy cristiano. Sabemos que hay religiones en el mundo y todas tienen sus héroes y sus santos y sus grandes figuras, pero ninguna tiene esta idea de resucitar. Esto es exclusividad del cristianismo. Con esta doctrina y este hecho se hace o se deshace la fe cristiana. Imaginémonos que Jesús hubiese sido un muerto más; que se hubiese quedado en la tumba. ¿Habría hoy día una iglesia cristiana, una ética cristiana, una civilización cristiana, una filosofía cristiana? Aquellos discípulos se hubiesen entristecido unos días, se hubieran desengañado más luego y, con el pasar de unos años, se hubieran dado a nuevas causas y nuevos ideales. Las mujeres que descubrieron su sepulcro vacío cuando fueron a embalsamar sus restos mortales ¿conoceríamos hoy sus nombres y parentescos? ¡Por supuesto que no! Como dice un escritor "la tumba vacía fue la cuna de la iglesia". Todo el edificio de la fe cristiana y la cultura que ha impuesto sobre el mundo se basan sobre el estupendo hecho de la resurrección de Jesucristo. No habría lo que hay.

Habrá quizá quienes pongan en duda este hecho como ponen en duda muchos otros. Afirman que no puede ser porque es científicamente imposible, que es cuento de gente explotadora para mantener a las masas en cautiverio sicológico y muchas otras razones que pueden inventarse sin gran esfuerzo. Desde el primer momento hubo oposición feroz contra este hecho singular. El mismo día que ocurrió se hizo una componenda relacionada con este asunto. A las autoridades oficiales del momento no les convenía eso de que Jesús hubiese resucitado. Los soldados que estaban de guardia dieron su testimonio al respecto, pero los funcionarios dieron dinero y órdenes de decir que todo era un cuento; que la tumba estaba vacía por cierto, pero que el cuerpo no había salido de allí caminando sino que los discípulos de Jesús habían venido y robado ese cuerpo. ¡Las mentiras que se siembran por el mundo por un poco de dinero! Pero no bastó el testimonio de aquellos soldados mentirosos. Se supo la verdad, quedó establecida, hubo ojos humanos que vieron a este Jesús resucitado, escribieron sobre ello y comenzaron a proclamarlo por el mundo entero. Hoy en día no cabe duda en círculos respetables que Jesús resucitó y que es el vivo que murió.

La resurrección de Jesucristo es de singular significado porque demuestra que Jesús venció el monstruo de la muerte. No hay enemigo más mortal que la misma muerte; se traga a todo ser humano. Hay quienes escapan sus susurros hasta la edad de ochenta o noventa o cien años pero al fin son derribados por el peso inexorable de la muerte. Mueren y los entierran y quedan en sus tumbas. Si alguien resucitase no alcanzarían los medios de comunicación popular para satisfacer la curiosidad humana. Los vivos mueren y quedan muertos. Pero Cristo resucitó. Uno se pregunta cómo es tal cosa posible y la respuesta es que no es posible. No hay quien pueda levantarse de los muertos y volver a vivir. Solo Cristo lo hizo. Cristo es el vivo que murió. ¿Por qué se levantó Jesús de entre los muerto? Simplemente porque su tarea había sido cumplida, su misión se había realizado. Jesucristo vino a luchar contra el pecado humano y todas sus horribles consecuencias. La culpa del pecado humano es enorme; la ira de Dios contra esa desobediencia humana es inmensurable. El resultado concreto de esa culpa es la muerte. Fue por eso que Jesús murió. Una vez muerto, sin embargo, ha pagado la deuda pendiente. Su obra realizada a entera satisfacción, le permite ahora salir de esa tumba tenebrosa y volver a la vida. Se hizo acreedor al más resonante éxito que fuese posible obtener. Se hizo dueño y Señor de la vida.

Hay más. Hay millones en este mundo que confiesan su fe en el Cristo resucitado. Leer el Nuevo Testamento es darnos cuenta del acento que esa resurrección recibe. Fue el tema fundamental de todos los discursos que se citan en el libro de los Hechos de los Apóstoles. El apóstol Pablo se gloriaba en el Cristo resucitado. ¿Por qué se menciona con tantísima frecuencia un suceso tan excepcional? Es que el hombre necesita un Salvador viviente. Observando en nuestro derredor ¿qué ven nuestros ojos? Muchísima gente ha hecho ídolos de seres muertos, muertos que están muertos todavía y estarán hasta el gran día de los días. Tienen esperanzas cifradas en seres de la mejor calidad pero muertos. Los grandes próceres viven en estatuas y en libros de texto y en el pensamiento de sus compatriotas pero están muertos y bien sepultados. No pueden hacer absolutamente nada por sus amigos, conciudadanos, compatriotas, los pobres y oprimidos. ¡Están muertos y aunque los honremos con todo el ser, nada pueden hacer por nosotros! Pero no es así con Jesucristo. Al resucitar de entre los muertos se ha constituido en el gran Salvador de los hombres: ¡Vencedor contra la muerte, victorioso en su empresa y vive para siempre! ¡Ese fue el Salvador que la iglesia presentó y que la humanidad necesitaba! EL VIVO QUE MURIO.

¿Cómo es tu Cristo? ¿Muerto o vivo? Esta pregunta es crucial porque hay evidencia de mucho cristo muerto por ese mundo de Dios. Un cristo que despierta compasión por su tristísima figura; un cristo que se ve limitado a cajones y crucifijos, y cruces a la orilla del camino; un cristo impotente, muerto e inofensivo porque está siempre crucificado. ¿Cómo es tu Cristo? El de las Escrituras es un Cristo vibrante y vigoroso; un Cristo que demanda adhesión y actividad; un Cristo que llora al ver las multitudes como ovejas sin pastor; un Cristo que tiene las riendas del universo en su mano regidora; un Cristo que envía sus mensajeros a lo largo de la tierra anunciando las buenas nuevas; un Cristo que un día creará una nueva tierra en la que reinarán para siempre la justicia y la paz.

¿Cómo es tu Cristo? Todo el mundo sabe que hay problemas donde quiera que se mire. Cierto y muy cierto, que este Jesucristo no ha purgado las naciones del mundo y renovado las masas, y condenado los malos y rescatado a los buenos. Todo eso es muy cierto. Pero, ¿de quién es la culpa de tales condiciones? ¿Qué acaso, no somos nosotros mismos parte de la respuesta? ¿No es el hombre injusto, explotador, temeroso, engañador y mil cosas más, pocas de ellas halagadoras? Pese a ello, Dios ama de tal manera que envió a Su Hijo al mundo para que todo aquel que en el cree no se pierda mas tenga vida eterna.

Jesús vino a curar al hombre de su mal y hay miles y millones en el mundo que pueden decirles cuán curados están por la mano poderosa del vivo que murió. ¡Jesús vive y actúa en la historia, pero actúa preferentemente en la vida tranquila de un hombre o mujer que sienta el peso de su culpa en su pecho! Cristo libra a ese hombre o mujer de ese peso y los hace nuevas criaturas de modo que puedan empezar a limpiar el mundo en que viven y a hacer lo que Dios quiere que hagan. ¿Cómo es tu cristo? ¿Te ha librado del peso de tu culpa?

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La Hora de la Reforma-Reforma Viva.

martes, 10 de abril de 2012

LA NATURALEZA DE NUESTRA RESURRECCION

1 Corintios 15:20-45
 
El concepto de que una persona está compuesta por partes no es aceptado por la teología de Pablo. Dado que la persona es un ser integral y dado que vivimos en la esperanza de una resurrección integral, ¿cómo debe este pensamiento influir en nuestra vida aquí en la tierra? ¿Cómo afecta el concepto generalizado de la muerte la verdad de una resurrección corpórea? ¿Qué dice Pablo acerca de una manera cómo podemos estar seguros de la resurrección y de un cuerpo glorificado?

En el pasaje bíblico Pablo afirma el hecho indisputable: ¡CRISTO RESUSCITO! Jesús es, por tanto, el primero de una multitud innumerable de personas que resucitarán de los muertos. Pablo señaló el contraste entre Adán y Cristo. "En Adán todos mueren", la humanidad está sujeta a la muerte. "En Cristo todos serán vivificados", su resurrección es la garantía de la resurrección de la humanidad. En los versículos 35-45 el apóstol apela a la naturaleza para mostrar lo razonable de la esperanza que tenemos de una transformación que debe acompañar nuestra resurrección por medio de nuestro Señor Jesucristo.

I. La certeza de la resurrección de Cristo, 1 Corintios 15:20 al 22.

Estos tres versículos son una conclusión de los versos anteriores. Los versículos 3 y 4 contienen un resumen del Evangelio: la muerte de Jesucristo por nuestros pecados, su sepultura y su resurrección al tercer día. En los versos 5 al 10 Pablo menciona algunas pruebas de la resurrección al expresar "Apareció a quinientos hermanos…" y en los versículos 11 al 19 contesta a los que dicen que "no hay resurrección de los muertos" diciéndoles que toda su religión es falsa. Pero en seguida reafirma la resurrección de Jesús. "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos" (v.20). Pablo sabía que Cristo había resucitado; lo había visto (v.8). Quizá no hay otro hecho histórico mejor establecido que la resurrección de Jesucristo. Al no aceptar como hecho la resurrección de Cristo el sistema doctrinal del cristianismo cae, como Pablo ha explicado; al aceptar esta doctrina, las demás doctrinas cristianas son razonables. "Primicias de los que durmieron es hecho"; primicias era un término que todo judío entendía. Tenían una fiesta anual cuando traían al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de su siega (Levítico 23:10). Así como esta primera gavilla representa la cosecha completa, la resurrección de Jesús es garantía de la resurrección de todos los que han muerto en El. "Porque por cuanto la muerte entró por un hombre" (v21). La muerte entró por Adán, quien desobedeció a Dios en el huerto de Edén. "También por un hombre la resurrección de los muertos"; claro es que este "un hombre" fue Jesucristo. Cuando Jesús venció la muerte, abrió una puerta por la cual todo hombre puede tener la esperanza de la resurrección. "Porque así como en Adán todos mueren" (v22). Es un hecho innegable que todo ser humano nacido de mujer, menos Jesucristo que es Dios-hombre, ha dado evidencia de la depravación; y los hombres han muerto, excepto aquellos que el Señor llevó al cielo de una manera especial (Enoc y Elías). "También en Cristo todos serán vivificados", El levantará a la vida toda la familia humana, pero aquí el apóstol tiene ante la vista especialmente la resurrección de los justos.

II. La certeza de la resurrección del cuerpo del hombre, 1 Corintios 15:35-45.

V.35 "Pero dirán algunos: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?"; Después de probar el hecho de la resurrección, Pablo procura contestar la pregunta en cuanto al cómo de la resurrección. Trata, bajo la inspiración divina, usar palabras y pensamientos finitos e ilustraciones de la naturaleza para expresar ideas y conceptos infinitos acerca de la resurrección.
"Necio"; las palabras "dirá alguno" en el v.35 indican que Pablo no se dirige a alguna persona en particular. Dice, en efecto, que el necio no es quien cree en la resurrección, sino el que no cree en ella. He aquí el argumento: "Lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes"; la maravilla de la resurrección se demuestra miles de veces cada día en la siembra y la siega. La semilla que se planta tiene que morir para vivificarse y dar su fruto. "Lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo" (v37). Pablo llevó al interrogador al reino de la naturaleza usando la ilustración del grano desnudo que se siembra, que muere, y que no obstante vuelve a salir. Este grano desnudo que sale a la vida otra vez, no sale con el cuerpo con el que fue sepultado en la tierra, sino con un nuevo cuerpo. "Pero Dios le da al cuerpo como El quiso, y a cada semilla su propio cuerpo" (v.38). Las semillas de trigo, por ejemplo, parecen ser iguales y, cuando están sembradas y brotan, las plantas que resultan son muy semejantes, pero no exactamente iguales en tamaño, la cantidad de grano que producen, etc. ¿Por qué? Porque Dios tiene dominio sobre la naturaleza y da el cuerpo a cada semilla como El quiere. Asimismo, por la soberana gracia de Dios, el cuerpo del creyente en la resurrección será lo que Dios quiere.

III. Lo razonable de la transformación en la resurrección

En los versículos 39 al 41, con los ejemplos de (1) las diferentes clases de carne, (2) los cuerpos en el cielo y en la tierra y, (3) los cuerpos celestiales (el sol, la luna, las estrellas), el apóstol trata de hacer razonable el cambio que se efectúa en el cuerpo humano en la resurrección. "No toda carne es la misma carne" (v39); hay muchos que no pueden ver la diferencia corpórea entre animales: para ellos todos son una masa grosera de carne y sangre. Pero hay gran diferencia. El cuerpo del hombre, de la bestia, de los peces, y de las aves es, en cada caso, lo que demanda su ambiente y sus funciones. El más intrincado y desarrollado de todos los cuerpos es el del hombre. "Y hay cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales" (v40); puesto que Pablo se refiere en el verso 41 al sol, la luna y las estrellas, es probable que "cuerpos celestiales" no se refiere a aquellos. Es más probable que el contraste está entre el cuerpo que el hombre tiene en esta vida y el cuerpo de los ángeles, o quizás entre el cuerpo que tenemos ahora y el que tendremos después de la resurrección. La inferencia es que el cuerpo celestial es más glorioso que el cuerpo terrenal; en una palabra, es superior al cuerpo terrenal. Esta diferencia en gloria se ilustra comparando los cuerpos luminosos que Dios ha puesto en el cielo. El sol emite más luz a la tierra que la luna, y la tierra recibe más luz de estos dos cuerpos que el que recibe de las estrellas. Aun entre las estrellas hay diferencia en gloria. Algunas son más grandes y emiten más luz que otras. "Así también es la resurrección de los muerto" (v42); en los versos anteriores el apóstol ha tratado la importancia de la resurrección para el creyente. Ha declarado que los creyentes serán levantados de la muerte por el poder de Cristo, e introduce la cuestión de la naturaleza del cuerpo que tendrán los resucitados. La conexión es como sigue: como hemos visto una gran variedad de formas arriba y abajo, hay abundante lugar para modificaciones de todas clases en el cuerpo humano; y el sacar, de la condición mortal del cuerpo humano, la conclusión de que no puede éste sufrir transformación ninguna, no deja de indicar gran estrechez de juicio. "Se siembra en corrupción" se refiere al estado del cuerpo una vez sepultado en la tierra. "Resucitará en incorrupción"; habiéndose cambiado por completo, no poseyendo ya ni un vestigio de corrupción. V.43 "Se siembra en deshonra"; haciendo el apóstol referencia de nuevo al cuerpo muerto. "Resucitará en gloria"; lo opuesto a la deshonra, habiéndose operado un cambio radical en el mismo cuerpo que se sepultó. "Se siembra en debilidad"; la flaqueza de la carne que no pudo resistir a la muerte. "Resucitará en poder"; la potencia de una vida nueva, eterna, espiritual, impartida por Dios mismo; nunca sufrirá más pena, ni enfermedad, ni muerte. V.44 "Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual"; es cierto que el cuerpo es animal; pero el hombre es espíritu, alma y cuerpo (1 Tes.5:23). El cuerpo que Dios da al resucitado es cuerpo espiritual y no carnal que se corrompe. "Hay cuerpo animal y hay cuerpo espiritual"; si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. V.45 "Así también está escrito: fue hecho el primer hombre Adán alma viviente"; esto es, fue dotado de un alma animal, el principio viviente de su cuerpo. "El postrer Adán, espíritu vivificante"; Cristo es el postrer Adán, el cual en efecto se manifestó como espíritu viviente después de su resurrección. El primer Adán tiene vida; el postrer Adán comunica vida. "Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida" (Juan 5:21).

Resumen:

Resumiendo en palabras de G. Campbell Morgan, diremos que el apóstol enseña que en la resurrección habrá continuidad de personalidad, pero cambio de cuerpo; esta verdad está ilustrada de manera admirable en los relatos de los Evangelios que se refieren a Jesús durante los cuarenta días que siguieron a su resurrección. Los leemos, y decimos que no podemos entenderlos, y decimos la verdad. Pero si basándonos en nuestra falta de entendimiento rehusáramos creer en los hechos, el apóstol se dirigiría con toda seguridad a nosotros en la misma forma en que se dirigió al interrogador imaginario, llamándonos necios. En este caso también, lo que no conocemos ahora lo conoceremos después; entre tanto, somos llamados a reconocer que el concepto de la resurrección armoniza con las leyes del universo, desde el grano desnudo que arrojamos al surco, hasta los esplendores variados de los espacios estelares.

Aplicación:

La resurrección del cuerpo del creyente, es la suprema manifestación del amor de Dios y de la salvación. La resurrección de Cristo es el fundamento y garantía de nuestra futura resurrección. En Adán trajimos un cuerpo frágil, enfermizo, mortal; pero en Cristo poseeremos un cuerpo glorioso y sin limitaciones. La naturaleza de nuestro cuerpo resucitado, solo puede entenderse como semejante al cuerpo resucitado de Cristo, la Biblia no dice nada más. Todas las imperfecciones físicas que poseían nuestros cuerpos al momento de morir, tales como ceguera, falta de oído o de un brazo o pierna, serán restauradas el día de la resurrección. No habrá circunstancias ni accidentes que causen un mal al cuerpo glorificado de los redimidos por la sangre de Cristo Jesús. Será en el día de la resurrección y al poseer cuerpos con naturaleza distinta que conoceremos al cuerpo y naturaleza del cuerpo resucitado de Jesús. Vivimos en un mundo de dolor, angustia y limitaciones; pero vivimos en la bendita esperanza de ser herederos de un cuerpo que nunca jamás pasará por los horrores de la muerte.

La resurrección de Cristo para no volver a morir, es la verdad más extraordinaria que haya sucedido en toda la historia de la humanidad. La resurrección de Cristo es prueba de que los redimidos resucitarán en alma y cuerpo a una eternidad gloriosa. Por la resurrección corporal de Cristo, el mensaje central del Evangelio es que el hombre es redimido como persona integral. La verdad del Evangelio no es tan solo una alma salvada sino más bien un cuerpo resucitado. El clímax de la salvación es la resurrección del cuerpo, revestido de honra y gloria; semejante al cuerpo físico de Jesús. El cuerpo resucitado será adecuado para la existencia, como una parte del cuerpo de Cristo. El cuerpo resucitado será imperecedero; tendrá gloria, honra, el sello indisoluble de su autor: Dios. El cuerpo resucitado será limitado en tiempo y espacio; tendrá cualidades y capacidades para servir eternamente.