miércoles, 5 de diciembre de 2012

UN MENSAJE DE LA BENDITA MARÍA

"Bendita tú entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre". Lucas 1:42

¡Hola! Yo fui la madre de Cristo. Me alegra que pueda hablarles desde ultratumba. Hay ciertas cosas que es necesario decirlas, y bien claras. Soy bendita y bendito también es el fruto de mi vientre. Esto hay que recalcarlo. Es agradable, francamente, ver los excesos de los hombres con respecto a ciertas cosas. El caso mío, por ejemplo. No puedo darles nuevas revelaciones, por supuesto. Dios ha revelado ya todo lo necesario en ese famoso libro llamado La Biblia. Es esa palabra de Dios que puede hacerlos a ustedes sabios para la salvación. No es necesario que interrumpa yo ahora las normas divinas y les traiga nuevas verdades. La Biblia contiene suficientes.
 

Poco puedo decirles de mi origen, niñez y juventud. Como toda mujer hebrea, mi más grande aspiración era tener hijos; hijos varones especialmente. Dios había prometido a lo largo de los siglos un Mesías que salvaría a su pueblo. Había cosas inciertas en esa profecía, pero la verdad es que toda mujer honesta tenía la esperanza de ser ella la madre de ese héroe nacional y universal. Cuando me desposé ocurrieron cosas muy, pero muy extrañas. Un ángel del cielo vino un día súbitamente, y me dijo que no tuviese miedo, que tendría un hijo y que su nombre sería Jesús. Ustedes pueden imaginarse mi total confusión porque, físicamente, no había tal posibilidad todavía. Me explicó que sería algo sobrenatural, milagroso; que el Espíritu Santo vendría, y que por eso, el Santo ser que nacería sería llamado el Hijo de Dios. No puedo explicar la ansiedad que estas cosas produjeron en mi propio corazón y en la mente de muchos otros. Mi esposo me quiso dejar secretamente, escandalizado al ver lo que pasaba. Fue Dios mismo quien lo detuvo de seguir ese curso, de otra manera tan normal. Mucho me alegro de esto porque José fue siempre buen hombre y esposo para mí.
 

Pero todos estos detalles están escritos en la Biblia. Quiero hablarles de algunas de las cosas que se han hecho con esta historia. Me da pena o me avergüenza; no sé cuál de las dos me afecta más. Andan muchos por ese mundo que se horrorizan cuando oyen la historia del nacimiento de Jesús. Se sonríen con aire de superioridad intelectual. Dicen que esto hace bonitos cuentos para los niños cuando uno los pone a dormir. No puede aceptarse científicamente. ¿Quién ha oído jamás semejante cosa? ¡Que alguien nazca de una virgen, sin intervención de hombre alguno! Esta gente se ríe de tales cosas porque las consideran no solamente pueriles, sino absolutamente contrarias a todas las inquebrantables leyes naturales del universo. Debo admitir que los hombres han aprendido muchas cosas en los últimos siglos y descubierto muchos secretos del universo. Pero, ¡qué triste resulta ver que tanta inteligencia no les permita ver las realidades del mundo espiritual!
 

Francamente yo, María, no alcanzo a comprender esta actitud tan limitada. ¿Será que no conocen a Dios y que han visto muy poco de las obras de Dios? ¡Decir que el nacimiento de Jesucristo no es posible! Ustedes pueden comprender cuán errado es eso y cuán contrario a lo que claramente dice el Libro de Dios. Admito que no es según leyes matemáticas de la ciencia humana, pero es claramente según las leyes infinitamente superiores de la ciencia divina. Créanme que Yo soy María, la que concibió siendo virgen. Pero hay más que me inquieta, ahora que tengo esta oportunidad de hablarles. Me pregunto, ¿Por qué será que tantas veces han abusado de mi nombre y de la distinción que me cupo como madre del Señor Jesús? Alguien dijo de mí por ejemplo, que "la Santa Escritura fue escrita para María, sobre ella y a causa de ella". Esto me estremece un poco, hablándoles con franqueza. Se ven estatuas y figuras de mi supuesta persona en muchos de los pueblos y ciudades. En cierto sentido me alaga esto porque también yo soy ser humano. Pero ahora estoy en el cielo donde las imperfecciones de lo humano desaparecen completamente. Desde esta altura muchas de estas cosas duelen. ¿Saben por qué? PORQUE DESPLAZAN A MI HIJO, AL ÚNICO EN QUIEN PUEDEN EL HOMBRE Y LA MUJER SER SALVOS. Es lo triste del caso.
 

Bendita soy yo entre las mujeres, bien bendita. No creo que sea posible para nadie estimar cuán fantástica bendición fue ser designada como la madre de Jesucristo mi Salvador. No puede haber bendición más grande en toda la historia y en toda la tierra. De los millones y millones de mujeres, dignas exponentes de la creación divina, magníficas mujeres, piadosas y rectas delante de Dios, fui yo seleccionada para esa gloria incomparable. ¡Eso sí que es ser bendita entre las mujeres! Mi corazón se dobla de gratitud cuando pienso en tal favor y gracia de Dios. Bendita soy por los siglos de los siglos, pero más bendito es aun el fruto de mi vientre porque Él es el Mesías prometido, Él es el Hijo de Dios, Él es el Salvador de su pueblo. No sé si ustedes sabían esto, pero también yo necesito de esa salvación. Cuando supe del gran milagro que estaba tomando lugar en mi, recuerdo que compuse un pequeño poema. En esas líneas decía yo: "Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador". Lo creo firmemente; también yo necesito la salvación que solo Dios puede dar. Y Él me la dio, por medio de Jesucristo. ES EL QUIEN ES TODO Y EN TODO. La Biblia habla mucho de estas cosas y es por eso que a veces me preocupo por lo que hacen los hombres por estas verdades.
 

Jesús mismo, mi hijo, dijo una vez a las multitudes que Él era el camino, la verdad y la vida, y que nadie viene al Padre sino solamente por Él. No se confundan, esa frase de "a Cristo por María", es una invención de los religiosos que viven de la ignorancia y superstición de los pueblos. Cristo, mi hijo es el único camino al cielo, no hay otro mediador más que Él. Hay un pasaje en la Biblia que expresa bellamente estos sentimientos. No habla de mí, la madre de Jesús, sino de mi hijo y lo que hizo, hace y hará, y eso sinceramente, es lo importante. Dice así:
 

"Cristo Jesús, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre".

Eso lo expresa brillantemente, en mi opinión. Revela la denigrante humillación que fue para mi hijo el nacer de una mujer; muestra el terrible delirio de someterse a las angustias de la cruz y de la muerte; pero manifiesta también el puesto elevadísimo que Dios le ha dado en el universo. Fue un fidelísimo siervo de Dios quien dijo una vez, cuando habló de Jesús: "Es necesario que Él crezca, pero que yo mengue". Recuerdo un exasperante incidente en la vida mía y la de Cristo. Recién empezaba Él a manifestarse en público, fuimos todos a una fiesta de bodas. Era una ocasión feliz y había muchos invitados. Reinaba una alegría general pero, si por descuido o por excesivo número de invitados no lo sé, empezó a faltar el vino para la fiesta. En una tierra de hospitalidad reconocida, no podría ocurrir cosa más desastrosa que esa. ¡Qué desesperación y angustia de parte de los anfitriones! ¿Qué hacer? Poco se podía hacer. Fui a conversar con mi hijo y le expuse el problema. Fue un tanto presuntuoso de mi parte posiblemente, y muy pronto Él me lo hizo saber. Pero recuerdo claramente lo que dije a los encargados de servir en la fiesta. Es lo mismo que digo ahora: "HACED TODO LO QUE OS DIJERE".
 

Tal vez mucha gente no conoce a Jesucristo todavía como su Salvador. Aunque me conozcan a mí y me veneren, y me recuerden, y equivocadamente me oren y me pidan cosas. El mismo Jesucristo dice que debemos pedir, pero en Su Nombre. Quiero recordarles que quien me coloca primero que a Jesús está perdido y confundido. "NO HAY OTRO NOMBRE DADO A LOS HOMBRES EN QUE PODAMOS SER SALVOS". Yo no soy ninguna mediadora, ni me he aparecido en algún lugar, ni he pedido templo alguno. Soy María, sí, la humilde sierva del Señor. Gracias por escucharme. He dicho lo que quería decir.

 

___________________________________

La Hora de la Reforma-Reforma viva