lunes, 21 de noviembre de 2016

UN LLAMADO A LA ADORACIÓN

"Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad." Salmos 29:2

Consideremos las actividades que, como cristianos, desempeñamos en la casa de Dios. ¿Se ha detenido alguna vez a considerar cuánto de nuestro tiempo y energía son usados en la casa de Dios para alabarle a El?

Muchos de los himnos que cantamos son de alabanza. larga parte de nuestra oración es y debe ser alabanza. confesamos nuestra fe como parte de nuestra alabanza a Dios. Con nuestras ofrendas alabamos a Dios. Y finamente terminamos el culto con una doxología:
"A Dios el Padre Celestial, 
al Hijo nuestro Redentor, 
y al eternal Consolador, 
unidos todos alabad. Amén."

 Cuando Dios nos llama a su casa, nos llama a adorarle, a alabarle. Pero esto no es todo, en el verso dos de este salmo 29, el escritor nos recuerda que debemos adorar y alabar a Dios "...en la hermosura de su santidad." La alabanza que agrada a Dios no requiere de un templo de hermosa apariencia arquitectónica lleno de adoradores vestidos con sus ropas más lujosas.

La alabanza que Jehová se merece debe brotar de la hermosura de la santidad; de los labios de aquellos que han sido separados del mundo y consagrados a Dios; de los corazones de aquellos que han abandonado el camino del pecado y ahora marchan en el camino de la virtud. Estas condiciones personales son las más importantes para la verdadera alabanza. El edificio y las ropas son secundarios.

Quiera Dios darnos su espíritu para que podamos responder a su llamado con santa alabanza. Que nuestra oración sea: "Señor, santifícanos para que nuestra alabanza te sea brindada en la hermosura de la santidad."