jueves, 22 de diciembre de 2011

ESAS PRECIOSAS PROFECÍAS

¿Cómo sería el Salvador del mundo? Esta pregunta se alojaba en la mente de millones durante siglos enteros. Preguntas miles en mil formas distintas. Preguntas sin respuesta clara y definida. Nadie fue anunciado con más frecuencia, ni de nada se hicieron más predicciones que de ese Salvador del hombre. Era el centro de la historia. Pero… ¿qué es eso de Salvador? Bueno, la cuestión es teológica por cierto, pero también es práctica. Teológicamente, el hombre había caído en pecado y los resultados de su pecar eran tales que no había posibilidad alguna de que fuese admitido nuevamente en el hogar paternal de quien fuera su Creador. ¡El hombre creado a imagen de Dios, era un paria de lo divino! Si habría de reconciliarse con Dios era absolutamente necesario que surgiese un Salvador; alguien que fuese capaz de satisfacer las demandas de Dios y meterse en la realidad humana. Esa es cuestión teológica. Pero es también de carácter práctico. Solo se requería, entonces como ahora, echar una mirada sobre la condición humana, y el menos despierto se daba cuenta de que las cosas no andaban bien. El significado de la vida no existía; la comprensión de las grandes realidades estaba ausente; el mal. El dolor, angustias y tergiversaciones. Era bien claro que la vida humana no marchaba sobre rieles; su cielo se veía borrascoso, su paso era indeciso; su camino, azaroso; su destino, sólo enormes interrogantes. ¡Sí, ciertamente, era necesario un Salvador, algo, alguien, alguna cosa, remedio, solución, respuesta al dilema humano!

Como siempre, fue Dios quien produjo la solución. El hombre no podía producirla, pese a sus esfuerzos aplastantes. Dios lo produjo. El Dios soberano que creó todas las cosas y las gobierna según el poder de su palabra y según su inquebrantable voluntad. Fue la solución de los siglos. La única solución posible. Una solución que la humanidad no siempre entiende y no siempre quiere entender. Pero Dios puso en movimiento sus múltiples programas que traerían, al fin, la solución indispensable. Dios revelo con su verbo el plan de redención. Desde muy temprano demostró sus planes en palabras humanas. Cuando, decaídos de espíritu, los primeros hombres fueron expulsados del paraíso, oyeron también las palabras alentadoras de Dios: Habrá enemistad entre la simiente de la mujer y la del diablo; profunda enemistad; pero un día esa simiente humana dará por tierra con la otra. No era la clara visión, algo así como una montaña que se encuentra casi a invisible distancia. Pero hubo más revelación y nuevas declaraciones de Dios en distintos momentos de la historia. Envió profetas que hablaron del presente decadente pero también señalaron hacia un futuro brillante. Palabras como estas se hicieron populares entre la gente: "Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová".

Muchos otros detalles fueron revelados. Usted puede leer algunos capítulos de las profecías de Isaías y verá claramente ese Salvador que Dios prepara para el hombre. Las naciones serían benditas en él. No habrá forma de contar sus redimidos. Establecerá su trono eternamente. Será bálsamo de las naciones. Su nombre será Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la Paz no tendrán límite. Será despreciado y desechado entre los hombres, experimentado en quebranto y herido por nuestros pecados. Pero estas preciosas profecías fueron sostenidas por otras realidades. No es solo cuestión de palabras proféticas. Nada de eso. Era el Dios soberano que estaba preparando la salvación del hombre y todo el concierto del universo toma parte en el proceso. Dios utiliza las locuras humanas y los errores, la idiosincrasia del universo, para cumplir sus designios. Podemos ver imperios orgullosos que levantan su cresta y luego caer como gigante sin piernas. Dios crea una nación especial para llevar a cabo adelante su plan redentor. Selecciona un Abraham en lejanas tierras para que tome la antorcha de su verdad y hacer de ese desconocido el padre de una famosa nación. Tienen que aprender muchas cosas en su desarrollo y cada experiencia es una enseñanza y lección. Su país prospera pero luego cae de su pedestal a la vergüenza; sienten alegría cuando viven cerca de Dios pero lloran en la miseria de su exilio cuando lo abandonan. ¿Por qué mantiene Dios su interés en semejante pueblo rebelde, contumaz, insensato, desagradecido? No era por bonitos o graciosos, sino solo porque Dios estaba empeñado en la gran empresa de producir un Salvador para el hombre –un Salvador que aparecería un día en medio de aquel pueblo suyo. Por eso y para eso existió la nación hebrea.

Pero Dios se apoderó aun de las otras naciones del mundo para llevar a cabo su plan y cumplir sus preciosas profecías. Vemos el poderío de un Egipto que explota a los hebreos como si fuesen esclavos. Los hebreos edifican ciudades para los egipcios –tal vez pirámides. Pero cuando llega el momento, no hay fuerzas egipcias, ni generales poderosos que puedan detener la marcha del pueblo de Dios. A Canaán se dirigen y a Canaán llegan pese a esfuerzos de gobernantes, salvajes y asaltantes. Los babilonios se llevan a los hebreos al exilio. Adornan su capital con estos judíos y los ponen al servicio del imperio; funcionarios en todos los niveles, comerciantes, gente de progreso. Pero cuando llega el momento propicio, no hay Babilonia ni Nabucodonosor, ni cosa parecida que impida el plan divino. Todos los recursos del universo y los poderes de los hombres son incorporados en la gran campaña divina de traer al mundo un Salvador. Podemos leer esa epopeya en el Antiguo Testamento, la primera parte de la Biblia. Jamás en la historia ha habido libro más popular que este, de mucha demanda y mayores ventas. Ha sido traducido a todos los idiomas del mundo y hay organizaciones mundiales que no hacen otra cosa que proveer de este libro a las tribus más apartadas del globo. La Biblia es el libro de Dios, escrito sí por manos de intelectos humanos, pero inspirado, ordenado por el mismo Dios que hizo los cielos y la tierra. Publicó este libro estupendo con el gran propósito de hacer llegar al hombre pecador la feliz solución a su pecado. Ese libro fascinante contiene profecías casi increíbles sobre el Salvador que vendría. Aunque escrito siglos y siglos antes de los sucesos propios, la Biblia contiene más de sesenta detalles que se predicen en el Antiguo Testamento y que luego se cumplieron literalmente. ¡Esas preciosas profecías!

Pero uno se pregunta: ¿Por qué tanto esfuerzo de parte de Dios? ¿Por qué se tomó Dios la molestia de buscar un Abraham y prepararlo para que fuese padre de muchas gentes? ¿Por qué mantener en vigencia a un pueblo tan rebelde y quejoso como lo fue Israel? ¿Por qué levantar imperios y dirigir eventos en la historia, y hacer que vengan los griegos y construyan caminos los romanos y se afiancen los hebreos? ¿Por qué la angustia de escribir la Biblia y luego preservarla contra los ataques enloquecidos de mil fuerzas infernales? ¿Por qué todo eso? Bueno, porque Dios en su amor infinito quiso hacer llegar al hombre su solución al problema humano; SU SOLUCIÓN AL PECADO. No fue cosa fácil bajo ningún concepto. Toda la historia se convirtió en escenario de la gran realización. Los imperios eran actores y los hombres y el universo porque, bueno, la solución era también para la humanidad entera. En efecto, si hemos de entender la historia tendremos que entender el plan divino, y si queremos entender el plan divino tendremos que tomar en cuenta la historia y el dilema humano. DIOS ENVIÓ A SU HIJO AL MUNDO, SU UNIGÉNITO. Lo hizo para abrir las puertas de su familia a todo hombre en su buena voluntad. Por medio de Cristo podemos pasar a ser parte de la familia de Dios. Podemos estar seguros porque este plan es de Dios.

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La Hora de la Reforma -Reforma Viva

lunes, 5 de diciembre de 2011

NI RECHAZO, NI ABRAZO

Este mundo está repleto de cosas buenas y está repleto de cosas malas. No es fácil determinar cuáles son cuáles. Es de suponer que siempre habrá una cierta medida de confusión en este escabroso tema y que jamás habrá una sola opinión sobre todo ello. Hay quienes piensan que estos tiempos han visto una multiplicación de las cosas malas en la cultura. Los medios masivos de comunicación han destruido muchas cosas maravillosas de antaño y han traído muchas nuevas a la vida. Esto dificulta aun más la gran tarea de colar las cosas y separar lo que es bueno y lo que es malo. Hay pornografía que estremecería a los malvados de Sodoma; hay violencia en la pantalla y hasta en las calles; hay incentivos a la inmoralidad que antes no se permitían; cinco divorcios por parte de una actriz es cosa normal y las drogas se las considera normales, y el abuso de mujeres y niños, y la explotación de semejantes y falta de libertades con las cuales el hombre nació por naturaleza. Las películas promueven cosas que Dios prohíbe y las costumbres van en descenso moral. Es en el trajinar diario que se forma la cultura. Es una mezcla de las canciones y las comidas, de la música y de las meriendas, la propaganda y el progreso, la escuela y el estudio, el teatro y los títeres, los libros y los lujos. Todo esto y mucho más pasa a formar parte de lo que se llama la cultura. A través de los siglos, los creyentes en Cristo Jesús han tenido un serio problema con este asunto. ¿Se separa el hijo de Dios de las cosas que considera como propias del hijo del diablo? ¿Puede un redimido que se dirige al cielo, detenerse en esta vida y recrearse en su jornada? Hay sentencias bíblicas que parecen enigmáticas porque es claro que la vida no es tan solo comer y beber y dormir; hay responsabilidades y tareas; hay un juicio que espera al fin del viaje; hay un Dios que ve los actos de cada uno. ¿Viven los creyentes en Cristo la misma vida que los inconversos? ¿Comen igual? ¿Se divierten del mismo modo? ¿Se ríen de las mismas cosas? ¿Escriben libros? ¿Componen música idéntica?

Históricamente, se han dado dos extremos en respuesta a esta incógnita. Una podría llamarse el extremo número uno. Allí estaba el ermitaño de fama universal. Este creía que su destino era el cielo y que nada tenía que ver con este mundo. Su único interés era separarse completamente de las actividades diarias de sus contemporáneos. Creía que el mundo estaba enredado en mal y pecado e inmoralidad y que, en consecuencia, él no tenía ni derecho, ni deber, ni deseo alguno de hacerse partícipe. Se edificaba una torre bien alta y allá arriba se pasaba su existencia esperando la muerte y condenando los grandes males que ocurrían allá abajo en la tierra. Él estaba a salvo en su elevada torre o en su cueva o en su monasterio o en su iglesita o en su grupito de iguales. Si era algo, solo era espectador y crítico; jamás participante. Este extremo puede definirse como un rechazo pleno y plano de toda actividad humana. El mundo tiene su cultura pecaminosa y el tenía su cultura independiente. La tragedia de esta filosofía de la vida es que se está haciendo cada vez más difícil si es que jamás fue posible. ¿Cómo puede una persona hoy en día mantenerse totalmente ajeno al mundo en que vive, a la música y las costumbres? Si cierra las puertas, alguien puede mantener los ladrones y drogadictos y maleantes en la calle…pero los conceptos y representaciones se le meten en la casa de todos modos por medio de películas, de televisión, radio, discos, revistas y visitas de amigos. Es prácticamente imposible mantenerse totalmente alejado del diario trajinar si es que uno ha nacido en este mundo y en este siglo. Pero esta mentalidad aun persiste porque hay miles de genuinos creyentes que se ilusionan con la idea de que ellos no participan ni participarán jamás en el desarrollo de la cultura en que se desenvuelven. Extremo número uno: RECHAZO.

La otra postura común –tal vez más común hoy en día que en otro siglo- es EL ABRAZO. Estos cristianos consideran que deben meter sus dedos en todo lo que ocurre; deben abrazar tan fuerte como puedan los elementos culturales que los rodean. Si el mundo gusta de cierta música, ellos también gustarán; si el mundo aprueba la unión legal de los homosexuales, ellos no pueden oponerse; si el mundo promueve una idea novelesca, ellos también aprueban. El creyente y el que no lo es se pierden en un fraternalísimo abrazo que los confunde totalmente. No hay diferencias visibles, no hay distinciones palpables, no hay separaciones discriminatorias, la cultura existente es la cultura en la que Dios los ha ubicado y ellos pasivamente lo aceptan todo como si fuese también don divino.

Pero hay también la posición media –entre el rechazo y el abrazo. Las Sagradas Escrituras no toleran esos extremos ni Dios exige que sus hijos e hijas se vayan a ellos. Ni rechazo ni abrazo. El creyente debe permanecer independiente de las corrientes culturales que lo rodean pero debe también ser parte de ellas; debe de abstenerse de lo sucio y atenerse a lo limpio; es su deber filtrar la maldad e introducir la bondad; el creyente tiene la responsabilidad delante de Dios de servir delante de los hombres. Esto es, en primer lugar, la voluntad específica del Dios que ha redimido y salvado. ¿Creemos acaso que dejaría Dios a sus hijos en este mundo apenado si no fuera porque tienen aquí una enorme responsabilidad? Si no tuviéramos algo que hacer aquí Dios nos hubiese extraído de esta vorágine y nos hubiera llevado a sus pacíficas mansiones celestes. Pero aquí nos ha redimido y aquí nos ha puesto, y aquí nos ha dejado. Una de las principales razones para esto es que este mundo no es del diablo por más que así parezca. No es este mundo de las fuerzas diabólicas aunque haya abundante evidencia de tal cosa. Cierto es que hay crimen y hay violencia, y hay mentira y hay deshonestidad, pecado, pecado y más pecado, pero también es cierto que Dios no ha abandonado a su mundo, ni lo ha dejado a la deriva. El es soberano del universo y todo está en su mano. Nada, absolutamente nada ocurre si su expresa voluntad. ¡Dios no ha concedido la victoria al demonio ni mucho menos! su hijo es Rey de reyes y Señor de señores. El levanta reyes y los vuelve a quitar y todos los detalles de la historia están bajo su control. Por eso NI RECHAZO NI ABRAZO, sino una postura de soldados que obedecen al comandante en jefe, una postura de agentes que representan los intereses de Dios en un campo de batalla donde el diablo tiene a veces sus triunfos. ESTE MUNDO ES DE DIOS aunque esté invadido por fuerzas enemigas, y las fuerzas de Dios están haciendo todo lo que pueden por reconquistar la nación ocupada. PORQUE ESTE MUNDO ES DE DIOS, El ha puesto a sus hijos como agentes activos en las líneas de acción y la cultura.

Tal vez haya quien no acepte esta tesis, pero es necesario que se oiga: LAS FUERZAS DE CRISTO EN ESTE MUNDO NO QUIEREN RECHAZAR ESTE MUNDO NI TAMPOCO ABRAZARLO, PERO SÍ INVOLUCRARSE PLENAMENTE EN EL TRAJÍN PORQUE ESA ES LA ÚNICA ESPERANZA PARA ESTE MUNDO ENFERMISO Y CANCEROSO. Basta observar el escenario ante nuestra vista, contemplar estadísticas sociales, analizar realidades políticas, estudiar los problemas económicos, etc. La única conclusión sana es que se requieren soluciones y soluciones nuevas y mejores, establecidas por las leyes del cielo mismo. Hay que dar oportunidad a las fuerzas de Dios para que se introduzcan en todas las esferas de la acción humana y sean allí levadura o fuerza saneadora. Es a esto precisamente que se refería el Señor Jesús cuando designó a sus seguidores, no como azúcar o miel o jarabe, sino como LA SAL DE LA TIERRA. El mundo necesita los efectos preservativos de la sal; el mundo necesita de las virtudes dolientes pero curativas de la sal.

No, no abracemos a este mundo si fuese hermano carnal, pero no lo rechacemos tampoco como si fuese extranjero y extraño y de otro planeta. Estamos aquí y no en Saturno; estamos aquí porque Dios aquí nos puso, ESTAMOS AQUÍ PARA SER SAL DE LA TIERRA. Decía el apóstol Pablo a sus amados romanos "no os conforméis a este siglo", es decir, "no os dejéis dominar por el mundo que os rodea, ni permitáis que ese mundo os dicte el pensamiento, no dejéis que esa cultura impía formule vuestras soluciones". El creyente tiene fuentes inagotables de recursos para que pueda salir al mundo a hacerle batalla al enemigo y transformar no solo la vida suya sino también el ambiente donde se mueva. Debe activarse, debe agregar su nombre a la lista de quienes participan y se ensucian las manos, y mueven sus pies y enfocan sus ojos. Ni rechazo ni abrazo, sino participación cristiana y positiva.

A esto la Reforma le llamó EL MANDATO CULTURAL. Somos llamados a permanecer en este mundo y ser sal y luz en todos los aspectos. Nuestra doctrina reformada enfatiza la obligación que tenemos los cristianos de vivir una vida activa en la sociedad, y trabajar para la transformación del mundo y su cultura. Pero esto no será fácil. La batalla misma es dura. Los enemigos son fortísimos. Los peligros merodean por todas partes. Amenazas acechan. Pero en, por y para Cristo, la batalla y las corrientes del mundo no nos arrastrarán hacia el abismo. Necesitamos obedecer a Cristo como nuestro único e incuestionable Señor. Y recordemos que para nuestro accionar no hay mejor compañero y amigo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

“LA CENA DEL SEÑOR”

por Juan Knox

AQUÍ se declara brevemente, en resumen, conforme a las Escrituras, la opinión que tenemos los cristianos de la Cena del Señor, llamada el Sacramento del Cuerpo y la Sangre de nuestro Salvador Jesucristo. Primero, confesamos que es un acción santa, ordenada por Dios, en la cual el Señor Jesús, mediante cosas terrenales y visibles puestas delante de nosotros, nos eleva hacia cosas celestiales e invisibles. Y que cuando hubo preparado Su banquete espiritual, testificó que Él mismo era el pan viviente, con el que nuestras almas tenían que ser alimentadas para vida eterna.

Y por lo tanto, al disponer pan y vino para comer y beber, nos confirma y sella Su promesa y comunión, (esto es, que seremos partícipes con ÉL en su Reino); y representa para nosotros, y allana para nuestros sentidos, Sus dones celestiales; y también se nos da a Sí mismo, para ser recibido por fe, y no con la boca, ni aún por transfusión de sustancia. Sino que, mediante el poder del Espíritu Santo, nosotros, siendo alimentados con Su carne y refrescados con Su sangre, seamos renovados a verdadera piedad y a inmortalidad.

Y también que aquí el Señor Jesús nos congrega en un cuerpo visible, de manera que seamos miembros uno del otro, y hagamos todos a la vez un cuerpo, en el cual Jesucristo es la única cabeza. Y finalmente, que por el mismo sacramento, el Señor nos llama a recordar su muerte y pasión, para avivar nuestros corazones a alabar Su santísimo nombre. Más aún, reconocemos que este Sacramento debe ser aproximado reverentemente, considerando que allí se exhibe y se da testimonio de la maravillosa sociedad y entrelazamiento del Señor Jesús con quienes lo reciben; y también, que allí está incluido y contenido en este Sacramento que Él preservará Su Iglesia. Porque aquí se nos manda anunciar la muerte del Señor hasta que Él venga.

También, creemos que es una confesión, mediante la cual manifestamos qué clase de doctrina profesamos; y a qué congregación nos adherimos; y asimismo, que es un vínculo de amor mutuo entre nosotros. Y finalmente, creemos que todos los que vienen a esta santa cena deben traer consigo su conversión al Señor, mediante sincero arrepentimiento en fe; y en este sacramento recibir los sellos de confirmación de su fe; empero no deben pensar en forma alguna que en virtud de esta obra sus pecados son perdonados.

Y concerniente a estas palabras "Hoc est corpus meum" ("Esto es mi cuerpo"), de las cuales dependen tanto los papistas, diciendo que necesitamos creer que el pan y el vino son transubstanciados en el cuerpo y sangre de Cristo; afirmamos que no es un artículo de fe que pueda salvarnos ni que estemos obligados a creer so pena de condenación eterna. Porque si creyéramos que su mismísimo cuerpo natural, carne y sangre, están naturalmente en el pan y el vino, eso no nos salvaría, viendo que mucho creen eso, y empero lo reciben para su condenación.

Porque no es su presencia en el pan lo que puede salvarnos, sino su presencia en nuestros corazones mediante la fe en su sangre lo que ha lavado nuestros pecados y aplacado la ira de Su Padre hacia nosotros. Y de nuevo, si no creemos en su presencia corporal en el pan y el vino, eso no nos condenará, sino más bien su ausencia de nuestros corazones por incredulidad.

Ahora bien, si objetasen aquí, que aunque fuese cierto que la ausencia del pan no pudiese condenarnos, no obstante estamos obligados a creerlo porque la Palabra de Dios dice, "Este es mi cuerpo", lo que cualquiera que no crea no sólo miente en sí mismo sino que también hace a Dios mentiroso, y que por lo tanto nuestra condenación sería no creer Su Palabra por tener una mente obstinada; a esto nosotros respondemos, que creemos la Palabra de Dios, y confesamos que es verdadera, pero que no ha de ser entendida burdamente como los papistas afirman. Porque en el Sacramento recibimos a Jesucristo espiritualmente, como lo hicieron los padres del Antiguo Testamento, conforme a lo que dice San Pablo. Y si los hombres ponderaran bien cómo Cristo, al ordenar este Santo Sacramento de su cuerpo y Su sangre, habló estas palabras sacramentalmente, sin duda nunca las entenderían tan burda y neciamente, en oposición a toda Escritura y a la exposición de San Agustín, San Jerónimo, Fulgencio, Vigilio, Orígenes y muchos otros escritores piadosos.


* Esta breve declaración respecto del Sacramento de la Cena del Señor no tiene fecha, pero puede ser asignada al año 1550.


Texto original en inglés: © Reformation Press 2004 www.reformationpress.co.uk. Traducción al español de Alejandro Moreno Morrison.

domingo, 20 de noviembre de 2011

¿QUÉ CONSUELO TIENES PARA EL DIA DE LA MUERTE?

Al escuchar las observaciones usuales que se hacen con respecto a la muerte, uno recibe la clara impresión de que el mundo moderno piensa en la muerte como un paso o una entrada, al fin, a la paz y la felicidad. Esta idea moderna halla expresión generalmente en esos momentos solemnes en que se realizan las exequias de justos o injustos. No deja de ser esto un curioso fenómeno ya que la muerte es, esencialmente, una tumba, la separación y disolución del cuerpo de alguien a quien hemos querido y apreciado. Posiblemente es el horror mismo de la muerte que produce estas extrañas opiniones ya que la mente humana es un extraordinario mecanismo que puede razonar, imaginar y así también fabricar ideas y convicciones.

La mente humana no se halaga en su propia destrucción y como resultado, el mecanismo de la imaginación es puesto en marcha e inventa teorías que luego acepta como verdad. Miles y millones en nuestros tiempos confusos piensan que la muerte trae paz a sus cansados caminos y tranquilidad a sus borrascosas vidas. Hace unas décadas, cuando una persona de fama mundial y mundanal vida cometió suicidio, alguien dijo que "Ahora ha encontrado la paz que siempre buscó sin encontrar". La muerte, según se dice, aun en el caso de un suicidio, es el camino a la felicidad. Tal vez es por este mecanismo humano que considera que la muerte trae paz, tal vez por eso es que tantos hablan de la muerte como un sueño que es descansar, alejarse de los problemas diarios y vivir en perfecta paz. Los poetas han cantado de la muerte como el final descanso, la dulce hora del sueño sin fin.

Es bien sabido que el tema de la muerte y del consuelo en esos momentos solemnes, toca muy de cerca nuestras más tiernas emociones. Muchos de los lectores han experimentado, sin duda, esos momentos en que la muerte golpea a la puerta con su inexorable propósito y, sin lugar a dudas también, cada uno ha encontrado sus propias fuentes de consuelo. No puede negarse tampoco que han sido perfectamente sinceros en el consuelo que hallaron, pero es indispensable que se haga notar lo incorrecto de la idea moderna que identifica a la muerte con la paz y el dulce descanso. Es algo que se halla en diametral oposición a las enseñanzas de la fe cristiana que todos profesamos. La muerte jamás es presentada en las Sagradas Escrituras como un dulce descansar; esa idea, en efecto, es condenada en la Biblia. La mayor parte de las conversaciones populares sobre la muerte no son de carácter cristiano. La Biblia tiene ciertamente su magnífico mensaje de consuelo para la hora de la muerte, pero no es el consuelo que la raza humana tan frecuentemente se imagina. La iglesia de Cristo aquí en la tierra tiene la inmensa responsabilidad de descubrir este malvado error y al mismo tiempo hacer ver lo que la Palabra de Dios dice al respecto.

Un examen somero de la Biblia revela que Dios en su Palabra no ofrece razón alguna para que el hombre crea que hay esperanza, gozo y consuelo para el que muere habiendo rechazado al Hijo de Dios como su Salvador y Señor. No puede negarse, por supuesto, que hay gente que encuentra esperanza, gozo y consuelo cuando alguien muere. Pero también es cierto que cuando una persona muere sin haber confesado a Cristo, la Biblia no ofrece esperanza, gozo y consuelo. La Palabra de Dios ofrece sí tal consuelo a los que han creído en el Señor Jesucristo, y si alguien jamás ha llegado a eso, la Biblia no le proporciona razón alguna para pensar que su muerte será un paso hacia el pacífico descanso.

Es urgentemente necesario eliminar la idea de que el mensaje de la Biblia es un mensaje de consuelo para todo el mundo. Tiene pasajes que son un calmante al alma atribulada y el ser humano se aferra a ellos con tenacidad. Así, por ejemplo, cuando llega la muerte, a cualquiera le agrada escoger palabras como las del Salmo 27 que dicen "Jehová es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida: ¿de quién he de atemorizarme?". Otro ejemplo lo encontramos en I Corintios 15 "Sorbida es la muerte con victoria. ¿Dónde está, oh sepulcro tu victoria y donde, oh muerte, tu aguijón?". Estas son, efecto, palabras de consuelo. El problema está en que estas palabras no son aplicables a todos. Cuando la mujer o el hombre piensa que las palabras de la Biblia son para todos indistintamente, una trágica confusión es el resultado, y es esta confusión que hay que quitar porque induce a no preocuparse por la muerte inexorablemente y les hace pensar que no tienen necesidad de prestar atención al mensaje de la Biblia. Ese es el mensaje auténtico de Dios que ofrece salvación al hombre y a la mujer que cree en el Señor Jesucristo. El consuelo que da en el momento de la muerte es profundo y genuino, pero es solo para los que creen.

¿Cuál es la esperanza que la Biblia ofrece al que cree en Cristo Jesús? Es una magnífica y segura esperanza que no menciona jardines floridos sino una resurrección a vida eterna con toda la gloria y milagro que esa frase implica. La Biblia no explica la resurrección y la vida que revela sino que habla de ella como un misterio; un momento en que los muertos se levantarán, incorruptibles. La Biblia jamás habla de la vida en el más allá como un estado semiconsciente, sino de una vida abundante en la presencia de Dios. Nos habla con estas palabras, por ejemplo: "Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las cosas que Dios tiene preparadas para aquellos que le aman" (I Cor.2:9). Pero esta gloriosa esperanza no debe ser confundida. La Biblia habla de ella en estrecha relación con el Señor Jesucristo. En lo que a la Biblia se refiere no cabe duda alguna que si no fuera por Cristo, no habría resurrección, ni esa gloriosa esperanza tampoco. Basten una o dos referencias como Juan 6:40 "Todo aquel que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna". Y en Juan 11:25 y 26 leemos que es Él quien nos dice: "El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá " y "todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás". Ese mismo Jesús penetró también la tumba, pero esta no pudo encerrarlo, sino que resucito para dar esa misma vida a los que en Él creen. Por esa razón, los que creen en Cristo pueden, efectivamente contemplar la muerte con calma; para ellos sí, la muerte es pasar a una gloria indescriptible.

En cuanto a aquellos que rechazan al Cristo de Dios, la Biblia no da consuelo alguno. Nos habla de una condición eterna en la cual son rechazados por el que siempre rechazaron. Esto es de suprema importancia para seres que, como nosotros, estamos a cada momento frente a la muerte: todo depende de si creemos o no en el Señor Jesucristo como Señor y Salvador. Es por eso que la iglesia predica este mensaje y hace llegar esta noticia a cuantos sea posible. La Biblia dice "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa" (Hech.4:12). Así que, si no se cree en Cristo, mejor es no decir palabras como estas en el servicio fúnebre porque no son aplicables. Hay muchos que sienten la necesidad de enmendar su triste situación con respecto a la eternidad, pero temen hacerlo porque seres que amaban han llegado ya a esa eternidad sin haber confesado a Cristo como su Señor. Es comprensible su dilema profundo. Pero la Biblia nos hace ver una cosa con toda claridad: nadie debe permitir que ese problema, o cualquier otro, se interponga entre él y su aceptación de Cristo como su Salvador. Jesús dijo: "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a hijo o a hija más que a mí, no es digno de mí". Estas palabras están dirigidas también a ti en este día querido lector. No debes permitir que nada ni nadie se oponga a tu encuentro con Cristo, porque de ello depende toda una eternidad.

¿Has estado confuso por el consuelo que los hombres y mujeres tan fácilmente se extienden unos a otros? Recordemos que la Biblia no está de acuerdo con ese consuelo. El mensaje divino es inequívoco: hay consuelo, magnífico, seguro, estupendo para los que creen en el Señor Jesucristo. Para los creyentes está la vívida promesa de una futura resurrección porque Cristo les dice: "YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA; EL QUE EN MÍ CREE, AUNQUE ESTÉ MUERTO, VIVIRÁ".

¿Qué consuelo tienes para el día de la muerte?

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La Hora de la Reforma

jueves, 27 de octubre de 2011

LA VOCACION DEL CREYENTE

"Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras" (I Pedro 2:11, 12).

Al estudiar la primera carta de del apóstol Pedro encontramos un resumen de los principios esenciales de la vocación del creyente. Notemos que el cristiano es llamado por el apóstol Pedro "peregrino". Esta misma calificación ya la encontramos en boca del autor de la carta a los hebreos, quien dice: "Confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra" (11:13). Un extranjero o un peregrino no cesa de interesarse por el país en el cual vive, pero, en cambio, sus ojos están fijos en una patria mejor. La ciudadanía del cristiano no está en la tierra, sino en los cielos.

Todas las exhortaciones y demandas de sacrificio, santidad y servicio que hallamos en el nuevo Testamento tienen su base en esta gran verdad, que el creyente es un peregrino en la tierra que se dirige a su patria celestial. El apóstol Pablo dice a los filipenses: "Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo" (3:20). La vocación del cristiano es, pues, la vocación de ser peregrino.

El segundo principio de la vocación cristiana es que, como peregrinos que somos, debemos dar guerra sin cuartel al pecado que está en nosotros. El apóstol Pablo nos exhorta a que "os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma". Esta es una lucha y conflicto muy personal. El peregrino creyente tiene un destino glorioso al final de esta vida, pero mientras tanto se halla en ella ha de luchar contra el pecado contra todas sus fuerzas.

Ser cristiano es una vocación de gran responsabilidad. La salvación es algo más que la experiencia de ser perdonados por Dios de todos nuestros pecados. Empieza aquí, con esta realidad consciente de que hemos sido perdonados por la Gracia Divina, pero la lucha continúa contra aquellas tendencias pecaminosas que todavía existen dentro de nosotros. La acusación romanista de "peca mucho y cree más" que ha sido hecha a muchos creyentes sin razón y sin motivo, es totalmente infundada. El cristiano cree mucho, pero también lucha sin parar contra aquellos deseos de su naturaleza que lo impulsan a hacer lo que es contrario a Dios y a los hombres. Esta es la exhortación del apóstol Pedro.

El motivo de esta confusión sobre las enseñanzas de las Sagradas Escrituras que existe en la mente de muchos, se halla fundado en una incomprensión de lo que es ser justificado por Dios y lo que por otra parte es vivir una vida de santidad y consagración cristiana. Dios nos justifica por su Gracia soberana y borra nuestro pecado, pero al mismo tiempo hemos de luchar constantemente para vivir una vida santa. Sin la ayuda de Dios sería totalmente imposible; pero nuestro Dios misericordioso, no tan solo nos justifica por su Gracia, sino que nos da fuerzas para vivir una vida santa, agradable a Él y beneficiosa para nuestros semejantes. El que lucha con sus propias fuerzas sigue el camino de la moralidad, que, por bueno que sea, es aún insuficiente. El que lucha e implora la misericordia divina sigue el camino de la santificación. Este es el camino que nos da la victoria sobre nosotros mismos y sobre nuestras flaquezas.

Finalmente, la vocación del cristiano es la de testificar por Cristo en la vida diaria. El apóstol Pedro dice: "Manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras" (1 Ped.2:12).

El tema del testimonio es uno de los más importantes en la primera epístola de Pedro. El cristiano debe vivir una vida de testimonio porque es un representante visible del pueblo de Dios en la tierra. Jesús dijo: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt.5:16).

El cristiano tiene un doble testimonio aquí en la tierra. En primer lugar, es un testimonio negativo. Los enemigos del cristianismo, que blasfeman el nombre de Dios y niegan su existencia, no cesan de acusarnos en todo cuanto pueden. En los primeros siglos de la era cristiana se acusó a los creyentes de inmoralidad porque hablaban del amor, y de canibalismo porque celebraban en secreto la comunión o Cena del Señor. Aún los mejores historiadores romanos, sin hacer investigación alguna, repitieron estas acusaciones. Tácito dice: "Los cristianos eran odiados por sus crímenes", y Suetonio habla del cristianismo como "una superstición nueva y nociva".

Hoy día los enemigos de Cristo nos acusan de todo y la única manera de darles la respuesta es mediante nuestra conducta. Practicando los preceptos de amor y de justicia para con todos podemos silenciar las acusaciones de los que nos odian. La vida que vivimos es el mejor testimonio y respuesta contra los que nos acusan.

Luego viene la parte positiva de nuestro testimonio. Con nuestro testimonio podemos conducir a los que nos rodean a un conocimiento del Salvador, el Señor Jesucristo. Esto es lo que significan estas palabras de Pedro: "Para que glorifiquen a Dios en el día de la visitación", es decir, en el día del juicio final. Aún los cristianos más humildes pueden ser testigos del poder de Dios en sus vidas. Quiera Dios que todos los creyentes de todas las naciones seamos ejemplo de nuestros conciudadanos en todas las cosas.

Quizá alguien dirá: ¿Cómo puedo yo pertenecer a este grupo de hombres y mujeres que son ejemplo en su vida y conducta? Bueno, le responderíamos que, de todo corazón se acerque a Cristo. Entonces habrá dado el primer paso en la vocación del creyente, habrá entrado a formar parte en esta hueste espiritual de hombres y mujeres que con sus vidas y ejemplo son una manifestación viviente del poder del Evangelio, el poder de Dios que da salvación a todo aquel que cree.

miércoles, 31 de agosto de 2011

LA PALABRA QUE TRANSFORMA

Daniel García Ibarra

"Estudien las Escrituras;…ellas dan testimonio de mí". Jesucristo

Por muchos años ya, la Sociedad Bíblica de México A. C. se ha propuesto promover la lectura de la Biblia en el idioma español y las lenguas nativas que se hablan a lo largo y ancho de nuestro Continente, en particular las de México. Con el mismo propósito y con bastante tiempo motiva a la población dedicando un mes, agosto, al cual se le ha dado en llamar el mes de la Biblia.

El pueblo evangélico de las diferentes denominaciones responde a esta iniciativa llevando a cabo diferentes actividades durante todos estos días, y especialmente concluyen las celebraciones el último domingo del mes con un culto especial en el cual se levanta una ofrenda la que se dedica para la publicación de la Biblia en tal manera que sea posible su adquisición a precios muy por debajo de su costo real.

¿Pero por qué tal interés de las mencionadas instituciones con los propósitos ya indicados? Las respuestas son el testimonio de la innumerable multitud de quienes leen el Sagrado volumen por la importancia de su contenido para la vida en el aquí y en el ahora; en el hoy y en el mañana de la eternidad. Incontables estudiosos de las Sagradas Escrituras del mundo cristiano, clérigos y laicos además de los lectores con propósitos literarios nos hablan del valor que significa para las personas el mensaje de lo que también se le conoce como la Ley de Dios, Palabra de Dios entre otros nombres, tanto del Antiguo Testamento (A. T.) como del Nuevo Testamento (N. T.).

Entre los muchos testimonios ofrezco los siguientes: la versión conocida como Nacar Colugna cita a San Agustín de Hipona quien dijo: "leed las Escrituras- decía en cierta ocasión con vehemencia, a sus ermitaños- leedlas para que no seáis ciegos y guías de ciegos". La misma versión al final del prólogo cita a Gregorio Magno quien exhortó así: "Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con más ardor aspiréis a las cosas eternas". El diccionario de la Santa Biblia publicado por la Sociedad Americana de Tratados informa que "la Biblia entera es la regla de fe para todos los cristianos, y no únicamente el Nuevo Testamento". La versión española afirma en la presentación que: "todos somos lectores, a nuestro modo, de la Biblia: como cristianos creyentes o por interés literario o cultural". Tiempo y espacio son insuficientes para citar al pueblo y a los muchos estudiosos de la palabra de Dios en lo que tienen que decirnos de su poder transformador de la vida; de quienes se dedican a su estudio, meditación y reflexión con propósitos de escuchar lo que Dios dice a la humanidad sobre la verdad y la razón de la vida.

Cuando se habla de la Biblia como Palabra de Dios nos estamos refiriendo con toda claridad al mensaje que Dios presenta en sus propósitos para salvación del hombre en su forma total y completa de lo que es el ser humano; no solamente de lo que se ha dado en llamar espiritual sino también de lo material; de su ser y hacer, de su relacionamiento con Dios, consigo mismo y con sus semejantes; lo cual incluye a todo el mundo en lo que es y en lo que lo forma. Es entonces cuando esta Palabra aceptada y llevada a la acción toma vida para transformación de las personas bajo la voluntad divina.

Jesucristo al enseñar al pueblo fue identificado como la Palabra de Dios hecha humano. Los oyentes del Nazareno se maravillaban de su doctrina porque "les enseñaba con autoridad, y no como los escribas". Por esta razón aceptaban su mensaje y cambiaban su manera de ser y hacer siempre con la dirección de Cristo, la Palabra de Dios. De esto también da testimonio la historia de la humanidad.

Nadie puede negar que nuestro mundo urja cambiar de rumbo en su modo de hacer la vida; esta es razón más que válida y suficiente para promover la lectura de la Biblia como Palabra de Dios, la cual es poderosa para transformar la vida total del hombre y sus estructuras.


miércoles, 17 de agosto de 2011

SALVEMOS A NUESTROS HIJOS


Daniel García Ibarra
"Castiga a tu hijo en tanto hay esperanza: mas no se apresure tu alma para destruirlo" Salomón
Recibí un correo de una de mis hijas el cual por el contenido considero de suma importancia en la educación de los hijos y salvarlos de ser víctimas de la delincuencia.. He aquí el texto tal como lo recibí: "Nos quedamos sorprendidos, cuando se da cuenta en periódicos o radio, que el sicario no superaba los 18 años. Cuando los cuerpos de los 3 o 4 ejecutados, correspondían a adolescentes de hasta 14 años de edad. Frente a lo anterior, el siquiatra dominicano César Mella, hizo publicar el siguiente trabajo:
"Yo me preguntaría y plantaría la siguiente pregunta: ¿cómo eduqué o estoy educando a mis hijos? ¿Qué valores inculco o inculqué a mis hijos? A los jóvenes de este siglo hay que llamarlos varias veces en la mañana para llevarlos a la escuela y, digo llevarlos porque no tienen que tomar el camión o caminar larguísimas distancias para llegar a ella. Se levantan generalmente irritados porque se acuestan muy tarde, viendo televisión por cable, jugando playstation, hablando o enviando mensajes por teléfono o chateando por la Internet.
No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho menos en poner un dedo en nada que tenga que ver con arreglar algo en el hogar.
Tienen los juegos y equipos digitales más modernos del mercado, Ipod, blackberry y computadora no pueden faltar, como tampoco el pago por su actualización. Hoy los hijos, muchas veces sin merecerlo, presumen el celular más novedoso. El nextel más costoso. La Lap más equipada. Nada les costó. Si se descomponen, para eso estamos, no faltaba más, hay que pagar la reparación, a la brevedad y sin chistar. Idolatran amigos y a falsos personajes de realitys de mtv. ¡Ah! pero viven encontrándole defectos a los padres, a quienes acusan a diario de que sus ideas y métodos están pasados de moda.
Se cierran automáticamente a quien les hable de moral, honor y buenas costumbres, y mucho menos de religión. Lo consideran aburrido. Ya saben todo
y, lo que no ¡Lo consultan en internet!
Nos asombramos, porque los sicarios cobran cuotas sin trabajar por ellas,
cuando a nuestros hijos los acostumbramos a darles todo incluso su cuota semanal o mensual sin que verdaderamente trabajen por ella, y todavía se quejan a porque eso no me alcanza
Si son estudiantes, siempre inventan trabajos de equipo o paseos de campo, que lo menos que uno sospecha, es que regresarán con un embarazo, habiendo probado éxtasis, coca, marihuana o cuando mínimo alcoholizados. Y cuando les exiges lo más mínimo en el hogar o en la escuela, lejos de ser agradecidos te contestan, con desfachatez: yo no pedí nacer, es tu obligación mantenerme o quien les manda andar de calientes. Definitivamente estamos amolados, pues la tasa de que hagan su vida independiente se aleja cada vez más, pues aún graduados y con trabajo, hay que seguirlos manteniendo, pagándoles deudas, servicios y hasta los partos de sus hijos. Con lo anterior, me refiero a un estudio que indica que este problema es mayor en chicos de la sociedad de clase media o media alta (o de capas medias urbanas) que bien pudieran estar entre los 14 y los 28 años, si es correcto 28 años o más ¿lo pueden creer? y que para aquellos padres que tienen de dos a cuatro hijos constituyen un verdadero dolor de cabeza.
¿Entonces en qué estamos fallando?
Yo sé, dirán que los tiempos y las oportunidades son diferentes, pues para los nacidos en los años cuarenta y cincuenta, el orgullo reiterado era levantarse de madrugada a ordeñar las vacas con el abuelo; que tenían que ayudar a limpiar la casa; no se frustraban por no tener vehículo, andaban a pie a donde fuera, siempre lustraban sus zapatos, los estudiantes no se avergonzaban de no tener trabajos gerenciales o ejecutivos, aceptaban trabajos como limpiabotas y repartidores de diarios.
Lo que le pasó a nuestras generaciones, es que elaboramos una famosa frase que no dio resulta doy mandó todo al diablo: ¡Yo no quiero que mis hijos pasen, los trabajos y carencias que yo pasé!

Nuestros hijos no conocen la verdadera escasez, el hambre
. Se criaron en la cultura del desperdicio: agua, comida, luz, ropa, dinero. Muchos de los nuestros hijos, a los 10 años ya habían ido a Disneyworld mínimo dos veces, cuando nosotros a los 20 si bien nos iba conocíamos la Ciudad de México, con su hoy vetusto y atiborrado Metro
El dame y el cómprame, siempre fue generosamente complacido convirtiendo a nuestros hijos en habitantes de una pensión, con sirviente (a) y todo incluido, que después intentamos que funcionara como hogar.

Es alarmante el índice de divorcios que se está generando, van a la conquista de su pareja y vuelven al hogar, sólo unos meses más tarde, divorciados porque la cosa no funcionó; ninguno de los dos quiere servir al otro en su nueva vida. Como nunca batallaron en la pensión con sirviente incluido, en la que se les convirtió el hogar paterno, a las primeras carencias en el propio, avientan el paquete y regresan a la casa para que la mamá y el papá continúen resolviéndoles la vida
Este mensaje es para los que tienen hijos y que pueden todavía moldearlos, edúquenlos con principios y responsabilidades. háganles el hábito del ser agradecidos.
Háganles el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, la comida, la ropa, el costo de la estancia en la casa en la cual no aportan para el pago de servicios. Háganles saber lo que cuesta cada plato de comida, cada recibo de luz, agua, renta. Háganles sentir en su casa, cómo se comportarían ustedes en casa ajena cuando van de visita. Por ese domingo o cuota semanal o mensual, edúquenlos en la cultura de la correspondencia y el agradecimiento. Que los sábados o domingos laven el carro, ayuden a limpiar la casa, NO SU CUARTO, esa debe ser obligación de siempre sin pago de por medio. Háganles la costumbre de limpiar sus zapatos, de que paguen simbólicamente, por todo lo que gratuitamente reciben, implántenles la ideología de ameritar una especie de beca escolar que ustedes pagan, y por la que ellos no pagan ni un centavo, eso puede generar una relación en sus mentes trabajo=bienestar.
Que entiendan que asistir a la escuela, es un compromiso con la vida, que no es ningún mérito asistir a ella. De la responsabilidad con que cumplan ese compromiso, dependerá su calidad de vida futura.

Todos los niños deben desde temprano aprender a lavar, planchar y cocinar, para que entiendan la economía doméstica en tiempos que podrían ser más difíciles.

Cuida lo que ven y ves con ellos en la televisión
, y evita caer en el vicio social llamado telenovelas, los videojuegos violentos, la moda excesiva y toda la electrónica de la comunicación, que han creado un marco de referencia muy diferente al que nos tocó.
Cuando ocupes corregirlos, aconséjalos, platica con ellos, no los ofendas, no los reprendas en público. Si lo haces, nunca lo olvidarán. Nunca te lo perdonarán.

Estamos comprometidos a revisar los resultados, si fuimos muy permisivos, o sencillamente hemos trabajado tanto, que el cuidado de nuestros hijos queda en manos de las empleadas domésticas y en un medio ambiente cada vez más deformante.
Ojalá que este mensaje llegue a los que tienen la oportunidad de cambiar o hacer algo al respecto. Ya los abuelos pagaron. Nosotros estamos pagando con sangre la transición.
Que cada quien tome lo que la corresponda. Que haga lo que pueda y quiera.
Recuerda que para que triunfe el mal, solo se necesita que la gente buena lo permita
.
Comentario:
Reaccionamos hasta cuando leemos que a los "Ponchis" se les castiga con pocos o muchos años de cárcel. Nos preguntamos si es castigo o disciplina, si se les manda a la "escuela del cromen" o a un hospital para curar su mal. Antes que todo esto suceda hemos de poner remedio; responsabilidad de padres, ciertamente, pero también lo es de las autoridades que nos gobiernan y de toda la sociedad.

martes, 2 de agosto de 2011

PENSANDO ACERCA DE DIOS

Salmos 42: 1-3; 53: 1, 2; 139:7; Hechos 17: 22, 23.

"Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido que buscara a Dios". Salmos 53: 2

Introducción: Al estudiar de las maneras diversas cómo Dios se ha revelado, enriqueceremos nuestra experiencia de íntima comunión con Dios. Muy presente es la preocupación de Dios en cada hombre en alguna época de su vida. Algunos han abandonado la búsqueda, adoptando una indiferencia que jamás proporcionará la paz y tranquilidad anhelada por el hombre. Otros no han descansado hasta dar una respuesta sincera a su búsqueda de Dios. El hombre como ser espiritual busca naturalmente entrar en comunión con Él. Este deseo a la vez es obstaculizado aun en los más honrados, a causa del temor que causa el descubrir la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Pero el hombre solo construirá su vida productiva y bendecida en un acto de dedicación a Dios y a su servicio. El descubrimiento de las dichosas probabilidades de tan íntima comunión debe inspirar al creyente a buscar intensamente a Dios.

  1. Anhelando al Dios viviente. Salmos 42: 1-3

El poeta expresa el dolor que lo ha sobrecogido por su deseo de Dios. Con toda belleza el expresa su anhelo de Dios. V.1. Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas; en el calor abrazador del verano, el siervo estira su cabeza tanto como puede buscando en vano el agua que pueda apagar su sed devoradora. Va de arroyo en arroyos y a todos los halla secos, y en su desesperación brama como si rogase al cielo lo que él tanto desea. "Así clama por ti oh Dios el alma mía". El autor levanta su alma en oración buscando y esperando encontrar a Dios, quien es tan deseado como el agua para el ciervo sediento. El hombre que es capaz de expresar así su relación con Dios puede adquirir una fe que es bien fundamental en su vida. La comparación es bien significativa; la urgencia del ciervo por el agua y la necesidad de Dios por el alma expresan bien la necesidad que el ser humano tiene de Dios.

V.2. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; En ese momento de soledad espiritual y de angustiosa necesidad de comunión, el poeta expresa su gran necesidad de Dios. Bien puede ser que su ansiedad crecía por el medio pagano en el cual él vivía, que ignoraba a Dios y no se interesaba por tener comunión con Él. Para él Dios es un Dios vivo y lo que él más desea no es solo llegar a venir ante su presencia, sino ser permitido entrar en contacto cercano a fin de que pueda tener la más íntima y deleitante comunión con Él. Solo el Dios vivo podía conceder ese profundo y vehemente deseo del alma; los dioses paganos no podían hacerlo. Por eso agrega: ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios? Esta es la pregunta desgarradora que se usa paralelamente con el bramido del ciervo. Esta experiencia es común a todo ser humano en su vida espiritual. La paradoja es que muchas veces en la experiencia vital, cundo Dios está más cerca, es cuando el ser humano lo siente más lejos y remoto. Los místicos nos dicen que Dios nunca está tan cerca como cuando se siente remoto. La agonía de la sed por Dios es presenciada y oída por Dios mismo. V. 3. Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche; La angustia de su deseo por Dios se agravaba hasta ser un tormento casi intolerable a causa de que también los paganos se reían de él y de su fe. Pero hay algo vital cuando se llora así, no cabe duda de la seguridad que este hombre tenía en Dios; para él Dios era esencial; él no podía vivir sin Dios y sus lágrimas revelan lo mucho que importaba Dios en su vida.

  1. La locura de anhelar a Dios. Salmos 53:1, 2; 139:7

Dios creó al ser humano con personalidad propia y con poderes que puede usar para bien o para mal. Tiene la oportunidad hasta de llegar a negar a Dios, evidenciando así su voluntad, pero no su sabiduría. Sal. 53:1. Dice el necio en su corazón; el poeta va a la raíz misma del mal; y lo hace con la firme y perceptiva captación de la escena humana. Él fija el origen de toda iniquidad en el desconocimiento de Dios, de sus caminos. Solo un hombre necio puede expresar la idea de que no hay Dios. Este no es un tonto mentalmente, sino que le falta más iluminación y que por lo tanto hace afirmaciones impertinentes. Este hombre es necio porque él no sabe que cada hombre no puede huir de la realidad de Dios. No hay Dios; la idea no es la de negar la existencia de Dios. El que dice esto, no es ateo doctrinalmente, sino que lo es desde el punto de vista práctico. Es algo así como si Dios ya no se interesara por lo que pasa en medio de los hombres. No importa lo que aquí suceda, Dios no intervendrá ni para bien ni para mal. Se han corrompido; el desconocer la realidad de Dios termina en corrupción moral, porque esto es resultado de la desobediencia a Dios, la cual lleva a la inhabilidad de hacer el bien. E hicieron abominable maldad; nos gustaría pensar que este juicio solo se refiere a los hombres blasfemos, pero esta excepción no nos es permitida. Aquí hay una apostasía unánime y una impotencia moral de carácter universal. El necio aquí aparece como representante de la humanidad. No hay quien haga bien; esto refleja desde luego, cuán grave es la negación de Dios en los ojos del escritor. Este juicio es hecho no solo de unos cuantos hombres, sino de todos los hombres de su día. Todos han escogido el camino de menos resistencia de dar rienda suelta a sus apetitos y pasiones, desconociendo a Dios en sus demandas.

v.2. Dios desde los cielos miró sobre los hijos de los hombres; para ver si había algún entendido que buscara a Dios; si pensáramos que lo anterior es la idea del poeta nos sería fácil decir que él fue muy severo en su juicio, pero cuando Dios mismo busca un hombre justo y no lo halla, la situación se torna enteramente más seria. Este es el veredicto radical en la inhabilidad de hacer lo recto de acuerdo con la voluntad de Dios, con la cual cada hombre es confrontado.

V.3. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? Empezando con la experiencia de la presencia divina, el poeta piensa sobre la omnipresencia de Dios en una serie de preguntas de las cuales esta es una. El mero hecho de la pregunta puesta de esta manera muestra que él ha gastado muchas energías pensando en su relación con Dios. Se da cuenta de lo imposible que es tratar de huir de Dios. No es la mala conciencia del pecador lo que quiere alejarse de Dios, sino la conciencia del mismo poeta, que de esta manera expresa la tendencia innata del hombre en su reacción cuando contempla y entiende la grandeza de Dios. ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Dios no solo nos conoce, sino que Él va donde quiera que vamos. Algunas veces resentimos su presencia con nosotros. Sinceramente oramos que su presencia nunca falte de nosotros, pero en muchas ocasiones como Adán y Eva queremos hallar un lugar para escondernos de la presencia de quien nuestro ser depende.

  1. La respuesta para el anhelo del hombre. Hechos 17:22, 23.

V.22. Entonces Pablo, puesto en pie en medio del areópago; Pablo había llegado allí por invitación y todos estaban muy atentos a lo que él tenía para decirles. Pablo no podía menos que sentir la responsabilidad de anunciar el evangelio. Pero Pablo tenía la ayuda del Espíritu Santo. Dijo: varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; la ciudad estaba llena de objetos de adoración; había altares por todas partes; esto indicaba el bien arraigado deseo de rendir adoración. Pablo los acredita con esa curiosidad religiosa. Porque pasando y mirando vuestros santuarios; en Atenas había cabida para todos los dioses; cada quien rendía su devoción a la divinidad de su predilección. Hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción; había muchos altares a los dioses desconocidos en toda Atenas, y unos tenían inscripciones que describían la divinidad que era venerada en cada altar. Al Dios no conocido; unos seiscientos años antes había habido una pestilencia terrible en la ciudad, que nada podía pararla. Un cretense presentó el plan que se llevó a cabo: se tomó un rebaño de ovejas y se le soltó por todo el areópago, y donde quiera que ellas se acostaban, se les sacrificaba en el altar más cercano; si la oveja descansaba junto al altar de una deidad desconocida era sacrificada al "Dios no conocido". Pablo toma esta inscripción como su punto de partida para su sermón. Al que vosotros adoráis pues, sin conocerle; la intuición que ellos tenían de que tal vez habían dejado una divinidad que no era conocida y la cual debían venerar es la que Pablo usa para desarrollar su exposición. Es a quien yo os anuncio; esa divinidad Pablo la identifica con Dios como creador, y que no puede ser creado quien hizo todo lo que hay. Dios como creador no puede ser representado por objetos hechos por los hombres. Dios además ha guiado y es Señor de la historia de los hombres. Dios ha creado al hombre con la naturaleza que Él anhela instintivamente: la comunión con su creador. Dios además se ha revelado en Cristo para que el hombre no sea más ignorante, sino para que se arrepienta. Dios traerá a culminación la historia de los hombres con juicio sobre todos. Cristo es preeminente como la revelación de Dios atestiguando esto por su resurrección.

Aplicación

La tendencia natural de la mente humana es pensar en Dios únicamente en términos intelectuales, como si Dios fuese una simple palabra de su vocabulario. El hombre busca conocer a Dios su creador, pero su pecadora naturaleza lo aparta de esta experiencia, por lo que Dios debe revelarse para que él lo conozca. Jamás debe olvidarse que existe en la naturaleza humana la idea innata de Dios. Esto es lo que hace diferente al ser humano de todas las criaturas irracionales. Debemos aprender a pensar en Dios con la profundidad de pensamiento y sentimiento que hubo en el salmista. Él dijo: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo". Si en verdad creemos en Dios, debemos tener una profunda conciencia de su realidad, un sincero amor hacia él, y una confianza plena que no se doblega ante cualquier situación.

Aprendamos a dejar que los necios se consuman en su locura; que se burlen como quieran de Dios, que ello no cambiará en lo más mínimo la realidad de su existencia y de su gobierno en el basto universo. Aprendamos a no usar livianamente el nombre de Dios; no lo apliquemos a cosas ni a personas. Él es digno de toda nuestra honra, respeto y reverencia. Hay millares de persona que no conocen a Dios en este mundo; pero hay millares de creyentes que creen en Él y le invocan con devoción. Busquemos cada día en la Palabra de Dios, la Biblia, lo que Él desea que hagamos. Adorémosle con un corazón sincero y una mente sana.

viernes, 22 de julio de 2011

La Instrucción en el Hogar: Recuperando el disciplinado arte de la Catequesis

por Michael Horton

Históricamente, muchos cristianos han creído que el contexto principal de la instrucción moral y religiosa tiene lugar en el hogar, no en la iglesia. Es por eso que los Reformados Protestantes hacían los Catecismos – un manual de instrucciones que resumía las enseñanzas básicas de la Biblia, que debían ser aprendidas de memoria en los primeros años de vida (como un nuevo lenguaje) – y luego investigadas, elaboradas, y hasta probadas a través de una madura reflexión de las escrituras en los años posteriores.

Hubo una época en la que el joven cristiano promedio conocía de memoria las preguntas y respuestas del Catecismo de Westminster, el Catecismo de Heidelberg, o el Catecismo de Lutero. Hace unos años conocí a una mujer que había regresado a la Iglesia después de haberla abandonado por una vida de inmoralidad. "Simplemente no pude sacarme de la cabeza todas esas preguntas y respuestas, y los versículos Bíblicos que tuve que memorizar", dijo ella refiriéndose al catecismo de su juventud.

No hace mucho, era muy común que a los niños se les llevara después de la escuela, o los Sábados, a clases de catecismo, complementadas por los padres durante la cena. En realidad, para muchos llegó a ser un asunto rutinario, pero ese fue el gran error de los padres. Los niños regresaban a casa y veían muy poco de la aplicación práctica de esa verdad, y aprendieron en sus hogares a separar la teoría de la práctica. Imagínese la enorme diferencia práctica que esto podría significar en muchos niveles – diferencias prácticas que un mes de sermones y programas "prácticos" no podrían igualar.

Abraham Kuyper, pastor, teólogo, y primer ministro Holandés, lo dijo muy bien cuando comentó acerca de Filipenses 3:6: "Conduzcámonos en las mismas reglas, preocupémonos por las mismas cosas… Por eso el estudio es necesario. Una Iglesia que no instruye a su juventud no puede esperar conservar una confesión pura, sino que la abandona, corta todo contacto con el pasado, se divorcia de sus padres, y forma un nuevo grupo… Si uno desea confesar, tiene que aprender."

Richard R. Osmer, un profesor del seminario de Princeton, señala la disminución del uso del catecismo como una de las principales fuentes de desintegración. "En algún punto del camino, la iglesia le falló a estas personas," y ahora están afuera – atraídas por religiones exóticas, o en ninguna religión del todo. "La iglesia falló al no proveerles los recursos intelectuales y religiosos necesarios en un mundo posmoderno." Además del culto público, observa Osmer, el catecismo formó a una generación de creyentes que – aún en su juventud - conocían más de las escrituras y de sus enseñanzas que muchos pastores de hoy en día.

"La secuencia del bautismo infantil, el catecismo, y la admisión en la Mesa del Señor, proveía una estructura educativa que dominó la mayoría de las iglesias Protestantes del período de la Reforma a lo largo del siglo diecinueve." Osmer resume brevemente los cambios:

El primero de estos cambios fue la crítica de la Ilustración sobre la autoridad dogmática. En algunos lugares, enseñar el catecismo llegó a considerarse como el epítome de un adoctrinamiento autoritario. En los Estados Unidos era más importante el reto del movimiento de Escuela Dominical. Este movimiento paralelo a la iglesia, dirigido por laicos y con una teología evangelística, vino a delinear la vida congregacional en el curso del siglo diecinueve y relegó al catecismo a una posición secundaria. Además, para la llegada del siglo veinte, el lenguaje de los Catecismos parecía ser cada vez más arcaico; y surgían preguntas sobre la viabilidad de la teología expresada en ellos... Pero estos programas socavaban dos desarrollos futuros.

El primero, era el surgimiento de una educación moderna y la teoría sociológica que atacaba las suposiciones básicas del programa educacional humanístico con el que la instrucción catequista había sido asociada desde hace mucho tiempo. En pocas palabras, estas investigaciones emergentes ponían un mayor énfasis en el rol activo del educando en la construcción del conocimiento y defendían un estilo de enseñanza que estaba orientado hacia la experiencia emergente del niño. Los métodos de educación humanística basados en textos, que insistían en interiorizar formas clásicas de hablar y de escribir, eran vistos como autoritarios y que iban en contra de la niñez.

Según Osmer, restaurar el catecismo es particularmente esencial porque el joven promedio de hoy en día habla múltiples "lenguajes" y vive en múltiples mundos de acción y de pensamiento. El joven debe tener fluidez en el discurso cristiano. Mientras en el pasado un numero de instituciones públicas y privadas inculcaban un poco de enseñanza de las Escrituras, hoy ya no es el caso. Si las iglesias y los hogares no catequizan las nuevas gene raciones, no lo harán los Niños Exploradores, los Scouts, y mucho menos los juegos de video o los centros comerciales.

Si Paula (una joven que ilustra esta tendencia) sigue el patrón del niño promedio norteamericano, ella verá un promedio de 30 horas de televisión a la semana y para la edad de 12, habrá visto en la televisión aproximadamente unas 100,000 escenas de violencia y unas 13,000 personas destruidas violentamente. En su escuela pública no recibirá ninguna educación cristiana y muy poca educación moral. Si ella sigue las tendencias descubiertas en todos los estudios importantes que se han hecho sobre educación superior desde los años 50's, la experiencia de Paula en la universidad tendrá un impacto secular en su fe, mediando el relativismo intelectual y el eclecticismo cultural que es gran parte de su mundo posmoderno.

Traducido con permiso de Modern Reformation, January/February 2001.


viernes, 17 de junio de 2011

LA ESCUELA DE LOS PADRES

Hay padres que educan mejor a sus perros que a sus hijos o cuidan con más celo sus lustrosos automóviles que los niños que llevan su nombre. ¡Padres del mundo, los que fueron, los que son y los que serán padres algún día, estas palabras pueden ser importantes para todos! "Y vosotros padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino educadlos en la disciplina y amonestación del Señor". Efesios 6:4. Dentro del marco de la familia, el padre tiene una función nobilísima y elevada. Cuando la familia se desintegra, cuando no es lo que debe ser, la responsabilidad en última instancia reposa sobre el padre, el jefe de la familia.

Esto no quiere decir que el padre debe ser un déspota y un tirano, un explotador y oportunista, cosa que, lamentablemente, muchas veces se ha producido. La Biblia es muy clara con respecto a esto: el padre es la cabeza, el jefe de la familia. A las mujeres aconseja la Sagrada Escritura "estad sujetas a vuestros propios maridos, como al Señor; porque el hombre es cabeza de la mujer". A los hijos dice la Biblia "obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es propio". No cabe pues duda alguna sobre esto: el padre es el punto de referencia dentro de la familia. Y esto es lo que la Palabra de Dios dice, y muchos padres están lejos de esto. Tal vez nosotros también.

Miles y miles en nuestro mundo viven sin padre en realidad. En algunos casos los padres literalmente abandonan el hogar, dejan a sus hijos que luchen por sí solos y con la importantísima y consagrada ayuda de una madre solitaria. Muchos lo han hecho o lo hacen simplemente para satisfacer un efímero deseo, o porque no son suficientemente hombres como para enfrentar una situación difícil. Otros utilizan sus hogares solo para dormir…cuando hay tiempo para ello. La profesión que ejercen, los negocios que llevan a cabo, el trabajo que tienen que hacer, consume tanto de su tiempo que los hijos que han traído al mundo no los conocen. Aunque vivos, han dejado así huérfanos a sus hijos e hijas. Hay otros, y estos quizá forman una mayoría, que mantienen sí sus hogares; diligentemente proveen a las necesidades de la familia; se sientan a la mesa rodeada de niños bulliciosos, los llevan a pasear y les compran un dulce o una golosina cuando los hijos la piden sin descanso. En una palabra, estos padres cuidan sí de los cuerpos de sus niños, pero ignoran completamente sus corazoncitos y sus almas tiernas en período de formación. En resumen, como padres, han fracasado vergonzosamente. Lo que hacen, lo hacen también los animales… y a veces mejor.

La Biblia compara el papel del padre en la familia con el que juega Cristo en la iglesia cuando afirma que "el hombre es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia". El padre ha recibido un puesto de eminencia y responsabilidad en el hogar, puesto que se define en las palabras de nuestro texto en el que Dios ordena educar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Cristo es para la iglesia, la cual compró con su sangre, Supremo Profeta, Sumo Sacerdote y Rey. Representa a Cristo en el conjunto familiar. ¡Qué magnífica oportunidad y qué tremenda responsabilidad la que pesa sobre los padres! No hay quizá en todo el mundo puesto de mayor potencial y de más gloriosa vocación.

El padre es el profeta de la familia. Como tal, provee cuidadosamente la instrucción espiritual de su familia extrayendo lo necesario de la Palabra de Dios que es el libro de instrucción por excelencia en lo que se refiere a la familia. El padre dirige la marcha de la familia de tal manera que nada ni nadie se interponga en la senda de las responsabilidades espirituales de cada uno. Debe haber tiempo para leer la Biblia regularmente; nada debe impedir la asistencia de la familia a los actos de la iglesia o el buen uso del día del Señor. El padre ideal busca una iglesia donde la Palabra de Dios es presentada regular e incondicionalmente, y hace que sus hijos e hijas reciban la instrucción necesaria para su desarrollo espiritual. El conocimiento verdadero de Dios entre los seres humanos generalmente pasa de generación a generación y de padres a hijos. ¿Qué hemos hecho con nuestros hijos? ¿Hemos dejado que se críen así no más, a la buena de Dios, sin interesarnos en su preparación para la vida? Dios nos llamará un día para preguntarnos qué hicimos como profeta de nuestra familia.

El padre es sacerdote de la familia. La obra de Cristo como sacerdote consiste en su sacrificio en la cruz y en sus oraciones intercesorias por los suyos. Un padre debe estar también dispuesto al sacrificio por los suyos. Si el empleo, por ejemplo, es dañino al bienestar de su familia, debe buscar otro. Si la educación de esos hijos demanda abandonar otras cosas relativamente superfluas, no debe dudar un solo instante. Como sacerdote que es, el padre debe elevar sus oraciones rogando a Dios por las almas que le han sido confiadas; y como sacerdote el padre consuela, aconseja, es el confidente de los miembros de su familia y cuando llegan los momentos de crisis y negras nubes se ciernen sobre su futuro familiar, es el padre quien debe hacer de piloto en medio de las tempestades. Dios nos ha llamado a ser nada menos que un sacerdote entre los nuestros. Es fácil para nosotros criticar a otros, pero, ¿cómo nos hemos desempeñado en este puesto?

El padre es el rey de la familia. Cristo es el eterno rey de su iglesia y la gobierna firmemente con su Palabra y Espíritu, la guía por las sendas que debe andar, envía sus castigos cuando esa iglesia se aleja de Él y ordena las cosas de tal manera que la iglesia mejore, triunfe, avance y se purifique. Como rey dentro de la familia, el padre no es un dictador que ordena ciegamente sino un conductor, un guía, un estadista sincero que toma las medidas necesarias para asegurar el bienestar futuro de su familia, cueste lo que cueste. Gobierna la familia mostrando en su propia vida lo que es vivir como un cristiano consagrado; gobierna exigiendo que sus hijos cumplan ciertos requisitos y obedezcan siempre los preceptos divinos; gobierna prohibiendo enfáticamente lo que Dios prohíbe y lo que él mismo sabe no puede acarrear bien alguno a sus hijos e hijas.

Con frecuencia oímos de esposas tristes que hacen saber de sus tragedias y jóvenes cuentan de hogares deshechos. Es un cuadro sombrío el que pintan muchas veces. La razón de esto está en que muchos padres, cubiertos de éxitos quizá en otras actividades, han fracasado totalmente en su importante función paternal. Muchos otros padres ignoran cuál es su función y sólo hacen, como padres, lo que ven a otros hacer o lo que vieron en sus propios progenitores. Vuelven así a repetirse los errores y las tragedias de generaciones pasadas. Estos padres se sienten impotentes ante la magna obra de ser padres en tiempos como estos.

Mire a sus hijos al terminar de leer este artículo. Si lo único que provee para ellos es un hogar, ropa y alimento, esos niños y niñas en realidad son huérfanos aunque usted viva todavía. Arrepintiéndose y entregándose a Cristo, se puede ingresar en las filas de miles y miles de padres que en el mundo entero están preparando hijos que valen la pena, hijos que serán baluartes de la justicia, del derecho y del deber en los años porvenir. Piense un momento en sus hijos. ¿Qué será de ellos en el futuro? ¿Qué será, sobre todo, del alma que pulsa en sus tiernos pechos? Usted puede ser un padre verdadero o un padre a medias. La inmensa mayoría están en la última categoría. Ciertamente usted ama a sus hijos más que eso. Si cree en Cristo y acepta la histórica fe del cristianismo, en vez de amo, usted pude ser un padre para sus hijos, un padre que no provoca a sus hijos a ira sino que los educa en la disciplina y amonestación del Señor. Ellos pueden aprender estas cosas en otro lugar; pueden aprender lo bueno y lo malo en la calle, en la casa de un amigo, leyendo libros o viajando a lugares lejanos. ¡Ojalá que lo aprendan pronto porque cuanto antes, mejor! Pero, ¿no cree que sería incomparablemente mejor si lo aprendiese de su padre? Así lo cree Dios obviamente, y como fundador de la familia, sus razones deben ser profundas. El dice hoy y ha dicho siempre a los padres que eduquen a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Esa, la escuela de los padres, es la que nuestros hijos necesitan.

martes, 31 de mayo de 2011

¿SOMOS LO QUE PENSAMOS?

El proverbio bíblico afirma del hombre que "Cual es su pensamiento en su corazón, tal es él" (Prov.23:7). Eso es mucho decir en pocas palabras. Pero es indiscutiblemente cierto y necesita subrayarse en nuestros tiempos. Los nuestros son tiempos cibernéticos e ideológicos – el corazón y la mente computarizada buscan ideas, sistemas de pensamiento, filosofías, alguna fórmula precisa e integral. Uno no debe olvidar, sin embargo, que "Cual es su pensamiento, tal es el hombre". No se puede separar la creencia de la acción, el conocimiento de la práctica.

Aún en los círculos que honestamente se denominan cristianos puede notarse una desesperante falta de conocimiento, que se traduce en un estilo de vida esencialmente opuesto a los claros deseos de Dios. Se divorcia la vida religiosa de la vida cotidiana, el domingo de los otros días, el cielo de la tierra. Mucha experiencia espiritual se limita a lo emocional y así pasajero, o a lo estrictamente tradicional y así estancado. Se habla mucho de la experiencia sensacionalista espiritual y poco de Cristo, mucho de la iglesia y poco del mundo, mucho del hombre y poco de la humanidad. Pero es que "Cual es su pensamiento en su corazón, así es el hombre".

Por ello, cada mensaje predicado en los templos cristianos debe extraer de la Biblia sus más salientes verdades –las grandes y claras doctrinas aceptadas por millones en siglos y siglos de experiencia. Es urgente no solamente predicar estos temas básicos sino también comprenderlos, aceptarlos y vivirlos si la Iglesia Cristiana desea reconquistar su rol de fuerza dinámica en el mundo. No podrá ser levadura para la masa humana sin la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Bien dijo Jesucristo que sería la verdad la que nos hará libres –la verdad que Él personificó pero que también se formula en la Biblia.

viernes, 18 de marzo de 2011

MUJER CRIADA POR HOMOSEXUAL PIDE A GOBIERNOS PROTEGER EL VERDADERO MATRIMONIO...


(Fuente: ACI) Una mujer canadiense que fue criada en un hogar homosexual se dedica ahora a asistir a otras personas que atraviesan por la misma situación y a pedir a los gobiernos del mundo que protejan el matrimonio entre hombre y mujer. Según informa ForumLibertas.org, Dawn Stefanowicz vive en Ontario, Canadá, con su esposo de toda la vida y sus dos hijos, a los que ha educado en casa. Actualmente prepara su autobiografía y desarrolla un ministerio especial desde el sitio web (en inglés) http://www.dawnstefanowicz.com/: Brinda ayuda a otras personas que como ella crecieron a cargo de un padre homosexual y fueron expuestas a este estilo de vida.
Stefanowicz explica en el sitio web "cómo en su infancia estuvo expuesta a intercambios de parejas gays, playas nudistas y la falta de afirmación en su feminidad, cómo le hirió el estilo de vida en el que creció, y ofrece ayuda, consejo e información para otras personas que han crecido heridas en un entorno de 'familia' gay, un estilo de 'familia' que ella no desea para nadie y que cree que las leyes no deberían apoyar".

Su testimonio: En su relato, Stefanowicz explica que debido a una enfermedad grave de su madre debió quedar al cuidado de su padre homosexual cuando aún era una niña. "Estuve expuesta a un alto riesgo de enfermedades de transmisión sexual debido al abuso sexual, a los comportamientos de alto riesgo de mi padre y a numerosas parejas", relata.
"Incluso cuando mi padre estaba en lo que parecían relaciones monógamas, continuaba haciendo 'cruising' buscando sexo anónimo. Llegué a preocuparme profundamente, a amar y entender con compasión a mi padre. Compartía conmigo lo que lamentaba de la vida. Desgraciadamente, siendo niño unos adultos abusaron sexual y físicamente de él. Debido a esto, vivió con depresión, problemas de control, estallidos de rabia, tendencias suicidas y compulsión sexual. Intentaba satisfacer su necesidad por el afecto de su padre, por su afirmación y atención, con relaciones promiscuas y transitorias. Las (ex) parejas de mi padre, con los que traté y llegué a apreciar con sentimientos profundos, vieron sus vidas drásticamente acortadas por el SIDA y el suicidio. Tristemente, mi padre murió de SIDA en 1991", recuerda.


Según Stefanowicz las "experiencias personales, profesionales y sociales con mi padre no me enseñaron el respeto por la moralidad, la autoridad, el matrimonio o el amor paterno. Me sentía temerosamente acallada porque mi padre no me permitía hablar de él, sus compañeros de casa, su estilo de vida y sus encuentros en esa subcultura. Mientras viví en casa, tuve que vivir según sus reglas". "Sí, amaba a mi padre. Pero me sentía abandonada y despreciada porque mi padre me dejaba a menudo para estar varios días con sus compañeros. Sus parejas realmente no se interesaban por mí. Fui dañada por el maltrato doméstico homosexual, las tentativas sexuales con menores y la pérdida de parejas sexuales como si las personas fueran sólo cosas para usar. Busqué consuelo, busqué el amor de mi padre en diversos novios a partir de los 12 años", sostiene.


Stefanowicz recuerda que "desde corta edad, se me expuso a charlas sexualmente explícitas, estilos de vida hedonistas, subculturas GLBT y lugares de vacaciones gay. El sexo me parecía gratuito cuando era niña. Se me expuso a manifestaciones de sexualidad de todo tipo incluyendo sexo en casas de baño, travestismo, sodomía, pornografía, nudismo gay, lesbianismo, bisexualidad, voyeurismo y exhibicionismo. Se aludía al sadomasoquismo y se mostraban algunos aspectos. Las drogas y el alcohol a menudo contribuían a bajar las inhibiciones en las relaciones de mi padre".


"Mi padre apreciaba el vestir unisex, los aspectos de género-neutro, y el intercambio de ropas cuando yo tenía 8 años. Yo no veía el valor de las diferencias biológicamente complementarias entre hombre y mujer. Ni pensaba acerca del matrimonio. Hice votos de no tener nunca hijos, porque no crecí en un ambiente de hogar seguro, sacrificial, centrado en los niños", señala.

Las consecuencias: "Más de dos décadas de exposición directa a estas experiencias estresantes me causaron inseguridad, depresión, pensamientos suicidas, miedo, ansiedad, baja autoestima, insomnio y confusión sexual. Mi conciencia y mi inocencia fueron seriamente dañados. Fui testigo de que todos los otros miembros de la familia también sufrían", sostiene Stefanowicz. Ella asegura que sólo después de haber tomado las decisiones más importantes de su vida, empezó a darse cuenta de cómo la había afectado crecer en ese ambiente. "Mi sanación implicó mirar de frente la realidad, aceptar las consecuencias a largo plazo y ofrecer perdón. ¿Podéis imaginar ser forzados a aceptar relaciones inestables y prácticas sexuales diversas desde corta edad y cómo afectó a mi desarrollo?. Desgraciadamente, hasta que mi padre, sus parejas sexuales y mi madre murieron, no pude hablar públicamente de mis experiencias", explica. "Al final, los niños serán las víctimas reales y los perdedores del matrimonio legal del mismo sexo. ¿Qué esperanza puedo ofrecer a niños inocentes sin voz? Gobiernos y jueces deben defender el matrimonio entre hombre y mujer y excluir todos los otros, por el bien de nuestros niños", concluye.

miércoles, 2 de febrero de 2011

“EL SACRIFICIO MULTITUDINARIO

(MARCOS 10: 35-45)

Fue precisamente en camino a Jerusalén cuando se le hizo a Jesús la extraña petición. Jacobo y Juan, dos del grupo de los doce, plantean una demanda burocrática: que cada uno de ellos ocupe una posición principal a la hora del triunfo. Muchos se confunden con la frase: "en tu gloria", y creen que los discípulos hablan de una vida futura, extraterrena. Pero no es así, ellos hablan de la gloria del poder de este mundo, con el cual sueñan. Sin embargo, no seamos demasiado duros con ellos, demos por sentado que eran sinceros, y que su afán principal era estar al lado del Señor para auxiliarle en sus quehaceres como gobernante del pueblo. Lo que nos choca ahora – a tantos siglos de distancia – es la miopía espiritual de estos hombres. ¿No acababan de escuchar de labios del Maestro el anuncio de su pronto sacrificio, como oveja que es llevada al matadero?

"he aquí subimos a Jerusalén, y el hijo del hombre será entregado a los principales de los sacerdotes, y a los escribas, y le condenaran a muerte, y le escarnecerán, y le azotaran, y escupirán en él y le mataran". "¿Podéis beber de esta vaso?", les pregunta. "¿Podéis ser bautizados de este bautismo?". Y ellos respondieron: "podemos". Y en verdad que pudieron.

En el relato de los hechos de los apóstoles (12: 2) se nos asegura que Jacobo fue muerto a espada por los soldados de Herodes, y en un fragmento del segundo libro de Papias se hace constar que Juan fue apedreado hasta la muerte por una turba de judíos a quienes predicaba del amor de Dios en Cristo Jesús. Quizás si al primer instante no sabían lo que decían cuando dijeron podemos. Pero el espíritu santo utilizó el impulso dinámico de estos hombres para la obra de la extensión misionera de la iglesia, y la entrega fue tan absoluta, que al final rindieron sus vidas como un sacrificio ante el altar de Dios.

Sabemos que todas las experiencias de la biblia son reproducibles en todo tiempo y hora. Y cuando se lee un incidente como este que nos ocupa, la tendencia en todo cristiano leal a su Señor es la fe de preguntarse cómo se aplica a su propia vida. Pues bien: yo estoy convencido de que en este pasaje bíblico esta entrañado el mensaje que Dios tiene para la iglesia presbiteriana de México. Si en verdad somos discípulos de Cristo, si en verdad estamos identificados con Cristo en aquello de ya no vivo yo, y ahora Cristo vive en mí, tenemos que compartir entonces con el sus mismos pensamientos, y sentimientos, y pasiones.

A la pregunta del señor – "¿podéis beber del vaso que yo bebo, y ser bautizados en mi bautismo?" – debemos responder: "SÍ PODEMOS".

Por que en verdad sí podemos si de verdad queremos, beber del mismo vaso de agonía que bebió Cristo, y ser bautizados en el mismo bautismo de su dolor. Bien lo aclara el apóstol pablo al hacer su apelación de romanos 12. La entrega tiene que ser "de vuestros cuerpos en sacrificio vivo". Porque nuestra tendencia – la más natural en todo ser humano – quizás sea la de una entrega un tanto etérea, un poco intelectual y vaga. Solo se entrega el cuerpo en sacrificio vivo, cuando la dación es total y sin reservas, cuando no se teme a la copa de la angustia y al bautismo del sufrimiento, cuando se ha rendido el cuerpo de carne y hueso en el sacrificio gozoso de cada día a la vera de Jesucristo, el señor que triunfó muriendo en una cruz. Y a la pregunta inicial: "¿Qué queréis que os haga?", debemos responder, convencidos: "queremos beber de tu vaso señor". O quizás debemos decirlo con los versos de Francisco Estrello…….

Bebamos del vaso de Cristo,

Bebamos…. Bebamos…….

El vaso de Cristo: amor y dulzura;

El vaso de Cristo: canción y alegría;

El vaso de Cristo: ensueño y ternura;

El vaso de Cristo: sonrisa del día.

Bebamos del vaso de Cristo,

Bebamos…. Bebamos…….

El vaso de Cristo: dolor y amargura;

El vaso de Cristo: senderos resecos;

El vaso de Cristo: la sed que tortura;

El vaso de Cristo: suprema aventura.

Bebamos del vaso de Cristo,

Bebamos…. Bebamos…….

El vaso de Cristo: visión y heroísmo;

El vaso de Cristo: el darse a sí mismo;

El vaso de Cristo: el ir por la vida

El alma desnuda de todo egoísmo.

Bebamos del vaso de Cristo, bebamos…. Bebamos…….

Pero hemos de reconocer inmediatamente que el sacrificio, la entrega, el vaso y el bautismo, no son más que la antesala del servicio. El enojo de los discípulos, molestos por la osadía de Jacobo y Juan, el señor responde: "cualquiera que quisiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y cualquiera de vosotros que quisiere hacerse el primero, será el siervo de todos". "porque el hijo del hombre tampoco vino para ser servido, mas para servir y dar su vida en rescate por muchos". Ser servidor equivale – en palabras de Jesucristo – a ser siervo de todos. Hay en esta frase un sentido de obligación, de compromiso, al que se ata todo cristiano cuando se entrega total y definitivamente. Pero antes ha sido necesario llegar a la convicción de que hemos sido servidos por Jesucristo para que nosotros seamos a la vez siervos idóneos de Jesucristo. Por haber cumplido cabalmente su función de siervo, Jesucristo es para nosotros el Señor. Pero sucede que ahora somos nosotros los siervos, con una tarea sacrificial por delante.

Todo el que confiesa a Jesucristo como Señor se convierte IPSOFACTO en un siervo, y todo siervo está llamado a realizar una labor en beneficio de los demás. Al dejar de ser esclavos del pecado, nos hemos convertido en siervos de Jesucristo, o mejor decir, para Jesucristo. Somos los más libres de los hombres, porque el pecado no nos atosiga más, pero somos los más siervos, porque ahora servimos a un Señor que nos pide el sacrificio de toda la vida. Que si hay un sacrificio vicario, de uno por muchos, el uno espera de estos muchos, beneficiados ya por su sacrificio, que a su vez se entreguen en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios. Es lo que llamaríamos "el sacrificio multitudinario", de muchos por Uno, por que se realiza en el nombre de este Uno, y solo para Su honra y gloria. Aquí las preposiciones son muy importantes. Somos siervos de Jesucristo, porque Él nos convierte en los tales, y para Jesucristo, porque es para alabanza de su nombre que servimos. Pero también somos siervos de las demás criaturas, porque nuestro amor a Jesucristo se demuestra esencialmente en amor al prójimo; y para ellas, porque son los otros seres humanos los que recibirán los beneficios directos de nuestro sacrificio servicial.

El sacrificio vicario de Jesucristo se hizo en pago de nuestra culpa. Nuestro sacrificio – el multitudinario – no tiene validez redentora por sí mismo, pero es el único canal de comunicación que tiene ahora la gracia de Dios en Cristo. Pero me temo que el concepto que tenemos de la obra evangelística y misionera es demasiado lírico, demasiado complaciente. La obra misionera que estamos realizando se ajusta la mayor parte de las veces a nuestra comunidad hogareña, o a nuestra capacidad económica, o a nuestra maquinaria eclesiástica, no a las necesidades reales del pueblo que espera por nosotros. Por lo tanto, ha llegado la hora de revisar nuestra pasión evangelística y misionera, para ponerla en función del sacrificio servicial.

En enero del año de 1956 el mundo entero se conmovió con una de las historias más patéticas de la obra misionera de la iglesia. Cinco jóvenes, empeñados en servir en el nombre de Jesucristo, sacrificaron sus vidas en las manos de los salvajes aucas, en lo más intrincado de la selva del ecuador. Fue un triste momento, cuando muchos se preguntaban: "¿Qué se ha ganado con ello? ¿No es de tontos tamaño sacrificio, cuando ha resultado inútil?". Pasado año y medio de la tragedia, como una consecuencia de aquel sacrificio, aparentemente inútil, hubo cientos de jóvenes que se prepararon en los seminarios cristianos, quienes confesaban que no deseaban otra cosa que tomar el lugar de los que entregaron sus cuerpos en sacrificio vivo. Hubieron juntas misioneras interesadas en campos nuevos: las tribus aucas del ecuador, y se reunieron cientos de miles de dólares para la conquista amorosa de los no conquistados salvajes de la selva amazónica. Pero hubo más, a la luz de este sacrificio, muchas iglesias despertaron y examinaron de nuevo su responsabilidad de predicar a toda criatura el evangelio de Jesucristo. Hubo en muchas iglesias un redescubrimiento de su tarea evangelística y misionera, que no es cuestión de inyecciones de avivamiento, sino de vida normal y saludable con pasión que procede del mismo Dios.

Y hubo también otra realidad, mas intima y más esperanzadora aun. La señora Elliot, viuda de uno de aquellos misioneros asesinados, permaneció allí, fiel a la decisión de servir a su señor, y no fue en vano su espera. Un día vino a refugiarse en su casa una mujer auca, Dayuma, quien huyó de la tribu porque – de acuerdo con la costumbre – habían querido enterrarla viva junto a su esposo muerto. La Sra. Elliot aprovechó en todo lo que valía esta oportunidad que Dios ponía en sus manos, aprendió con Dayuma el idioma de los aucas, entendió el por qué de sus costumbres, y se dispuso ella misma a entregarse al servicio de los que habían asesinado a su esposo. Los aucas, una tribu nómada, se habían ido moviendo a distintos lugares, pero nuevos misioneros les siguieron desde el aire, y desde los aviones les lanzaban alimentos y obsequios. Entonces tres mujeres: Dayuma, convertida en siervo de Jesucristo, la Sra. Elliot, y una hermana del misionero sacrificado, hicieron por tierra un viaje penosísimo de largas jornadas, hasta encontrar a la tribu auca en nuevo emplazamiento, y porque eran mujeres fueron recibidas sin hostilidad y así pudieron hacer la proclamación de amor.

Sí, pareció inútil hace 54 años y medio el sacrificio de cinco hombres jóvenes, que entregaron la vida toda al servicio de Jesucristo, hasta sus últimas consecuencias. Pues bien: aprendamos que ningún sacrificio – si se hace con espíritu de servicio – es jamás inútil. Que no es inútil el más pequeño esfuerzo que se hace en el nombre de Cristo, ni la lágrima que se derrama por amor a sus criaturas, ni siquiera el cuerpo que se pudre bajo la tierra, si es que este cuerpo se entregó en sacrificio santo, agradable al Señor.

Notemos también que todo este afán de servir tiene sus metas y objetivos. En el caso de Jesús, él mismo aclara que su entrega es en rescate por muchos. ¿No es este, al cabo, el objetivo del servicio de la iglesia? ¿No estamos aquí, primordialmente, para proclamar la verdad de Dios en Cristo, de manera que miles de mujeres y hombres se rindan cada año al señor, y vengan a formar parte de su iglesia? La iglesia tiene que ser constantemente evangelística, constantemente misionera. No es cuestión de avivamientos esporádicos, sino de un programa regular de evangelización y ganancia de miembros.

Hemos de aprender como iglesia, como cristianos, la lección del sacrificio multitudinario. Solo tiene sentido el sacrificio cuando se hace en función de servicio a otros. La iglesia está para eso: para ministrar, para servir. La obra evangelistica y misionera de la iglesia está en función servicial solo cuando es tarea sacrificial. Mientras más trabajoso es el servir mas se ama lo que se sirve. Delante de nosotros, como un reto glorioso, esta la patria toda, esperando por el sacrificio multitudinario de la iglesia presbiteriana, que ojalá esté dispuesta a beber del vaso de Cristo, y dispuesta a servir en Su Nombre y para Su gloria. Nuestra oración debería ser:
Padre, ten piedad de nosotros, porque somos siervos negligentes. Ayúdanos a entender cuál debe ser nuestra misión, cual debe ser nuestro mensaje. Ilumínanos con tu luz admirable. Amén.