jueves, 17 de septiembre de 2009

ADORAR A DIOS CON

NUESTRO CUERPO I.


Ha sido muy común el "espiritualizar" la adoración a Dios, sin embargo la Biblia nos plantea aspectos muy concretos sobre la adoración a Dios, los cuales van desde "amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo"1 , hasta el "adorar a Dios en Espíritu y en verdad".

Con respecto al cuerpo hay varios pasajes en la Escritura donde se habla de la importancia del cuerpo en la adoración, por ejemplo en 1 Corintios 6 leemos: "El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo" (v. 13); "¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?" (v. 15); "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?" (v. 19). Por otro lado podemos recordar lo que Pablo ruega que presentemos "nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional" (Rom 12:1). Además, es importante subrayar la importancia que Jesús le dio al cuerpo desde su "encarnación" hasta las múltiples sanidades de enfermos y la forma en que lo hacía, en especial "tocando" a la gente.

Una de las cosas que más nos han hecho olvidar la importancia del cuerpo es la introducción ajena al cristianismo de la doctrina de la "inmortalidad del alma", esto ha llegado a tal grado que nos olvidamos de que precisamente, nuestra esperanza no es la inmortalidad del alma, sino la resurrección del cuerpo, baste mencionar solo algunas cosas: "Si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe" (1 Cor 15:14), lo que confesamos en el credo de los apóstoles nada tiene que ver con el alma, sino con el cuerpo "creo en la resurrección de la carne", la primera pregunta del catecismo de Heidelberg dice: "¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?" La primera parte de la respuesta es: "Que yo con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo…"2 .

La liturgia debe retomar la importancia del cuerpo, de los movimientos, de las expresiones corporales, y con ello, por supuesto, los gestos culturales de reverencia, alegría y gozo. Lo anterior lo exploraremos cuando analicemos precisamente la relación del culto con la cultura. Lo que haremos es explorar en el Antiguo y en el Nuevo Testamento algunas partes del cuerpo que tiene que ver con la liturgia, en esta lección solo veremos los que tienen que ver con el A.T. que está basado en su mayor parte en el estudio de Hans Walter Wolf,3 la siguiente lección será sobre el N.T.


Parte de la esencia del ser humano en el A.T. se descubre en ciertas partes del cuerpo human, de hecho el cuerpo es elemento esencial del ser humano en el A.T. "todas las manifestaciones del ser humano, aun la espirituales son manifestaciones corporales":


Pareja valoración del cuerpo influyó sobre las respuestas del A.T. a muchas cuestiones de la vida. La alta estima de la vida terrena, señaladamente la salud, el número de hijos y de la larga vida (Sal 127; Prov 3:16; Ecl 9:4) puede entenderse mejor desde este punto de vista. De ahí que, en el fondo no se conocía lo que luego se designó como negación propia o ascesis. El A.T. juzga positivamente los instintos corporales y exige que se satisfagan. De la valoración del cuerpo recibió igualmente importantes impulsos el sentimiento de solidaridad del individuo tonel parentesco de la sangre, la familia, la tribu y el pueblo. Las listas de familias aquí no eran meras genealogías, sino que daban derecho a la felicidad y la salud, o hacían más comprensible la desgracia. Sin la participación del cuerpo no podía el particular dar culto a Dios ni existía la liturgia. También existía importante conexión entre el cuerpo y el pecado. Este no tenía, ciertamente su asiento en el cuerpo del hombre, sino en el corazón, pero se cometía también con el cuerpo y dejaba en él rastro de sus efectos. De ahí la que las enfermedades no tanto se explicaban médicamente, sino teológicamente, y el único verdadero médico era Dios misericordioso (2 Re20:2,5)4 .

Veamos ahora algunos algunas partes del cuerpo que se describen en el A.T. y que tiene que ver directamente con la adoración a Dios. Mucho más importante que la "cabeza" en el A.T. es el "rostro" del hombre, que siempre aparece en plural, pânîm, lo que recuerda la variada relación del hombre con su entorno. En los pânîm, están reunidos los órganos de comunión de unos con otros y con Dios: ojos, boca y oídos (Sal 115:4-8).

Ver y oír. En Sal 38:13-15. Lo que constituye al hombre es oír. Igual que en Prov 15:32, donde por el oír se descubre el verdadero ser del hombre (Cf. Dt 6:4 "Escucha Israel").

Se mencionan juntos el ojo y el oído en Prov 20:12 para percibir las acciones de Jehová. El abrir los ojos se debe a la palabra de Dios (Ex 14:13; Is 43:8-13; 30:20). Es decir, con los ojos y la boca se establece un lazo de unión hacia Dios. .

En cuanto a la boca, de lo que se oye y se ve, se espera una respuesta. Israel prueba que es pueblo de Dios declarando que está dispuesto a escuchar (Ex 19:7). Si a la llamada no hay respuesta alguna, sigue el juicio (Is 65:12). El privilegio del ser humano consiste en que pueda responder (Gén 2,18-23). Al hablar, primero da un nombre a las criaturas y luego se alegra en la ley de Dios, "Mi lengua pregona tu justicia todo el día".

La boca expresa lo que percibieron el ojo y el oído, se hace el órgano que distingue a todas las demás criaturas. Por la boca se siente la sed, pero con ella se bebe para saciar la sed. Con la garganta, los labios y la lengua, se habla, dice, llama, ordena, acusa, enseña, bendice, canta, confiesa, grita, queja, alaba, ora, da gracias a Dios por la vida.

Pero según el A.T. el ser humano es un ser necesitado. Gén 1:26-27. Encontramos la palabra hebrea napas, que se traduce tradicionalmente como "alma". Pero en Gén 2:7, leemos "napas viviente", así el hombre no tiene un napas sino que es napas. Otros pasajes se pueden mencionar: según Hab 2:5: "Como el Seol su napas". En Dt 23:25 "según tu napas", Sal 42:2 "tiene se el napas" lo que equivale al anhelante deseo que tiene de Dios el que se lamenta. Dt 6,5 "Amar a Jehová con todo el napas" con todo su anhelo ardiente.

El Sal 103,1 "Bendice napas mía a Jehová" El diálogo con Dios es a través del napas. Sal 42,11 "abatida napas mía". El ser humano en el A.T. se reconoce ante Jehová no sólo como napas en su necesidad, sino que también conduce su yo a la esperanza y a la alabanza.

El ruah por su parte, describe una fuerza natural, el viento (113 veces) y se atribuye más a Dios (136) y muy pocas veces a los hombre, animales o ídolos (129). En Gén 1:2 "sopla el ruah sobre la aguas", Gen 3:6 la brisa vivificante después de un día caluroso. El es la "fuerza que produce cambios". Ex 10:13 trae langostas, Ex 14:21 seca el Mar Rojo. En todos es un instrumento de Jehová. En Hab 2:19; Jer 1014, es aliento sólo cuando Jehová mete ruah como aliento en los nervios, huesos, carne, se vivifican los cuerpos Sal 46:4 "sale su ruah". En fin, el ruah se entiende de diversas formas en el A.T. como ya vimos es viento, es el aliento del ser humano (Job 19:17), es fuerza vital (Sal 33:6), es Espíritu (2 Re 19:17; Núm 11:25-28).

Otro término término que describe al ser humano es desama, que se traduce como aliento y tiene relación parelela con lo soplo de Dios (ruah) como lo muestra Job 27:3: "aun está mi aliento (nismati) en mí, y el soplo de Dios (ruah) en mi nariz". Este término tiene que ver con la respiración y en cuanto s u relación con Dios "todo hombre es terreno, aunque lo ha formado Yahvé mismo, pero en cuanto ser vivo el hombre se debe a que Yahvé le inspiróel aliento"5 (Cf. Prov 20:27; Job 34;14; 32:8).

Otro término importante para establecer la relación del ser humano con Dios en cuanto a lo corporal es la sangre (daman): "la vida de toda carne es su sangre" (Lev 1714; Dt 12:23) por ello se prohibía el comer la carne junto con la sangre (Gén 9:4; Lev3:17;Dt 12:16-23).


Todo cuanto se dice sobre el aliento y la sangre conduce en la antropología del antiguo testamento a un respeto profundo ante la vida. Pero este respeto no se funda en las realidades de la vida misma, sino en que aliento y sangre están ordenados a Yahvé, por lo que no es propiamente vida la que no tenga una constante unión con él ni tenga en él su meta última6 .




1 Para un estudio sobre la espiritualidad a partir de estos dos mandamientos ver el artículo de Mariano AVILA, "A biblical perspective on spirituality", en Forum, Vol 9, Num 2, spring 2002. pp.7-8

2 Sobre este tema, ver Oscar CULLMANN, "¿Inmortalidad del alma o resurrección de los muertos?" en su Del evangelio a la formación de la teología cristiana. Trad. Rafael SILVA C. Salamanca, Sígueme, 1872, pp. 233-268. Cf. Antonio A. HOEKEMA, La Biblia y el futuro. Trad. Norberto E. Wolf. Grand Rapids, SLC, 1984 250 pp. Juan-José TAMAYO-ACOSTA, Para comprender la escatología cristiana. Estella, Verbo Divino. 1993, 327 pp. Entre otros.

3 Cf. Hans WALTER WOLFF, Antropología del Antiguo Testamento. Trad. Severiano TALAVERO T. Salamanca, Sígueme. 1975, pp. 19-114.

4 W. PESCH, "Cuerpo", en J. B. BAUER (dir), Diccionario de teología bíblica. Trad. Daniel RUIZ B. Barcelona, Herder. 1985, p. 236-237.

5 Hans WALTER WOLFF, op cit, p. 88.

6 Ibid, p. 91.







ADORAR A DIOS CON
NUESTRO CUERPO II


En la lección anterior revisamos algunos términos del A.T. que tienen que ver con el cuerpo y la esencia del ser humano, en esta lección haremos un acercamiento a la antropología del Nuevo Testamento y su relación con Dios. Vamos a ver tres conceptos que por lo regular nos confunden. Carne, cuerpo y espíritu.

El vocablo para carne que se ofrece en el Nuevo Testamento, tiene diversos sentidos. La palabra hebrea basar, es traducida en griego tanto por sarx (carne) como por soma (cuerpo).

El término carne designa en primer lugar la sustancia de que están hechos los seres humanos, su totalidad. Pablo va a decir "mi carne" como su propia persona "se me dio una espina en mi carne..." (2 cor 12:7; Gál 4:14) También respecto a otras personas (1 Cor 7:28; Ef 5:28). Onésimo es considerado hermano "tanto en la carne como en el Señor" (Flm 16), es decir, tanto como ser humano como cristiano. Así todo el hombre es carne. En la mentalidad semíta, la carne es el elemento de solidaridad humana, lazo terreno, ser de la misma carne es pertenecer a la misma raza.

También la carne es débil. Carne expresa también aspectos de debilidad y de moralidad que marcan una cierta distinción respecto a Dios. Es decir, el ser humano es débil y mortal (Rom 6:19; 2 cor 1:17; 4:11; Gál 4:13). Pablo piensa obrar contra los que andan según la carne (2 Cor 10:2; 2:17). La debilidad de la carne, es lo que hace que el ser humano sea presa del pecado y afecta a todo el ser humano. Es una potencia de muerte. Pablo liga la carne al pecado, a la ley y a la muerte. La carne surge como una fuerza del mal (Rom 8:5,8) la carne es fuerza de pecado. Estar en la carne es lo que se opone a «estar en Cristo» (Rom 8,1) o «en el Espíritu» (Rom 8,9).

El domino de la carne es un mundo de rechazo a Dios, y de su voluntad en nuestras vidas (Rom 8,7; Gál 5,19-21). Las obras de la carne no se limitan al aspecto físico del ser humano, sino también a sus acciones. El caminar según la carne conduce a la muerte (Rom 8,6), es negarse al amor y a la vida. En las obras de la carne, finalmente, hay una idolatría (Gál 5,20).


2. El espíritu de vida. El término pneuma, evoca dinamismo (viento, respiración de los seres vivos). El espíritu es vida (Rom 8,10), el espíritu humano. En muchos textos de Pablo, espíritu designa la persona humana, no una parte de ella sino su totalidad (1 Cor 16,18; 2 Tim 4,22; 2 Cor 2,13; 1 Cor 5,3; Col 2,5). Se trata del ser humano integro, visto desde el soplo que mueve su conducta.


El ser humano bajo la gracia. La vida del espíritu en el ser humano es acentuada cuando se ve a este desde la perspectiva de que es objeto de la gracia de Dios. El espíritu aparece como el sujeto de le recepción de los dones de Dios (Gál 6,18; Flp 4,23). El caminar según el espíritu (Rom 8,4; Gál 5,16.25), es vida.


3. El cuerpo (soma) de la resurrección. El cuerpo designa al ser humano en primer lugar en su aspecto exterior (1 Cor 13,3; Rom 6,12), también está el «cuerpo de carne» (Col 1,22 y 2 11) susceptible de morir (Rom 6,12; 2 Cor 4,10-11). El cuerpo no es algo que la persona tiene sino que es. El pecado contra el cuerpo (1 Cor 6,18) es el pecado contra toda la persona humana. También se habla del «cuerpo de pecado» (Rom 6,6) que conduce a la muerte (Rom 7,24).


El cuerpo resulta ser más bien el campo en que actúan la fuerza de la muerta, la carne; y al mismo tiempo la fuerza de la vida, el espíritu. Por ello Pablo establecerá una lista de pecados «según la carne» pero no según el cuerpo (Gál 5:19-21). Pero el cuerpo tiene la posibilidad de vivir según el espíritu. Así se puede hablar de un cuerpo espiritual.

El cuerpo puede ser espiritual (1 Cor 15,44) «El cuerpo no es para la fornicación sino para el Señor y el Señor para el cuerpo» (6,13) porque el Señor lo va a resucitar con su poder (6,14). El cuerpo para el Señor no es algo que será después, sino que es una realidad presente (Rom 6,4; Flp 1,20).

Cuerpo espiritual es la designación para el que camina según el Señor, pero que no elude su materia. Esto permite a Pablo decir que el «cuerpo es templo del Espíritu Santo» (1 Cor 6,19).

Así el cuerpo puede ser cuerpo de pecado en cuanto está sometido a éste, pero también, de forma análoga, puede ser cuerpo espiritual cuando camina en la vida. Así nos es dado estar bajo el Espíritu que es vida, gracia y libertad. El cuerpo liberado de las fuerzas de la muerte lleva en él la vida en el Espíritu.

Estos conceptos son importantes aun para el sentido litúrgico, ya que en muchas ocasiones, la liturgia se vuelve incorporea, es decir, toda expresión litúrgica que mueva al cuerpo y sus sentidos (ver, oír, símbolos, ritmos, estar de pie, palmear, estar de rodillas, etc.) se tiende a ver en ocasiones muy "carnal" para un acto litúrgico, sin embargo eso no nos lleva más que a perder la riqueza de que puede estar llena la liturgia, como expresión directa a los sentidos y desde luego que esto nos permitirá también enriquecer nuestras liturgias con o que la misma cultura nos ofrece.