lunes, 1 de septiembre de 2008

NOSTALGIA DE PATRIA

"Pero ellos aspiraban a una patria mejor, un país celestial. Por eso, Dios no se avergonzó de ser su Dios y les preparó una ciudad celestial". Hebreos 11:16 (PDT)
Estos días trágicos de violencia que vivimos tienen por lo menos una virtud: la de hacernos más vivo y hondo el sentimiento de patria. ¿Cómo explicarnos esta ansiedad ciudadana, esta inquietud de cada hora, esta agonía siempre presente? Solo porque amamos esta tierra, estas gentes, esta historia que conocemos desde la niñez. Solo porque delante de nosotros, más real que nunca antes, está La Patria. Bien lo dijo el poeta:
La Patria se siente
no tienen palabras
que claro la expliquen
las lenguas humanas.
Es precisamente eso, un sentimiento que nos lacera el corazón, y que no podemos explicar con las palabras. Algo indefinible, indescriptible, pero tan viviente como nuestro propio ser. Quien diga que el cristiano debe ignorar o acallar este sentimiento, no sabe lo que está diciendo. El cristiano es el único ser que ostenta dos ciudadanías: Las que les confieren sus dos patrias, la patria terrenal y la patria celestial.
Es verdad que el cristiano no es de este mundo, pero no puede negar que está en este mundo, y que nada humano le puede ser ajeno, y mucho menos un sentir tan anímico como este de la patria. A los que quieren que yo niegue mi condición de ciudadano de esta patria terrenal, solo porque tengo una fe que se anima en plano vertical, les diré con palabras de poeta: "Yo Soy Mexicano, y rueden los cielos si no ha de triunfar en mi patria la justicia". Sin embargo, tenia razón el autor de la carta a los Hebreos cuando afirmaba que los cristianos vivimos en constante ansia de cielo, anhelando incesantemente "otra patria mejor". En muchos sentidos somos como allí se dice: "Extranjeros y transeúntes sobre la tierra". En otras palabras: Mientras tengamos que estar aquí, sobre la tierra, amaremos esta patria terrenal, anhelaremos la felicidad de todos sus hijos, despreciaremos a los que deshonran nuestra historia de pueblo libre y nos resistiremos a los tiranos que quieran agobiarnos. Pero siempre recordaremos que la Vida Eterna que aquí comienza tiene su continuación en la presencia de Cristo, donde solo el Señor reina.
Por lo tanto, es muy explicable que anhelemos una patria mejor aquí, cuando tenemos la certeza de otra patria mejor allá. ¿Cómo podemos conjugar ambos sentimientos? ¿Cómo podemos lograr que ambos tengan su lugar y su momento apropiados? ¿Cómo podremos evitar que el uno se sobreponga al otro, o que el ejercicio de uno interfiera al otro en su derecho de expresarse libremente? Yo no tengo la respuesta apropiada para tales preguntas, para estas aguas no hay cause fijo. Esta es una cuestión que solo tiene respuesta en una conciencia satisfecha. No debe estar satisfecho quien sepa -en lo íntimo de su conciencia- que está siendo infiel a su fe cristiana, o desleal a la tierra que lo vio nacer. Cada uno tiene que encontrar su propia forma de avenencia, "cada uno tiene que sudar su propia calentura". Y después, tener la confianza que expresó Martín Lutero: "Yo cumplo con mi deber, Dios me amparará".
Nosotros los cristianos de este siglo XXI, tenemos en esta hora singular una tarea difícil. Vamos a cumplirla cabalmente, sazonando constantemente con nuestra sal y alumbrando incesantemente con nuestra luz. Y que jamás decaiga en nosotros el anhelo de otra patria mejor.