miércoles, 15 de octubre de 2008

¿Ministerios femeninos? o La participación de la mujer en el ministerio


He leído de nuevo una de las publicaciones del STPM llamada "Tiempos de hablar" -Reflexiones en torno a los ministerios femeninos. En este libro publicado hace una década, es interesante notar que en el mismo título está presente la duda, la predisposición al machismo y el feminismo exacerbado cargado de pesimismo. Es interesante, desde luego, notar la falta de tacto, disciplina y comprensión de lo que era la iglesia nacional en esa época -y tal vez hasta ahora. Los exponentes creen estar descubriendo América y por ende se dan gusto oyéndose ellos mismos. No entendiendo que todo lo que expresan es parte del proceso que el mismo pueblo presbiteriano está experimentando y ha anhelado en cuanto a la participación de la mujer en el ministerio cristiano (a diferencia de Los ministerios femeninos). Lo preocupante es el contexto donde se generó la publicación, porque está lleno de resentimientos, amarguras, falta de conocimiento del pueblo que conforma nuestra iglesia en todo el país, falta de información en cuanto al estatus socio político, cultural, educativo y económico de las familias miembro. Ignorancia crasa de lo que es nuestra iglesia.


Como pastor y compañero de mujeres que trabajan arduamente en la obra del Señor, creo que no es justo poner pensamientos, ideas y palabras en quienes saben que no es con el feminismo predispuesto que se dará la ordenación de la mujer. Como cristianos debemos tener sentido de perspectiva histórica a la luz de la activa participación de Dios en los sucesos de este mundo, ya que el cristiano está capacitado para ver lo que otros no ven. Pero esta evidencia no debe ser motivo de ostentación, ni de orgullo fatuo, sino de humildad y de responsable dedicación a la tarea que nos es propuesta. Si Jesucristo estuvo en este mundo antes que nosotros, si él nos precedió y nos dio el ejemplo de cómo proceder, basta conque estemos a tono con él, y todo saldrá bien. Él sabe con anticipación qué debemos decir y qué debemos de hacer. No se necesita ser "doctor" para darse cuenta que todos y todas somos real sacerdocio, nación santa con un propósito, con una misión profética. Pero sí es necesario ser humildes para reconocer la falta de conocimiento bíblico y el buen discipulado en las iglesias. La falta de disciplina formativa en los seminarios, donde la preocupación de algunos maestros es la de preparar activistas evangélicos que verdaderos siervos y siervas en compromiso serio con su Señor y la proclamación del Evangelio de Salvación. Porque Él necesita hombres y mujeres con un claro llamamiento y vocación de servicio en sacrificio vivo. Él no busca promotores políticos, ni activistas sociales cargados de proyectos intangibles, sin sentido, ni objetivo.


Lo que se nos presenta como "Tiempos de hablar", no es más que el sentir de personas que no viven el proceso histórico de nuestra iglesia, que más están listos a levantar polvo que unirse a la voz dulce, sabia, edificante y conciliadora de una comunidad noble, pero no ignorante; humilde, pero no subyugada, como lo quieren hacer entender algunos de los de los escritores de los temas. Si alguna mujer pregunta hoy día ¿QUÉ OTROS MÉRITOS HAY QUE HACER PARA QUE UNA MUJER SEA ORDENADA?, no hemos de volvernos histéricos por cosa tan natural. "Cada uno -dijo el abuelo- tiene que sudar su propia calentura". La iglesia no puede ver con malos ojos el que alguien exprese el anhelo de su corazón. La iglesia no puede apañar el clericalismo, ni el machismo, al pueblo cristiano no puede impedírsele que logre su madurez espiritual, cultural, política y social. Y esta madurez espiritual es sanidad y constructividad, no es un fanatismo teológico, pseudo intelectual generador de odios, disolvente por completo. Y con esto, hay que tener mucho cuidado y detenerlo, porque muy bien pudiera ser la ruina total de la iglesia. Y no podemos llevar al pueblo presbiteriano mexicano -generoso y querendón- a un clima de amarguras y de odios inútiles.


Pero, bueno, vamos a salir cuanto antes de esta tembladera. El lugar de la mujer (VARONA) ya está definido desde el principio de la creación. No tenemos que recurrir al estudio de tiempos antiguos y aclaraciones de viejas notas discordantes dadas en el pasado respecto a la supuesta IDONEIDAD de la mujer entendiéndose como apoyo. LA MUJER ES RESPONSABLE JUNTO CON EL HOMBRE DE LA CREACIÓN, Y POR LO TANTO, CON LAS MISMAS POSIBILIDADES EN EL CAMINAR DE LA HUMANIDAD. A medida que la vida espiritual crece y la educación avanza, las desigualdades de sexo, género, clase, etc., desaparecen. Y eso es lo que tenemos que hacer, educar, pero con el inteligente y humilde espíritu de Cristo, donde se puede hallar esa tolerancia que es raíz directa de la armonía y de la paz, donde todo ser humano respeta la dignidad de los demás. Y es en el espíritu de Cristo donde desaparecen las castas, los privilegios, los favoritismos, los abusos y toda clase de injusticia.


No necesitamos introducir inyecciones de novedad, o ideas de presión de extranjeros, que quisieran tuviésemos la desgracia de la división que ellos han vivido en su iglesia al no entender que lo que más necesitamos, es volver a las viejas verdades de que, "el que cree en Cristo es una nueva criatura", y de que, "esta es la victoria que vence al mundo: Nuestra fe". Creo que nuestra iglesia presbiteriana de México -por gracia de Dios- ha roto ya la barrera del temor, y ya hay clarinadas que anuncian la aurora de un nuevo día por la visión de una nueva iglesia. La hora ha llegado cuando una nueva estrategia es indispensable, una estrategia que nos permita visualizar la obra en su totalidad, pero bien encajada en el momento mexicano que nos ha tocado vivir. Recordando, sobre todo, que la iglesia no es nuestra, y que la misión de la iglesia tampoco nos pertenece: Porque nosotros, y la iglesia, y todos los reinos de este mundo, somos del Señor y de su Cristo, a quien sea la honra y la gloria, y el imperio por siempre. Amen